Sin perdón de Dios: La Feria

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Sr. López

Tío Ernesto era un roble y a sus 89 años, presumía que nunca había visto un médico ni lo vería jamás, era cierto y era tan mandón que nadie le discutía, pero un día se puso mal y sus hijos lo llevaron amarrado al médico, porque sí era muy fuerte. Unos lavados intestinales -más amarrado-, lo dejaron como nuevo. Rigurosamente cierto.
Nuestro gobierno, en su gustado papel de Papá Nacional, nos cuida mucho: esconde los saleros en los restaurantes, pone fotos de ratas en las cajetillas de cigarros, nos advierte con octágonos negros que los Gansitos tienen mucha azúcar (¡gracias!, no lo sabíamos). Ya harán obligatorio el etiquetado de cierta parte posterior de las damas, como de alto riesgo por exceso de grasas saturadas, sí señor, que nos cuiden, que nos cuiden.
Y no se crea que el gobierno batalla mucho para imponernos medidas que nos colocan en el papel de ciudadanos-hijos, no, que a todos parece normal y correcto que el gobierno multe al que no use el cinturón de seguridad en el coche, como si no fuera responsabilidad de cada quien romperse la crisma por no usarlo, que lo obligatorio debería ser nada más que los fabricantes lo pongan y ya luego cada quien que haga lo que le pegue la gana. Y aplica lo mismo para el uso de casco en la bicicleta o la moto, como si no fuera mejor que el gobierno en lugar de multar ciclistas, encarcelara asesinos.
De verdad, la ciudadanía sin darse cuenta o dándose pero por comodina, asume sin remilgos, su papel de minoría de edad colectiva y los gobiernos, pandos de gusto, expanden sus facultades, le-ga-li-to.
Piense nomás en cuánta gente conoce que no esté de acuerdo en que esté prohibido el consumo de drogas que se justifica en la protección de la salud, muy bien, lo que en buena lógica debe extenderse a prohibir el consumo de tacos de carnitas (estilo Michoacán), excepto para aquellos que presenten al taquero su credencial vigente de Ciudadano Libre de Colesterol y Triglicéridos. Pero Papá Gobierno insiste: las drogas matan… y sí, matan, igual que la cuerda que usan los que se suicidan ahorcándose y no por eso van a prohibir la producción, distribución y venta de mecates, como no van a prohibir los cuchillos, aunque el 9.7% de los asesinatos en México sean por arma blanca, según el Inegi (Comunicado de prensa núm. 27/23, del 23 de enero de 2023).
Y si ya está usted pensando mal de la progenitora de este menda, porque es de los convencidos de que lo de la droga no es negociable, nada más revise cuántos mueren en México por consumir drogas y cuántos por las balaceras de los narcotraficantes: el dato oficial disponible más reciente de muertos por consumo de drogas, es del 2019 (registro del Subsistema Epidemiológico y Estadístico de Defunciones): 2 mil 609 personas se fueron en el viaje; no va usted a comparar con los 34,582 homicidios dolosos que para ese mismo año reportó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Pero Papá Gobierno debe seguir cuidándonos sin importar la evidencia de los males bíblicos que ha provocado la prohibición de las drogas, aunque ya la van retirando algunos países (Portugal, Holanda, Uruguay y 18 entidades de los EUA), sin que se observe incremento de adictos ni consumidores (que no son lo mismo). Y por cierto, hay drogas monstruosas incluso peores que el fentanilo: pues muy libre cada quien de envenenarse como prefiera, con una condición: ni un centavo del erario en gasto para atenderlos, se arruinan la salud por su gusto, que les aproveche. Suena inhumano, es inhumano, pero es más infame gastar en drogadictos voluntarios que en niños víctimas del cáncer.
Y la cosa llega hasta a la Constitución, como el derecho que consagra en su artículo 4, tercer párrafo, a “La alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará”; o sea, el gobierno tendría que emitir la Ley Federal Reglamentaria de Cocina Sana (con recetario y sanciones a los malos cocineros). Quién sabe qué pasaría si no fuera porque el tenochca simplex no lee la Constitución y si la lee, entiende que no es para tomársela en serio.
Así, mientras el gobierno nos cuida como el buen Papá Nacional que debe ser, a la chita callando y con la certeza de que no ha nacido el mexicano que todas las mañanas desayunando, se lea el Diario Oficial de la Federación, el pasado 1 de junio, se publicó dentro del suplemento del Programa Nacional de Infraestructura de la Calidad 2023, la propuesta de cancelación de 35 Normas Oficiales Mexicanas (NOM) que establecen criterios y procedimientos obligatorios para prevenir, detectar, diagnosticar y tratar diversas enfermedades como el cáncer de mama, cervicouterino, diabetes, hipertensión, tuberculosis, lepra… cositas.
La cancelación propuesta es de la autoría del reconocido y bien ponderado (perfectamente bien calificado), Hugo López-Gatell (a) Doctor Muerte, quien ya repuesto de su tropiezo al haber afirmado que sería catastrófico que la pandemia del Covid 19 nos costara 60 mil defunciones, que fueron más de 600 mil, en su calidad de presidente del Comité Consultivo Nacional de Normalización de Salud Pública, hizo su lista de enfermedades para las que según su riguroso criterio “no se necesitan” Normas Oficiales.
Venturosamente algunos especialistas se dieron cuenta, se armó la tremolina y la Organización Mundial de la Salud (OMS) mostró extrañeza: “No sabemos exactamente lo que hizo la Secretaría de Salud. Responder ahora será un poco difícil… (…)”, dijo el director general de la OMS, Tedros Ghebreyesus, quien informó que va a contactar a nuestra Secretaría de Salud. Suerte.
No es definitiva la cancelación de esas normas, falta que pase por varios filtros legales, pero la gente que le sabe al asunto de plano no entiende la razón y no es mucho misterio: al quitar las normas deja de ser obligatoria la prescripción de algunos medicamentos… y en automático, se reducirá el número de recetas no surtidas y estaremos más cerca de Dinamarca versión 4T.
Hay cosas sin perdón de Dios.

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