Pandilla: La Feria

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Sr. López

Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, siete años mayor que este menda, gandalla ‘honoris causa’, aparte de muy inteligente y bribón, era un mentiroso de medalla y diploma. En cierta ocasión en que el del teclado purgaba la pena de no salir una semana de su cuarto, por mentiroso, recibió la visita de Pepe y su texto servidor le preguntó como hacía para que nunca lo descubrieran y respondió de aire: -Miento poquito –y agregó sin burla –pero tú mejor no digas mentiras, eres muy tonto (usó un adjetivo coloquial que rima con trebejo). Pues sí.
Mentir habitualmente tiene un riesgo para el mendaz: que se crea sus mentiras. Y el que se cree sus mentiras, se descuida, deja de lado la prudencia de decir las menos posibles y en ese punto, enseña el plumero, por decirlo suavecito.
La peor ralea de mentiroso es el mentiroso con poder. Por supuesto quien tiene poder, entendido como poder público, no tiene más remedio que mentir cuando de proteger lo que representa está en juego, pero nunca usa la mentira como método de gobierno. Quien tiene poder y recurre a la mentira como estrategia de gobierno y para ocultar pifias, corrupción y complicidades, es el peor tipo de mentiroso. Causa daño social.
Debe decirse que una característica de la verdadera gente de poder es que no necesita mentir. Tiene poder. Poder para no responder. Poder para tomar decisiones sin acidez estomacal. Poder que en el diccionario de nuestro idioma (el de la Academia), es sinónimo de lograr, conseguir, obtener, alcanzar, permitirse y también de vencer, ganar, dominar, superar, derrotar.
Así, el poderoso en el campo de la política, de lo público, prueba su poder al hacer realidad sus objetivos, al ratificar con el idioma de los hechos sus dichos. Podía y pudo. Pero también prueba su poder al imponerse sobre enemigos y adversarios, a los que vence o domina. Así tenemos que el poderoso infunde respeto por sus logros y miedo por sus victorias, por los males que inflige a sus contrarios.
Añadamos que hay un tipo raro de poderoso, el que causa admiración, como el Federico II de Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Jerusalén y rey de Sicilia, tipo colosal, valeroso guerrero y poeta, impulsor de las artes y las ciencias, del que basta decir que en su tiempo (siglo XIII), se le llamaba ‘Stupor mundi’, estupor, asombro del mundo. Lo era. Otro de asombro fue el inmenso Mustafa Kemal Atatürk, ya del siglo XX, libertador, fundador y primer presidente de la república de Turquía, a cuyo funeral asistieron representantes de 26 países y en 1981 -centenario de su nacimiento-, la ONU y la UNESCO lo declararon El Año Atatürk en el Mundo. De ese calibre. Sí, los hay.
Entrando a nuestra penosa situación de ogaño (o de hogaño, que se vale): en nuestro actual Poder Ejecutivo federal, la mentira ha sentado sus reales como instrumento de gobierno. De hecho, el tenochca simplex ya no se escandaliza. Su capacidad de indignación se agotó. Y peor, son tantísimas las mentiras que hasta se duda que lo sean, no es posible que la verdad es que todo sea mentira. Lo es. No hay informe veraz sobre el estado que guarda la nación.
Al frente de estas huestes de la falacia, está el Presidente, pero en brevísimo tiempo termina su mandato y quede quien quede en su lugar, su poder decrecerá aceleradamente, de hecho, el poder inmenso de nuestros presidentes, se esfuma del todo en el tiempo que tarda su sucesor en terminar de bajar el brazo después de jurar el cargo. No, nuestro problema ya no es este Presidente. A rey muerto, rey puesto.
El problema es que si de verdad ganara la presidencia doña Sheinbaum, ya está atrapada en una red de mentiras y de ilegalidades. Deje de lado los casos de corrupción que se van revelando, con esos como sea, lidiará. El asunto que la afecta directamente es el inmenso gasto en su campaña política, financiado no se sabe por quién aunque todos sabemos. En ese sentido, este gobierno se puede definir sin abusar de las palabras, como delincuencia organizada.
La Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada, define en su artículo 2 que será eso, delincuencia organizada, cuando tres o más personas se organicen de hecho para cometer algunos delitos, entre los cuales menciona (fracción I): operaciones con recursos de procedencia ilícita, previsto en el artículo 400 Bis del Código Penal Federal
Sin hacer citas textuales, ese artículo 400 Bis, reza que se impondrá de cinco a quince años de prisión (y multas) al que, por sí o por interpósita persona realice cualquiera de las siguientes conductas: (fracción I): que administre, deposite, retire, dé o reciba, invierta, traspase, transporte o transfiera recursos (dinero) cuando tenga conocimiento de que proceden o representan el producto de una actividad ilícita, o (fracción II): oculte, encubra o pretenda ocultar o encubrir la naturaleza, origen, ubicación, destino de recursos (dinero) cuando tenga conocimiento de que proceden o representan el producto de una actividad ilícita.
Y agrega la ley: se entenderá que son producto de una actividad ilícita, los recursos (dinero) cuando existan indicios de que provienen directa o indirectamente, de la comisión de algún delito y no pueda acreditarse su legítima procedencia.
Tomar dinero del erario para una campaña es robar. Tomar el dinero que ilícitamente se descuente de las nóminas del gobierno, es robar y extorsión. Lo hacen entre varios (hasta videos hemos visto de cómo hacen ‘carrusel’, para depositar en el banco). Ahora mismo está que arde la denuncia pública de Sanjuana Martínez, exdirectora de Notimex. Es una, una más. El Presidente le pidió pruebas y ella dijo que ya las tienen sus abogados y que va a denunciar los hechos
¡Cuidado!, es mucho lo que está en juego y no es imposible que en plena campaña abrumen a doña Sheinbaum con una catarata de denuncias bien fundadas.
Parecen intocables, no lo son. Parecen impunes, no lo son. Parecen políticos profesionales, no lo son. Son embaucadores, son pandilla.

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