Tragar bilis: La Feria

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Sr. López

Tío Tomás, de los de Toluca, era dueño de una enorme ferretería, más bien dicho, de una mina de oro. Viudo, sin hijos, ya viejito y achacoso, se retiró y puso al frente del negocio a Pepe, el más impresentable sobrino que tenerse pueda. Siguió ganando dinero a dos manos pero lo corrió porque robaba (los auditores se dieron por vencidos, no pudieron encontrar nada, pero Pepe robaba, eso sí). Se le ocurrió nombrar en su lugar a Danielito, ese con cociente de inteligencia de ostión pero decentísimo, y la familia entera se carcajeó y todavía más cuando al año mandó por Pepe y le rogó que regresara: -Por favor, Pepito, que Daniel no toca un peso pero me va a quebrar –y Pepe regresó, siguió robando y el tío ganando dinero a espuertas (mucho, pues). ¡Ah!, la vida.
‘Haiga sido como haiga sido’, doña Lenia Batres Guadarrama (Lenia por Lenin, aunque usted no lo crea), asumió ayer como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por nombramiento directo (y legalito), del Presidente de la república, quien la mandó a ponerse toga fiel a sus afectos… perdón… fiel a su principio de nombrar a quienes tengan 90% de lealtad y 10% de eficiencia (esperpéntica afirmación que luego corrigió, sí, el Presidente corrigió y dijo que exigía 90% de honestidad y 10% de inteligencia, o sea: honrados y retrasados mentales… ¡dioses!).
Como sea, doña Lenia ayer se puso el uniforme de ministra ante el Pleno de la Corte y soltó un bravío discurso ante sus ya pares y el público morenista ahí presente (incluidos, su hermano Martí, Jefe de Gobierno de la CdMx –el de la leche Betty, la leche con caca que ni era leche-, y el representante extraoficial pero indudable, del Presidente de la república, el maculado cara de piedra Jesús Ramírez, vocero presidencial, Matraquero Mayor del gobierno).
Podríamos repasar la diatriba que soltó la nueva Ministra como tarjetita de presentación, pero no vale la pena, el resumen de lo que excretó la distinguida dama, es que la Suprema Corte es una birria que no respeta la Constitución, que se siente por encima de los otros poderes, que está al servicio de lo peor de lo peorcito y lejos del pueblo (el pueblo se pregunta: ¿y yo qué?). Bueno. Era de esperarse. Ni modo que no dijera exactamente lo que el huésped de Palacio quería oír. Ni modo que no agradeciera su nueva chamba de 15 años de duración, porque doña Lenia será ministra hasta el año 2039, cuando tendrá 70 años de edad (nació en 1969).
Y eso último obliga a reflexionar en que el Presidente debe aprovechar los nueve meses que le quedan en Palacio, para disfrutar la dicha inicua de poner de Ministra a la que le vino en gana, no a la mejor calificada. Y doña Batres también debería ir pensando de qué lado se va a poner los 14 años y tres meses en que su patrón, ya estará en la hamaca, allá en su finca. Podría ser del lado de la Constitución. Es una idea.
Así las cosas hay quienes se dejan llevar por lo que se publica en prensa y quisieran saber si es cierto que doña Lenia no paga la renta del departamento que habita (o habitaba, vaya usted a saber), amenazando con adueñárselo, feo asunto por el que doña Lenia demandó por daño moral (no se ría) al maledicente periodista chismoso, pero se equivocó de juzgado y la mandaron a volar, ¡chin!, nadie le dijo que no era en un Juzgado Federal la cosa, bueno, ya aprenderá. Y eso nos lleva a otra cosa que preocupa a no pocos: que la señora aprenda Derecho rapidito, porque siendo abogada, jamás ha litigado ni parece saber algo de la delicada materia del Derecho Constitucional, que no es sencillito.
Lo primero es lo de menos, con su nuevo sueldo de Ministra podrá ponerse al corriente si es cierto que debe la renta. De lo segundo, su falta calificación profesional para ejercer tan importante cargo, no hay que preocuparse, basta que deje a sus subordinados hacer su trabajo y no hará mal papel.
Se explica su texto servidor. Los ministros de la Suprema tienen a sus órdenes en promedio, cada uno, unos 30 secretarios de estudio y cuenta y secretarios de estudio y cuenta adjuntos; esos son los que se encargan de elaborar todos los proyectos de sentencias que los ministros presentan ante el Pleno o la Sala que corresponda, para que se voten. Basta con saber leer y escribir (o nada más leer), para no hacer mucho el ridículo.
Claro que normalmente, los ministros dirigen el trabajo de sus secretarios de estudio y cuenta, lo revisan, lo corrigen, lo cambian, lo rechazan o lo aprueban, porque su mero mole es el Derecho Constitucional, pero para casos de apuro como el de doña Lenia, con que lea lo que le preparen, bastará (ojalá no le dé por debatir, ¡cuidado doñita!).
Con este nombramiento ya son cinco ministros nombrados a propuesta del Presidente y se ha quejado públicamente de dos de los primeros cuatro nombrados a propuesta de él. Ha dicho que lo traicionaron González Alcántara y Margarita Ríos Farjat, porque “ya no están pensando en el proyecto de transformación (…) ya actúan más en función de los mecanismos jurídicos”. O sea: para el Presidente los ministros que no actúen en función de su proyecto político personalísimo, sino respetando la Constitución que es el proyecto de la nación, son traidores. Está bueno saberlo.
Pero el Presidente debe actualizar su lista de traidores porque después de esa galana declaración, TODOS los ministros, por unanimidad, por consenso (que eso es consenso, unanimidad, no mayoría como creen algunos locutores de la tele), resolvieron a fines de noviembre pasado, rechazar su solicitud de impedir que el ministro Javier Laynez Potisek llevara el caso de las impugnaciones por la extinción de 13 fideicomisos del Poder Judicial de la Federación.
Unanimidad unánime como decía un amigo de Tabasco (claro). Ni uno le dio la razón porque, ¿qué cree?, no la tenía y pidió algo ilegal, en apego al principio único de Derecho con el que gobierna al país: a él no se le sale con que la ley es la ley… bueno, la Corte sí le sale con eso. Y ni modo, señor, a tragar bilis.

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