Sí pero no: La Feria

0

Sr. López

No lo ande contando pero sabido como era que Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, era temible en cuestión de faldas, todas las tías de la familia cuando las visitaba, hacían vigilancia de zona y de vista, protegiendo la virtud y prendas de hijas, vecinas y personal doméstico. Por el contrario, el primo Danielito era un inofensivo flan, guango él, todo corrección, al que las tías nombraban chaperón de sus hijas, tan decente era… y fue Danielito el responsable personalísimo del estado de buena esperanza de una prima que ni con dispensa de señor Obispo aceptó casarse con él. La mamá de la súbita embarazada, dijo: -Pepe tiene la culpa, nos distrajimos cuidándonos de él –a Pepe le daba risa, Danielito estaba apenadísimo, tan correcto él.
Ahora resulta que hay huracanes sorpresa. A ver, empecemos bien: en cuestión de protección civil, en nuestro país, el sistema más avanzado y confiable, es el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, sí, y gracias a él en la Ciudad de México, cuando en la costa de Guerrero se detecta un terremoto de 6 grados o más, los altavoces del Centro de Comando C-5, dan la alarma en toda la capital nacional con una anticipación promedio de 100 segundos (un minuto con 40 segundos), para que la población se proteja conforme a lo que se supone aprendieron en los simulacros. Ese poco tiempo permite atenuar los efectos. Muy bien.
Los huracanes se detectan con días de anticipación. Días. Se les sigue a través de satélites y se prevé su trayectoria e intensidad. En los países civilizados se alerta a la población, se hace acopio de agua, víveres y medicamentos, se colocan protecciones con sacos de arena, se traslada la gente a albergues, se moviliza antes del evento a la fuerza pública para las labores de apoyo, rescate y seguridad.
Recordemos para quedar claros, que a las seis de la mañana del pasado jueves 19 de octubre, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) detectó con categoría 4 el huracán Norma, ubicado a 335 km al sur de Cabo San Lucas, Baja California Sur, y aparte de anticipar su posible evolución, informó que por su trayectoria, impactaría en Cabo San Lucas el domingo 22 de agosto. Tres días y pico de anticipación. Norma se deshilachó y no pasó nada, gracias al Dios en que cada quien crea.
Del huracán Otis que hizo trizas de Acapulco -y otros municipios del estado de Guerrero-, no se nos olvide que el 15 de octubre se conoció de la formación de un área de baja presión al sur de Guatemala y El Salvador; diez días antes de que llegara a la costa de Guerrero. El 18 de octubre, se detectó que se consolidaba como un “extenso sistema de baja presión” (lo que sea que eso sea, pero es mala noticia), a gran distancia al sur del Golfo de Tehuantepec. Para las tres de la tarde del 22 de octubre ya era una “depresión tropical” y a las 9 de la noche ya se le bautizó como Otis. Se continuó con el seguimiento y vigilancia del fenómeno.
A las tres de la madrugada del 24 de octubre, los especialistas suponían posible una inminente intensificación acelerada de Otis. Al amanecer de ese 24 de octubre, Otis se consolidaba e inició una “intensificación vertiginosa”. Un día antes de tocar tierra. No menos de dos minutos como los sismos: 24 horas antes.
A las siete de la noche del 24 de octubre, la Coordinación Nacional de Protección Civil, sabía que el huracán Otis ya era de categoría 4. Once horas antes de llegar a Acapulco. Mantenga presente el minuto con 40 segundos de anticipación de la alerta sísmica.
A las tres de la madrugada del día 25, con apoyo en los reportes de los aviones “cazadores” de huracanes de la Unidad de Reserva de la Fuerza Aérea de los EUA, se clasificó a Otis en categoría 5, la máxima, la más devastadora. Tres horas y 25 minutos antes de que impactara en Acapulco con vientos de 270 km/h. Más de tres horas de anticipación, no cien segundos como con los terremotos.
El Presidente en su mañanera del martes 24 de octubre, cuando ya se sabía que Otis tenía categoría 4, no dijo ni media palabra sobre la inminente catástrofe. Fue hasta las 9:25 de la noche de ese martes, que puso un X (un tuit, pues), alertando a la población con 84 palabras. ¿Cuántos guerrerenses estarán al pendiente de los tuitazos del Presidente?
Las autoridades locales y federales, sostienen que alertaron a la población. Cosa más rara. Nadie les hizo caso. O tal vez sea cierto el reclamo de la gente del lugar ya destruido por Otis: no nos alertaron, no nos avisaron. Porque, además, no es solo Acapulco, son varios otros municipios y ya van 27 muertos y tres desaparecidos. Es grave. Muy grave.
Si nuestras autoridades alardean (con razón), sobre las ventajas de contar con una alerta sísmica que da a la población un minuto y 40 segundos para protegerse de los sismos mayores, no se entiende que no sea posible atenuar hasta el mínimo los estragos de un huracán del que con días y horas antes, se conoce su potencia destructora.
Por cierto, ya comenzaron a reparar líneas de energía eléctrica y como es zona costera y nunca hay huracanes, se tienden cables en postes. De veras, ¿qué son tontos?… o es cosa de seguir “ahorrando”. Telmex reparó sus líneas el mismo día del huracán, ¿qué tiene Telmex que no tenga el gobierno?
Ahora los dimes y diretes son sobre si hay o no hay Fonden: no hay. Ahora hay recursos que se liberan si le da la gana al Presidente, que no enreden.
Y ya nada le comento de la visita del Presidente a Acapulco. El país espera aún una foto, una, de él en el lugar. Lo intentó, sí. Y está bien, sí. Pero como de costumbre, mal, por tierra, sabiendo que no había paso y no pasó, cuando tal vez esas horas cruciales desperdiciadas entre el lodo y el ridículo pudieran haber permitido emitir desde el día de la tragedia la declaratoria de emergencia que hasta ayer se hizo, advirtiendo que será publicada en el Diario Oficial de la Federación, hasta dentro de cinco días, contando este, o sea: no han emitido nada. Como siempre, distrayendo al respetable que parezca que sí pero no.

Deja una respuesta