Topar con la iglesia: La Feria

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Sr. López

Se llamó Martin Niemöller, nació en Alemania en 1892 y murió a los 92 años en 1984. Luchó en la Primera Guerra Mundial; después se hizo pastor protestante, anticomunista, antijudío y pronazi, pero cuando en 1933, Hitler implantó el ‘párrafo ario’ a las iglesias protestantes excluyendo de ellas a todos los creyentes judíos o con antepasados judíos, se opuso y fundó un movimiento de contrario a la nazificación de las iglesias protestantes alemanas. Lo detuvieron, lo juzgaron, fue condenado a siete meses de prisión pero ya llevaba nueve y lo soltaron; la Gestapo lo volvió a detener y ya sin delicadezas jurídicas, lo mandaron a campos de concentración de 1938 hasta 1945. Lo pasó fatal.
Leo Stein, un compañero suyo en el campo de concentración de Sachsenhausen, dijo que le preguntó por qué había apoyado a Hitler y que respondió: “(…) Hitler me traicionó (…) me prometió con su palabra de honor, proteger a la Iglesia y no promulgar leyes anti-eclesiásticas (…) no permitir violencia contra los judíos (…) Ahora estoy pagando ese error”. Si no le da vergüenza emocionarse y llorar, lea el artículo completo en la revista National Jewish Monthly, edición de mayo de 1941; a veces es bueno recordar qué atrocidades pueden cometer los gobiernos si no están sometidos a la ley (traducido en: https://www.history.ucsb.edu/faculty/marcuse/projects/niem/njm415/NatJewMonthly415.htm).
A Niemöller se atribuye un poema que realmente es parte del sermón que pronunció la Semana Santa de 1946, llamado “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”, dice:
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar”.
Seguro lo recordó, es muy conocido. Es un revulsivo para la conciencia. En ciertos asuntos, la indiferencia no es opción. Este menda se aplica el cuento y espera que usted también. Y cada uno sabrá qué postura adoptar, qué hacer, qué decir o escribir y qué callar, sí, todos muy libres. Pero la indolencia colectiva se paga.
Y después no valen lamentaciones por lo que se pudo evitar, se permitió y se sufre, en el impío presente cuando llega ese futuro criminal que no se atajó, que se negó pensando: “a tanto no se atreven”, que fue lo que pensaron 505 mil judíos alemanes que prefirieron confiar en que el futuro sería benigno, y siguieron viviendo como siempre, aceptando cada nuevo atropello nazi, soslayando la realidad que les gritaba cuál sería su destino a manos de Hitler; y los casi 37 mil que prefirieron emigrar, no hicieron diferencia, lo suyo fue una comprensible rendición anticipada para salvar el propio pellejo.
No vale la analogía de la rana que está en la olla a fuego lento y de a poquitos le van subiendo a la flama para que no se dé cuenta que va a ser sopa. No vale en el caso de Hitler porque gritó a los cuatro vientos cuáles eran sus intenciones y las puso por escrito desde 1925, ocho años antes de ser Canciller, en su libro ‘Mein kampf’ (‘Mi lucha’)… y la mayoría de los industriales, los banqueros, los partidos políticos, desoyeron la voz de su conciencia y de su instinto de conservación: “no se atreverá a tanto” habrán pensado y se atrevió, y se atrevió a más mientras le siguieron permitiendo atreverse hasta que hizo de su gran país, sinónimo de horror y oprobio, hasta dejarlo hecho una pira funeraria.
En pleno siglo XXI, Alemania sigue avergonzada de lo que hizo en la Segunda Guerra Mundial, pero no arrepentida. El cineasta e intelectual Lars Kraume, en entrevista de abril de 2016, declaró: “La vergüenza es un sentimiento muy fuerte todavía en Alemania y la reacción ante ella es muy agresiva. Alemania se avergüenza de muchas cosas… también de la acusación de no haber tratado bien a sus víctimas. Alemania pagó a sus víctimas y le da vergüenza”.
En el México de hoy parecería absurdo ponerse en guardia. A fin de cuentas este gobierno tiene fecha de caducidad. Bueno, sí, pero no juguemos con nuestra suerte. El mundo sabe que vamos mal. El Fondo Monetario Internacional, el 4 de este mes, recomendó a México “fortalecer el Estado de Derecho”; la organización World Justice Project (WJP), en su informe 2022, indica que por cuarto año consecutivo, México retrocedió en el Índice Global de Estado de Derecho, quedando en el lugar 115 de 140 países evaluados, debajo de Mali, Angola y Liberia, una centésima arriba de Guinea. Y decir Estado de Derecho es decir todo, sin eso todo queda a la voluntad de un hombre o un grupo que decide todo.
“No se atreverán”, se dijo antes de que presentaran su iniciativa de reforma de nuestras leyes electorales. Bueno, se atrevieron, aunque ahora da aliento la reacción de la sociedad civil que se organiza para marchar en protesta el próximo domingo en 26 ciudades y en Los Angeles, California. No es poco si con eso entienden los partidos políticos que hay precios imposibles de pagar.
Pero hay quienes insisten en ratificar su condición de siervos del régimen y su líder, atreviéndose más, a más cosas, inútiles del todo para gobernar un país al borde del desgobierno. Ya está en la Suprema Corte el proyecto de sentencia que prohíbe la instalación de Nacimientos de Jesús en espacios públicos por ser violatorios a la libertad religiosa y al Estado laico. Y ayer también, en un hospital público en Campeche, desmantelaron la capilla que tenía.
Bueno, no nos vamos a preocupar, seguro no se atreven… bueno ya se atrevieron.

No es católico practicante este escribidor, pero hay cosas que se defienden porque si no, cuando le toque a uno, no queda nadie que lo defienda. Aunque pensándolo bien, mejor, si por la ley electoral ya se soliviantó la gente, ya veremos que hace el gobierno cuando sepa lo que en este país es topar con la iglesia.

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