Próximo ciclo escolar ¿será o no será? Esa es la cuestión

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EDUARDO GRAJALES

Resulta por demás urgente analizar e impulsar una estrategia para el retorno a clases. En las vísperas de un nuevo ciclo escolar no podemos seguir siendo testigos de la debacle que está significando la pandemia en el de por sí deteriorado sistema educativo mexicano. 

Si los cruentos índices de falta de acceso y deserción escolar en algunos niveles eran un rezago histórico y a la vez una prioridad de la agenda educativa, estos se han agravado con el COVID y representan ya una amenaza no solo para el sector educativo, sino para otros como el económico y social. 

El cierre de las escuelas no solo representa la clausura temporal de un espacio importante en la dinámica social, significa la falta de desarrollo de habilidades importantes a nivel cognitivo y emocional de millones de niños, niñas y jóvenes que en unos años serán la principal fuerza de trabajo que moverá la economía nacional. 

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) avizora que las consecuencias por la ausencia de dichas habilidades que se hubieran adquirido en este año escolar, nuestro país dejará de producir algo así como 1 billón 120 mil millones de pesos.

Por su parte el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señala que al menos 628 mil estudiantes mexicanos de entre seis y 17 años han interrumpido sus estudios debido a la pandemia y a las dificultades de acceder a la educación a distancia.

A lo anterior hay que sumarle la deplorable cifra de más de 5 millones de estudiantes que ya no se inscribieron al ciclo escolar 2020-21. 

Estos datos tan solo un leve bosquejo de lo que en realidad está sucediendo, y hasta el momento la autoridad educativa de los tres órdenes de gobierno no ha reparado en la seriedad que ello implica. 

Seguimos en la disyuntiva de volver o no a las escuelas, y si esto es posible, no saben a ciencia cierta cómo deberán hacerlo. 

En lugar de profundizar en el dilema, la discusión debería centrarse más en acciones concretas y en la promoción inmediata de las mismas en la comunidad escolar, pues directivos, maestros, padres de familia y las y los estudiantes se encuentran en la misma incertidumbre que la de hace un año cuando se determinó cancelar las clases presenciales. 

Si bien es cierto hay esbozos del retorno a las aulas pero no una estrategia sólida y concreta que haya sido estudiada, consensuada, coordinada y operada desde la Secretaria de Educación Pública, con Sindicatos magisteriales, y las asociaciones de Padres y Madres de Familia, ComitésTécnicos, y Concejos de Participación Social, entre otros actores principales en la toma de decisión educativas. 

Insisto, no podemos continuar con la incertidumbre de si volver o no, es innegable que la respuesta es positiva. 

Actualmente existen consensos importantes de la comunidad científica que deben ser aprovechados para frenar de alguna manera la involución educativa, como  el uso de mascarilla, la distancia mínima de 1.5 m entre personas y el favorecer actividades al aire libre, entre otras, como el uso de recursos digitales, la implementación del dispositivo sanitario, protocolos de atención de casos detectados, por citar algunos. 

Si la respuesta es positiva debemos todas y todos empezar a poner manos a la obra bajo esta nueva normalidad mínima escolar y comenzar a trabajar en lo que esté en nuestras posibilidades. 

No aprender de los errores pasados, de la deficiencia que mostró el programa de Aprende en casa y de la desorganización en los centros educativos públicos y privados solo nos determina una realidad presente y futura más trágica. 

Ha pasado más de un año de la llegada del COVID y de la perdida de todo un ciclo escolar, ahora hay uno nuevo en vísperas, y el tiempo suficiente para reflexionar de nuestros errores y de echar mano de las experiencias exitosas. 

Es tiempo de actuar. 

*Analista y consultor educativo

info@efeconsultores.com

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