No habla español: La Feria

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Sr. López

El primo Óscar era la pasión de su mamá, tía Olga y un día siendo apenas adolescente, se levantó hablando en otro idioma, que nunca nadie pudo saber cuál era. Cuando le hablaba uno, él nomás ponía cara de interrogación y no respondía. Tía Olga se propuso aprender el idioma de su nene, pero fue inútil. Lo echaron de la escuela, nunca consiguió empleo y al morir su mamá, que lo mantuvo siempre, se obró el milagro y Óscar volvió a hablar en español. Un tío le consiguió trabajo en Correos y el resto de su larga vida, fue cartero.
Recordó este menda ese pavoroso caso, por el idioma políticamente correcto que usó casi toda la prensa por el homicidio de un tal Jesús Ociel Baena Saucedo, que se definía como persona no binaria (no se ‘percibía’ como hombre ni mujer). Don Baena era magistrado del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes, que por respeto a su percepción de él mismo, emitió su nombramiento como ‘Magistrade’… y así le decían, ‘le magistrade’, en lenguaje incluyente.
Dejemos de lado la justa lucha por la igualdad de derechos de todas las personas porque es innegable que al menos durante los últimos 165 mil años (registro más antiguo de comportamiento humano, hallado en Sudáfrica), se ha maltratado a las mujeres y a las minorías, en razón de sus preferencias sexuales o como se diga.
Lo curioso es que en varios países del mundo, lo del lenguaje incluyente va ganando presencia como para que gobiernos y organismos internacionales (la ONU, por ejemplo), emitan manuales sobre su correcto uso, con la intención de que el idioma incluya a “todos, todas y todes”, porque hay mujeres, hombres y los que no se ‘perciben’ ni lo uno ni lo otro. Dicen los especialistas en tan ruda materia, que se trata de que nadie se sienta excluido al hablar o al leer. Se les desea lo mejor.
Llama la atención el empeño de algunos en el uso del “todos, todas, todes”, cuando siguen campeando en la vida cotidiana injusticias, faltas de respeto y hasta crímenes por odio a personas de diferentes orientaciones sexuales. Así vistas las cosas, parece una reverenda pérdida de tiempo estar luchando contra el idioma, en lugar de atender a que se cumpla la ley, porque al menos aquí la Constitución vela por la igualdad de todos (y todas y todes).
A falta de información sobre el resto del mundo, el tecladista se refiere a México y la lengua que hablamos, el español, que así se llama (con perdón del señor de Palacio).
Para empezar, según el Inegi, el 99.1% de los mayores de 15 años de edad, están muy a gusto con el sexo que nacieron (mujeres y hombres), o dicho en idioma políticamente correcto: su identidad de género se alinea con el sexo asignado al nacer (así dicen, ‘asignado’, como si al nacer, el médico o la partera, echaran un volado para asignarle sexo al bebé, sin recurrir al anticuado, machista, “patriarcal” y sexista método de verle el pajarito o la palomita, usted perdone). Y se advierte que ser minoría no les resta derechos, claro que no.
La otra cosa que es más difícil conseguir entiendan los adalides del lenguaje inclusivo, es que los idiomas no se hacen por decreto, emitiendo normas ni a gritos. Todas las lenguas las han hecho sus hablantes. Punto. Y algunos idiomas tienen “academia”, que no es la que dice cómo se habla y escribe el idioma, sino que registra cómo lo habla y escribe el común de las personas y reconoce eso como norma pues a fin de cuentas, como dijo el distinguidísimo Miguel Delibes, Premio Nacional de las Letras Españolas, Premio Cervantes, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, miembro de la Hispanic Society of America y de la Real Academia Española: “el pueblo es el verdadero dueño de la lengua”.
Y eso último vale para reclamar a los promotores del “todes”, que carecen de ningún derecho para decirnos a los del peladaje cómo hablar nuestro idioma. Que ellos le sigan con su modo, nosotros con el nuestro y luego del paso de muchos años, ya se verá si el pueblo habla como ellos. (Si no, pues no. Y ya).
Aparte son de dar risa. Sí. No es burla, es la verdad. Su lucha está contra la “o”, promoviendo primero la “a” y ahora la “e” (¿alguna influencia de Gabilondo Soler, Cri-Cri?… vaya usted a saber), porque no tienen mucha idea del idioma este, el español en el que abundan palabras femeninas (sustantivos), que no terminan en “a”, como: modelo, foto, soprano, canción, flor, muchas otras y ¡mujer!, que no le dirá este menda “mujere”, ni bajo tortura.
Emprender una gesta contra un idioma requiere al menos conocerlo, saber que el género femenino de las palabras en español no es solo por la terminación en letra “a”, que son femeninos los sustantivos terminados en -ción, -sión, -zón (canción, televisión, razón); en -dad (verdad, sociedad, realidad); en -ez, -eza (sencillez, grandeza); en -ia, -ie (magia, barbarie); y también las terminadas en -tud (juventud, gratitud, inquietud).
Y aparte, esa obsesión contra la letra “o”, se estrella en tantas otras palabras que terminan en la femenina letra “a” siendo sustantivos masculinos, como día, clima, problema, lema, telegrama, programa, mapa, sistema, poema, drama, sofá, planeta, fantasma, diagrama… y más, muchas más.
Se equivocaron de letras y de gesta, que son masculinas las palabras paje, paraje, ropaje, homenaje, rodaje, maquillaje chocolate, remate, juguete, banquete y por supuesto, lenguaje, todas en “e” y todas machas.

Pero así van, diciendo “todes, nosotres, juntes, elles, amigues”, sin recapacitar en que si algún día el idioma español se habla como ellos quieren, les quedan más de siete mil idiomas que hay en el mundo o cuando menos los 44 que tienen más de 40 millones de hablantes cada uno. Qué pérdida de esfuerzo cuando de defender derechos se debería tratar.

Espera su texto servidor que le agradezca el esfuerzo de no haber dicho ni media palabra sobre la declaración del Presidente de que no va a Acapulco porque “No puedo permitir que nadie me ninguneé”… reclamar o insultar no es ningunear, ya se sospechaba, no habla español.

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