¡Eso sí que no!: La Feria

0

Sr. López

No sé en su casa pero en la que fue domesticado este menda, cuando había pleito grave de progenitores, la subcomandante Yolanda manifestaba su enojo guardando silencio. Muda. Ni una palabra. Días.

Y le funcionó hasta que el jefe de suministros y disciplina, don Víctor, encontró solución, nomás le dijo: -¡Callada y es una orden! –y hubiera usted visto la reacción estereofónica de la dulce dama, hasta que a los dos les ganó la risa.

Si lo busca en manuales de diagnóstico de enfermedades mentales, no lo va a encontrar. Pero si le rasca a los estudios y análisis sobre el poder, se va a llevar una sorpresa por lo mucho que hay escrito sobre el Síndrome de Hybris (palabra griega que significa algo así como ‘desmesura’), consistente en la arrogancia ilimitada.

Toca a usted imaginar las consecuencias de semejante cosa cuando se trata de un político que tenga poder, mucho poder. (Si le interesa, le recomiendo buscar en internet los estudios del prominente político británico David Owen y del psiquiatra Jonathan Davidson).

También se le conoce como Síndrome de ‘Hubris’ entre los no pocos a quienes importan un pito la corrección en el hablar y la etimología, en su actual acepción, que ‘etimología’ originalmente equivalía a ‘enciclopedia’, como bien sabe usted de su lectura del Libro X de la obra de San Isidoro, ‘Etimologías’, escrito por ahí del año 627, primera enciclopedia de Europa (‘best seller’ con más de diez ediciones durante el Renacimiento). Apasionante, ¿verdad?… en fin, no importa.

El Síndrome de Hybris bien revisado parece ser una particular manifestación del incurable Narcisismo, que la Clínica Mayo describe como: “(…) trastorno mental en el cual las personas tienen un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y carencia de empatía por los demás.

Sin embargo, detrás de esta máscara de seguridad extrema, hay una autoestima frágil que es vulnerable a la crítica más leve”. Mira, mira… Los políticos que padecen el Síndrome de Hybris, instintivamente lo disimulan cuanto pueden mientras no tienen poder, pero al conseguirlo, les es imposible refrenar el cambio en su personalidad cuyas manifestaciones son el orgullo exagerado; la excesiva confianza en ellos mismos, que evoluciona al desprecio y trato despectivo a los demás, en especial a sus subordinados; y respecto de sus opositores en la constante descalificación y agresión verbal, atropellos judiciales (eso que describe Carlos Sánchez Berzain, como la ‘persecución política judicializada, el asesinato de la reputación, las detenciones arbitrarias, la extorsiones y abusos por el poder total, la liquidación económica y moral, llevar al opositor a la cárcel o al exilio’); aparte de que inducen el desprecio público contra los que no se pliegan sin cuestionarlos, a sus deseos y decisiones.

Por cierto, exigen sometimiento incondicional, confundiéndolo con lealtad. Muy interesante.Bueno, dejemos para mejor ocasión tales cosas. Antier, el Presidente se refirió a la marcha convocada para este domingo 13 de noviembre, en protesta contra las reformas a nuestra legislación electoral por él propuestas y actualmente en estudio y deliberación en la Cámara de Diputados.

Como Presidente de la república, aseguró que quienes acudan a la marcha, tienen todo el derecho de manifestarse e hizo un llamado a sus simpatizantes para que se queden en sus casas, que no vayan a ir a provocar; y finalizó: “Pero libertad y todos a manifestarse, pues así es la democracia, no podemos estar de acuerdo en todo, menos con ellos, ahora sí que como dicen los jóvenes, zafo”. Muy bien, cómo que no.

Pero también como Presidente de la república, calificó a los organizadores de la marcha como “rateros, clasistas, racistas”, “cretinos, corruptazos”, y agregó que “quieren que continúe el mismo régimen de corrupción”, “quieren seguir robando”, “¿cómo no van a ser corruptos, cómo no van a ser rateros?”, “es una cúpula de poder económico y de poder político con achichincles, voceros y despistados aspiracionistas que buscan llegar a ser fifís”. Tanto insulto al hilo tiene su chiste, no cualquiera.

Lo interesante es el apartado de ‘despistados aspiracionistas’, esos que quieren llegar a ser fifís (este menda confiesa, sin propósito de enmienda, que le encantaría ser fifí, si ser fifí es tener resuelta la vida con holgura económica, tener para enfermarse sin sufrir un infarto en la cartera, tener para darse uno sus gustos y también para sacar de apuros a sus cercanos… ¡haga patria, sea fifí!). Y es lo interesante porque el rosario de increpaciones aplica a los organizadores de la marcha, pero también a los ‘despistados aspiracionistas’ que parece que son los que van a marchar.

Llama la atención que un personaje político que recurrió por sistema a marchas y plantones, siendo oposición, ahora se muestre pre-enojado por una marcha más… ¿o no es una más?… ¿sabrá algo el Presidente que no sepamos?… ¿o nada más le molesta porque es contra una iniciativa suya de reforma constitucional?Y también es llamativo que nuestro Presidente, siendo como es un fanático de las manifestaciones, mítines, marchas y plantones, cuando le aplican una cucharada de su propia medicina, se irrita, se enoja, pierde los estribos.

Y no es novedad:Recuerde usted que cuando era Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, el 27 de junio de 2004, le hicieron una marcha de protesta. La prensa extranjera consignó que fueron más de 250 mil personas que formaron una columna de tres kilómetros; marcharon en silencio, vestidos de blanco, con pancartas alusivas al hartazgo ciudadano por la inseguridad. Y fue marcha nacional, ni siquiera estaba dedicada a él, perdón, Él.

Y al día siguiente el que ahora es nuestro Presidente, declaró: “Ahí andan con su campañita, a favor de la paz y sus moñitos blancos (fue) la marcha de los pirrurris”. Y ya, tan fresco. No pasó nada. ¡Ah, pero sí le abollaron el ego!… y ¡eso sí que no!

Deja una respuesta