Discos y revistas para rockear

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Por @Vlátido

Uno

Hace días busqué sin éxito un sobre manila tamaño oficio en el que guardo volantes, propaganda y otros documentos de tocadas y la cultura del rock en Tuxtla. Seguramente lo dejé en la oficina. En cambio, encontré un ejemplar suelto de La Jeringa. Se trata de una revista que se publicó en el año 2006 en Tuxtla Gutiérrez. En ese entonces se vivía una segunda ola de fanzines literarios. Quienes hacían la revista eran el Navo, el Quijote, el Niño Fors y el Pontxo Hierbas, pura banda pesada.

            La jeringa se publicaba en papel cartulina, la portada, y en bond, los interiores. Se definía a sí misma como “revista mensual de entrevista, literatura, crónica, opinión y otras perversiones…” ¿ISBN?, para qué. Aunque anotaban este registro imaginario, para no-cumplir la formalidad: 2y2son4-4y2son6.

            Hablando de perversiones, el número en cuestión está dedicado al erotismo y las parafilias. La obra gráfica en interiores hace referencia a la temática, y está coronada por el texto de Elpinchequijotedemierda titulado ídem (o sea, igual que el tema central). Complementan las firmas de autores clandestinos tuxtlecos, defeños y del merito Hermoranch, Sonora.

Dos

Al terminar la presentación del libro Arte-ridades, coordinado por académicos de la UNICACH, y del que hablaré en otra entrega (lo prometo), el músico Tonatiuh Cuauhtli, según su otro-yo en el feis, me regaló una copia del disco de su banda Wolves of Ah Puch. Es un grupo de black metal cuyas letras giran en torno a las deidades oscuras mayas.

            El disco se titula La ascensión del Pukuj (Mexican Steel, 2021) y está compuesto por 10 rolas todas ellas con títulos en idioma maya, pero con letras en español; el arte del disco también tiene registros fotográficos e iconográficos de esta cultura asentada en el sur de México. La música recrea la atmósfera oscura, propia del género, voces rasgadas, guitarras rápidas, y algunos cortes con intros que semejan rituales prehispánicos, con tambores y algunos cantos.

            Sobre el nombre y concepto de la banda, se lee en el disco: “Asociamos al lobo simbólicamente con los sacrificios de sangre, el espacio nocturno y la guerra, una lucha con la que nacimos y hemos vivido en esta tierra destruida junto con sus tradiciones ancestrales, por eso invocamos al gran AhPuch señor del noveno infierno y rey del Xibalbá”.

Tres

Tal parece que la década de 1990 se ha convertido ya en los nuevos oldies. La nostalgia ha movido su lugar temporal a ese momento, como lo muestran algunas series y películas que sitúan sus historias en esas épocas ahora lejanas. También a estos lugares del sur nos ha llegado esa idea del pasado. Por ejemplo, el disco La vieja escuela del metal en Chiapas, recopilado por Daniel Trejo Sirvent.

            El disco, editado de manera independiente en 2021, recupera algunas grabaciones de bandas de metal de Tuxtla, Tapachula y San Cristóbal. Aunque, como señala Trejo Sirvent en interiores, este género registra algunas bandas en la década de 1980, no fue hasta la siguiente década cuando más grupos comenzaron a tocar metal, grabaron demos, conciertos en la radio, e incluso lo hicieron bajo algún sello discográfico.

            La selección de bandas incluye a algunas de ellas, ahora icónicas, como Orcus, Nauyaca o Luna Negra, además de otras de la década noventera, como Symetria, Cripta, Coatl, Matraka y Distinta Fe; y de los principios de los dosmiles, como Rémora, Zuperfaro, Cuartoscuro, Hydra, Tormentor y Targrat. Vieja escuela, pues.

            Recuerdo haber visto y escuchado en vivo a muchas de ellas, sí, en los lejanos años 90.

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