El espejo: La Feria

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Sr. López

Allá a principios del siglo pasado, los López de Autlán de la Grana tenían de enemigos mortales a los López de El Chante, un pueblo cercano. De la familia de tía Lucha, mataron a todos y solo quedaron ella, su madre y su abuela, quien les dijo que los López de El Mentidero, otro pueblo rabón de por ahí, eran más matreros que los López de El Chante y los odiaban más. Así fue que tía Lucha y su mamá, se casaron con dos López de El Mentidero, que les cumplieron con ir a asolar a los López de El Chante. Cosas de antes.

Soteriología es una palabra gorda que designa la rama de la teología que trata sobre la salvación. Mientras lo soteriológico esté confinado en los corrales de la religión, está muy bien pues cada quien es libre de creer lo que le venga en gana (o le hayan enseñado y sin mucho reflexionar haya asimilado sin pensar en que Dios necesitaría de veras ser muy chambón para crear algo -la humanidad, por ejemplo-, y luego tener que salvarlo, ¿se distrajo?, ¿le salió mal?, ¿estaba de cachondeo?… averígüelo Vargas, diría doña Chabelita la católica).
Lo interesante es que eso de la salvación llevó (al menos entre judíos y cristianos), a la necesidad de contar con un salvador, un redentor, un mesías y sigue estando muy bien, en tanto siga acotado a la práctica religiosa de las personas, pero de alguna manera y sin avisar, se ha colado a la vida pública, a la política, la figura del salvador de la patria, el redentor de la nación… y ya con tono de declamador profesional ¡del pueblo! Es mesianismo y es peligroso.
Los salvadores, los mesías en política, proponen el cambio radical, la implantación de un nuevo orden de cosas que llevará a la sociedad, sí o sí, a la felicidad, a la utopía. Un ejemplo de esto es Adolfo Hitler, quien se creía a sí mismo, el salvador de Alemania, de la raza aria… y parece que al menos algunos alemanes lo creyeron, poquitos, dicen ahora, pero cuando estaba en el poder, esos poquitos eran muchedumbres. Stalin y Mussolini también se creyeron redentores de sus países y fomentaron igual que Fito Hitler un culto desaforado a sí mismos.
En nuestra América Latina ese tipo de personajes apareció también. El coqueto José Vasconcelos intentó en 1929 alcanzar la presidencia de la república para “salvar a México”; iba a redimir a la “raza de bronce” que veía como parte de lo que predicó en su obra “La raza cósmica” (que quedó en raza cómica). Otro fue el argentinísimo malabarista ideológico, Juan Domingo Perón (1895-1974), tres veces presidente de su país, las tres veces electo, las tres veces fracasado, al que sus fanáticos veían como el “mesías de las masas” y que dijo de él mismo en 1974, que actuaba como Dios: “Cuando se hacen dos bandos peronistas, yo hago el ‘Padre Eterno’: los tengo que arreglar a los dos”… argentinísimo; y sigue habiendo peronismo militante en esa hermosa nación.
Imposible dejar de mencionar a la dupla Fidel Castro-Che Guevara, dioses salvadores de Cuba (aunque Fidel, rapidito, se deshizo del Che, pero es otra historia); esos años 60 fueron tiempos en que se era comunista o imbécil, pero se quitaba con los años, si se veía la realidad sin anteojeras. Y ya sin redentor se quedaron con castrismo delincuencial, a la fecha.
Esos mesías sacralizan su política, del lado que sea, porque los hay de derechas y de izquierdas (si todavía sirven esas referencias topográficas en este agitado mundo); y cualquier otra política es herejía y no debe ser tolerada.
Esos redentores autodesignados, se asignan la misión de purificar la vida pública de sus países (aunque suelen ser profundamente corruptos), y llevarlos a la grandeza de su destino histórico, no conseguida precisamente, porque no habían llegado al poder.
En este siglo XXI, siguen apareciendo tipos así, en todas las latitudes y en nuestro continente, hemos tenido al Trump (que no es difícil vuelva a ser Presidente), a Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Jair Bolsonaro y ya sabe quién, uno de iniciales Andrés Manuel López Obrador con el que no hay medias tintas, se está con él o contra él, porque habla como Jesucristo: “El que no está conmigo está contra mí (evangelio de Lucas 11:23); con la transformación o contra la transformación (aplican restricciones: seguridad pública y salud, no incluidas).
Esos redentores plantean algo que seduce a muchos porque al revés de lo que dijo Kennedy en su discurso de toma de posesión, el 20 de enero de 1961 (“No preguntes qué puede hacer tu país por ti… pregunta qué puedes hacer tú por tu país”), ofrecen el exacto opuesto, ellos harán todo por el pueblo, todo lo que les quedaron a deber los malos gobiernos, que son malos porque no eran de ellos. Garantizan bienestar y vida plena a todos si se les entrega el poder, todo el poder, sin contrapesos ni condiciones (no se les puede salir con que la ley es la ley), porque tienen solución para todo.
Hay quienes caritativamente no los llaman falsos mesías sino populistas. Y son mucho peores que los pico de oro que solo prometen lo que quiere la gente, puedan o no realizarlo.
En México el peligro de estos salvadores está acotado por algo que en buena medida explica nuestra estabilidad política: acá no hay mal que dure siete años. Ejercen el cargo sin restricciones sus seis años y punto. Y la gente lo sabe y vota en consecuencia. No tenga usted pendiente.
En Argentina van a estrenar prontito a su redentor elegido, el Javier Milei, que se dice anarcocapitalista. Es un tipo de cuidado, es colérico y desmesurado que se atreve a decir que el Papa es un comunista hijo de puta (usted perdone).
A ver si Milei puede cumplir lo mucho que ha prometido destruir para que todo empiece de cero. Ya se va a enterar que sindicalismo argentino es muy poderoso y cuando vean que se trata de echarlos a la calle para equilibrar las cuentas sin mirar el precio social, no tan fácil lo van a dejar que los ponga a rascarse con sus uñas.
¡Ah!, y en México Milei molesta a nuestros políticos al uso porque sin ser iguales son lo mismo. Es el rechazo al espejo.

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