Zapping: Memoria y presagio

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VLADIMIR GONZÁLEZ ROBLERO

Uno

La memoria es del pasado dice Aristóteles. Pertenece al tiempo histórico. El presagio es la anticipación al futuro, también es temporalidad de la historia. Esta especie de limbo, de trampa temporal, entre el recuerdo y la ansiedad, hallo al leer la novela Los malos presagios de Alfredo Palacios Espinosa.

Los malos presagios narra la desaparición del ejido Niños Héroes, en La Concordia, Chiapas, anegado por las aguas de la presa hidroeléctrica La Angostura en la década de 1970. Lo hace a través de Rafael, un joven normalista de la Mactumatzá, quien recuerda su infancia en dicho ejido y su violenta cotidianidad. Aquí el recurso es la memoria, los acontecimientos históricos fijados en el alma de sus habitantes y del narrador.

Paradójicamente la memoria está llena de presagios, es decir, miradas al futuro pasado. La metáfora es la estrategia usada para anunciar la inundación del ejido en las aguas de la presa. Dos de ellas: El viaje a Tuxtla de un grupo de ejidatarios, incluido el niño Rafael. Llevaban cochis a vender. El tránsito fue caótico, entorpecido casi hasta la fatalidad por intensas lluvias, en un ambiente garciamarquiano. También el cauce del Grijalva, el río Grande. Se narra la tragedia de una niña, bonita ella a los ojos de Rafael, quien un día despareció en sus honduras, arrastrada no solo por el caudal, sino también por un cocodrilo. Malos presagios, malos recuerdos de un destino inexcusable.

 

Dos

El destino es fatal: un camino forzoso que debemos andar. La realidad virtual, quizá, muestre lo contrario. Quizá. La era que nos está tocando vivir permite crear mundos, o escogerlos a nuestra elección. Nuestras redes sociales virtuales, los social media, consienten inventarnos y tejer propios espacios de convivencia; los servicios de streaming nos presentan a la carta, a nuestro libre albedrío, un montón de series y de películas, disponibles en éste y cualquier momento.

Acorde a estas circunstancias la serie Black Mirror, de Netflix, produjo la película Bandersnatch. Se trata de una historia con múltiples finales. Pero éstos los escoge el filmoespectador. De este modo la película no es una película, son muchas, y quien decide su ser es el sujeto que se halla detrás de la pantalla de televisión o del dispositivo móvil.

No deja de haber fatalidad. Pero ésta se pulveriza, se fragmenta a capricho de nuestras elecciones. Por lo tanto se reduce a posibilidades, aunque lo posible sea distinto. Schopenhaeur ponderaba la voluntad como la capacidad para tomar decisiones en el marco de la libertad. La realidad virtual, entonces, es producto de la volición, aunque al paso que vamos la fusión de horizontes abandonará el mundo binario.

 

Tres

Un ejercicio muy anterior es Rayuela de Julio Cortázar. Publicada en 1963, es una de las novelas consideradas en ese movimiento literario llamado, dicen que por marketing, boom latinoamericano. La historia ahí narrada tiene múltiples finales, como varios son sus modos de leer: de manera lineal, o siguiendo un tablero de direcciones, o como el lector quiera hacerlo.

Si algo caracterizó a la novela latinoamericana, esa de Fuentes, Márquez, Vargas Llosa, y del mismo Cortázar, fue hacer re-lecturas de la historia. Lo hizo al recuperar la memoria, el pasado dictatorial de nuestras naciones, y advertir la capacidad de actuación del mundo ficticio en el real. A pesar de sus pecados, como Cortázar, quien llamó hembra a sus lectores al considerar que no asumían prácticas activas de lectura.

Rayuela, sin embargo, insinúa el destino de los públicos. A la distancia, otra vez la trampa del tiempo, presagiaba lo posible como condición del mundo.

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