Los mismos errores…: La Feria

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Sr. López

Algo le he contado del tío Macro, ese señor hecho a marro de allá de los de Autlán, dueño de vastas tierras que entre su esposa y algunas voluntarias, tuvo 67 hijos reconocidos. Su palabra era primera y última en sus propiedades y en la región, porque era mandón y de pocas pulgas. Todo contado por la abuela Elena. Siendo ya muy viejo, lo fueron a ver sus 29 hijos varones para decirle que ya era hora de que los dejara opinar para ponerse de acuerdo en las cosas del “rancho” y les contestó: -No, ya cuando yo esté muerto pierdan todo por andar queriendo ponerse de acuerdo –y así fue, acabaron mal vendiendo las tierras.
Los de nuestra especie necesitamos ser gobernados. La falta absoluta de gobierno es imposible. Aún en pequeños grupos humanos, menores a la tribu, se gobiernan como deciden todos y como nunca faltan necios, se impone a los menos la voluntad de los más, como germen democrático en el sentido más chabacano de la santa palabra democracia.
Dicho a brocha gorda, se han probado distintas maneras de gobernar, desde el mando de uno solo -Jefe de Tribu, Rey, Emperador-, hasta el de unos pocos, los aristócratas. Y después de sofocones y algunos decapitados, los que de la cosa pública saben, encontraron la fórmula para hacerse con el poder y conservarlo, manteniendo en orden a la masa dándole la ilusión de que ella decide, que otorga el poder a quién le pega la gana al participar en la solemne ceremonia de introducir un papelito en una caja.
Así el descontento social se mantiene en los cauces que más convienen a los propietarios de los países, esos poco visibles dueños de los grupos de interés y de los políticos, pues lo que la masa repudia, es lo que eligió y la solución es repetir el acto mágico de votar, sin necesidad de violencias. Y como la democracia es sagrada, sus recurrentes fallos se arreglan con más democracia. Repetir la medicina que no sanó los males con la confianza de que a fuerza de insistir, será bálsamo y luego panacea, siendo placebo.
Urge advertir que se habla de democracia como sistema de elección de gobernantes aunque debe ser aparte, el régimen que impide el autoritarismo y asegura justicia, igualdad ante la ley y respeto a la dignidad de las personas; y ante tan miríficos supuestos, pensar siquiera en abolir la democracia es pecado de lesa civilidad.
Quien diga que no cree en la democracia es candidato a la pira, sin recordar que no recomendaban la democracia Platón ni Aristóteles, y ya en tiempos recientes el destacado crítico y prolífico escritor yanqui, Henry Louis Mencken (1880–1956), consideraba que la democracia era el sistema en el que los inferiores dominaban a los superiores, afirmación que se oye feo pero algo de cierto tiene, considerando que las grandes mayorías no suelen integrarse por ponderada gente bien informada, intelectuales, académicos ni premios Nobel. La raza es la raza y nadie se ofenda.
Sin embargo, ofrece un consuelo colectivo la cínica pero sabia frase de Winston Churchill: “(…) la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando” (que sí lo dijo y ¡por fin! este su texto servidor encontró la cita en el discurso que pronunció en la Cámara de los Comunes el 11 de noviembre de 1947, cuando ya no era Primer Ministro del Reino Unido pero sí líder de la oposición… pa’l caso).
El primer engaño de la democracia y en el que poco recapacita la gente común, es que cuando menos, a la hora de elegir Jefe de Estado, por más que se realicen con limpieza los comicios, cuando se ejerce el voto, se tiene que elegir entre candidatos que nadie sabe quién los puso, pues el sistema está expropiado por los grupos de poder representados por los partidos políticos.
Como sea, el asunto es que en México, el ilegal actual proceso electoral, ilegal porque las precampañas debieran iniciar hasta el 18 de noviembre próximo, Morena pretende que le creamos que su candidata a la presidencia de la república, será elegida por la gente mediante una encuesta a 12,500; procedimiento muy fácil de manipular y ridículamente pequeño frente a un listado nominal de electores de 96 millones 643 mil 455 tenochcas (según el INE al 25 de agosto pasado), encuesta que dará a elegir entre seis posibles candidatos, que tampoco nadie sabe quién los puso excepto a Claudita porque de ella sí se sabe quién la puso (y la va a hacer candidata).
Más aseado es lo que hizo el Frente opositor y no tanto por su gusto sino por la inesperada e intempestiva irrupción de una posible candidata, Xóchitl Gálvez, que ni tenían considerada. Pero igual se fueron por el camino de las encuestas después de la burda operación de obtención de firmas de simpatizantes del PRI a favor de Beatriz Paredes. Sea lo que sea, esta es una fortaleza del Frente opositor sobre Morena: a Xóchitl la puso la gente, no ningún partido ni sus ‘padroneros’.
Pero nada nos asegura que estos próximos comicios de junio del 2024 se vayan a realizar correctamente. Es inmensa la gravedad y cantidad de asuntos cuestionables del gobierno de la 4T y el Presidente no solo está empeñado en rubricar su administración con otro triunfo arrollador, sino que está muy consciente del carnaval de escándalos que puede propiciar un gobierno opositor a él y su partido, además del riesgo cierto de que no pocos de sus colaboradores y de sus cercanos, enfrenten procesos judiciales.
Ahora y ya sabiendo que de parte del Frente opositor la candidata a la presidencia de la república es Xóchitl Gálvez, queda en manos de nosotros los integrantes del peladaje nacional hacer lo único que impide cualquier intentona de fraude electoral: votar masivamente.
Digo, por una vez, la primera vez, que hay una candidata que no impusieron los grupos de interés, ya será el colmo que la abulia colectiva lo haga una oportunidad perdida que no lo dude, nos llevaría a perder el futuro oyendo a José Alfredo cantar desde el Cielo: nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores…

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