¡Qué calzones!: La Feria

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Sr. López

Un vecino de rancho le fue a reclamar al papá de la abuela Elena, que “sus muchachos” andaban “alborotando” a sus hijas y contaba que su papá entrecerrando los ojos y mordiéndose los bigotes, contestó: -Hoy mismo mando amarrar a mis hijos si usted manda amarrar a sus niñas, parejo es parejo -nadie amarró a nadie, hubo alguna boda, algunos chismes y la vida siguió.
Ayer se inició la reunión México-EUA, para tratar temas de narcotráfico, inmigración y seguridad.
El miércoles, al llegar a Washington, don Ebrard declaró que México es “el principal aliado” de los EUA en la lucha contra el fentanilo y que “la prioridad para México es frenar el tráfico de armas de EUA para reducir la capacidad de fuego de las organizaciones criminales y tener más seguridad”. Las drogas, sí, pero también las armas. Bien.
Los EUA insisten en que debemos combatir la producción del fentanilo. México en que los EUA deben impedir el tráfico de armas a nuestro país. De tanto oír estas y otras declaraciones similares, acaban por sonar razonables. No lo son. Ambos países podrían asumir la responsabilidad de controlar sus fronteras, y ya. Sería una solución de esas que le gustan tanto a nuestro Presidente, sencillita: no dejo pasar drogas y tú no dejas pasar armas. Santo remedio. Lo malo es que eso es imposible. Siempre lo ha sido.
La llamada crisis de los opioides en los EUA por el uso indebido de analgésicos como el fentanilo, es una tragedia inimaginable, las muertes por sobredosis se cuentan por decenas de miles al año: de 1999 a 2020, más de 400 mil muertos y entre 2021 y 2022, cerca de 150 mil. Las drogas ilícitas son la principal causa de muerte entre su población menor de 50 años. Es tan grave esto, que ha reducido la esperanza de vida en los EUA, como no sucedió desde el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918.
Sin embargo, esa crisis con los opioides se causó en los EUA. Comenzó en 1996 cuando la farmacéutica Purdue Pharma introdujo al mercado el analgésico OxyContin, publicitándolo enérgicamente como inofensivo. Los médicos lo recetaban sin medida ni clemencia. Era un gran negocio y otros laboratorios entraron al mercado. Nada más entre 2006 a 2012 se vendieron legalmente arriba de 76 mil millones dosis de analgésicos opioides, poco más de 30 millones diarios.
En el año 2007 empezaron las demandas de las autoridades de los EUA contra las farmacéuticas por su publicidad engañosa y dañina a la salud. Entre otras, la Purdue Pharma fue condenada al pago de 12 mil millones de dólares en indemnizaciones y a la afamada Johnson & Johnson la condenaron a pagar la suma de 572 millones de dólares.
Pero ya había muchedumbres de adictos. Según la ONU en el mundo hay cerca de 275 millones de consumidores de drogas y la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud de los EUA, informó que en el año 2017 había 19.7 millones de adultos estadounidenses con problemas de adicción.
En los EUA, ante la restricción de recetas para la adquisición legal de opioides, inició el consumo masivo de fentanilo y similares, producido por organizaciones criminales sin control de calidad. Se disparó el número de muertes.
No será fácil lograr detener la producción ilegal de fentanilo y otros opioides. En marzo del 2022, en una audiencia del Senado de los EUA sobre el Control Internacional de Narcóticos, se indicó que solo en ese país, el mercado de drogas ilícitas ronda los 150 mil millones de dólares por año y según la Global Financial Integrity, el mercado global llega a los 652 mil millones de dólares anuales (datos tomados de Forbes, edición del enero 10 de 2023).
No hay argumento ético, moral ni legal que pueda convencer a los delincuentes de dejar un negocio en el que producir un kilo cuesta tres mil dólares que se vende en 32 millones de dólares. Un solo kilo hace millonario al criminal, y les importa un reverendo y serenado cacahuate que se mueran los que se mueran.
Es indiscutible que la guerra, la absurda guerra contra las drogas impuesta por los EUA al mundo, propició que los cárteles se volvieran inmensamente ricos y poderosos. Ya es alegato inútil, es agua derramada, ya no hay nada que discutir, pero hay que trapear.
Sí da un poco de pena saber que a la reunión que empezó ayer en Washington, fueron de parte de México funcionarios ajenos al tema y los representantes del gobierno de los EUA, lo saben:
Marcelo Ebrard, canciller, político de profesión; Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad, periodista; Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional y Rafael Ojeda, de Marina, militares, no policías; Jorge Alcocer Varela, secretario de Salud, científico muy calificado, especialista en reumatología; Alejandro Gertz Manero, fiscal General de la República, el único que sabe de esas lides; y Alejandro Svarch, titular de la Cofepris, convidado de piedra.
Y enfrente, Elizabeth D. Sherwood, desde 1986 dedicada a labores de defensa y asuntos exteriores; subsecretaria adjunta de Defensa para Rusia, Ucrania y Eurasia (1994-1996); en 2013 fue Coordinadora de Política de Defensa, Lucha contra las Armas de Destrucción Masiva y Control de Armas de la Casa Blanca; actual asesora de Seguridad Nacional de los EUA y directora de la reforma de las políticas antiterroristas y el desarrollo de la estrategia nacional contra el terrorismo interno. Y con ella, el director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas, el Dr. Rahul Gupta, un reconocido experto en salud pública.
Y esos dos funcionarios de la Casa Blanca asistidos por las 16 agencias que componen la Comunidad de Inteligencia de los EUA, entre otras, la CIA, la DEA, el FBI, los once aparatos de inteligencia de sus fuerzas armadas y otras, incluida la Oficina de Inteligencia y Contrainteligencia.
Qué pena con las visitas. Sí, nuestros funcionarios con su discurso mareador dictado en Palacio, frente a doña Sherwood que sabe todo de nuestro enredo nacional de abrazos en vez de balazos y de todos ellos hasta su marca preferida calzones. ¡Qué calzones!

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