Recoger varas: La Feria

0

Sr. López

Muy en privado, la prima Alicia alegó horas con su mamá, tía Susana, negando que hubiera ido a un motel (cosa gravísima en los años 50’s del siglo pasado), hasta que su mamá le dijo que la había visto saliendo una comadre suya, señora con fama de muy señora de su casa. Alicia, sabiendo de qué pata cojeaba su mamá, dijo: -Pero ella iba entrando –y tía Susana, chismosa profesional, dejó para mejor ocasión lo de su nena y puso toda su atención en tratar de averiguar quién era el corneador del compadre. Y tan fresca la prima.
Ahora resulta que es nota destacada en alguna prensa nacional, que -supuestamente-, el diario El Universal recibía pagos por 25 millones de pesos mensuales de parte de Genaro García Luna, para que no publicara información en su contra y cuidarle su imagen personal, según declaró un delincuente confeso en un tribunal de los EUA.
La Jornada, como su noticia principal, con letrotas, sacó: “Pagaba García Luna a El Universal para limpiar su imagen” (y como cintillo de la nota: “Entregaba $25 millones al mes, afirma testigo en el juicio en NY”); Reforma en su primera plana: “Denuncian sobornos de García Luna a El Universal”; La Prensa: “Exfuncionario de Coahuila declaró en juicio de García Luna que éste -sic- daba sobornos mensuales de $25 millones a El Universal”; otros dos diarios también pusieron en su primera plana la nota, pero sin mencionar el nombre del diario; los demás no se sumaron al coro.
El Universal, por su parte, publicó en primera plana su editorial institucional, negando la acusación. ¡Vaya!
A este su texto servidor, sorpréndase, le torció el hígado este asunto. En primer lugar porque esa casa editorial o cualquier otra empresa privada, tiene todo el derecho del mundo a vender su producto a quien le venga en gana; y su producto son las noticias que publica… o no publica.
En segundo lugar porque si hay alguien con el suficiente dinero como para pagar mensualmente 25 millones a un periódico para que publique su apología y alabanzas, pues muy su dinero.
En tercer lugar, porque ninguna empresa privada está obligada de ninguna manera a averiguar si sus clientes le pagan con dinero lícitamente obtenido, eso es trabajo de las autoridades, no del vendedor o prestador de servicios.
Y en cuarto lugar porque, calificar el pago de un cliente como soborno es tirar de los pelos al diccionario, sobornar es “dar dinero o regalos a alguien para conseguir algo de forma ilícita”. Sí, soborno es la mordida al de Tránsito o la comisión al funcionario que asigna contratos. Una empresa que cobra un bien o servicio, no recibe soborno, recibe su paga.
Otro asunto muy diferente es la llamada, “ética periodística”, asunto resbaloso que se ha definido de varias maneras, todas algo subjetivas. El afamado John C. Merrill (profesor emérito de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Missouri), ve la ética periodística como “la rama de la filosofía que ayuda a los periodistas a determinar lo que es correcto hacer en el periodismo.” El inmenso Luka Brajnović, cuya vida da para película de acción, doctor en derecho, licenciado en Teología, sobreviviente de campos de concentración, periodista por mérito propio, enseñaba que la ética periodística es “el conjunto de normas objetivas, válidas para todos los que ejercen esa profesión”. Y como se ve a simple vista, ahí tuerce la puerca el rabo: por un lado, la filosofía como auxiliar de los periodistas para que determinen qué es “lo correcto”; y por otro, normas “objetivas” válidas para todos.
Así, ¿qué es lo correcto?, perder clientela, comer o no comer, quebrar a la empresa y dejar sin trabajo a todos sus colaboradores, en nombre de la ética periodística, que sigue por definirse. O establecer unas normas válidas para todos, todos, los periodistas, ¿de veras?, ¿quién define las normas?, ¿son siempre válidas?… ¿sí?… ¿quién dijo?
Tal vez sin pretensiones de altos vuelos, pueda decirse que la ética periodística es no publicar mentiras y la obligación de corregir las publicadas. De acuerdo, pero ¿dónde está prohibido que un medio de comunicación cobre por no difundir notas negativas sobre alguien?, ¿cuáles son las tablas de la ley periodística en que está grabado en piedra que no se puede cobrar por hablar bien de alguien? Suena cínico pero todos los medios de comunicación, en cuanto empresas privadas, están muy en su derecho de hacer charamuscas con su contenido y cobrar por ello.
Se apresura su texto servidor a añadir tres cosas de importancia: cuando un medio de comunicación publica una falsedad haciendo cera y pabilo con el prestigio de alguien, debe enfrentar las consecuencias legales; y también cuando se daña la fama pública y buen prestigio de alguien publicando algo que siendo cierto no es delito y pertenece a la intimidad de esa persona. Estas dos cosas son la calumnia (acusación falsa), y la difamación (publicar indebidamente algo cierto). Y mucho se podría decir del inexistente derecho de los periodistas a meterse en la vida íntima de los personajes públicos. El derecho a saber todo no existe; el derecho a la intimidad, sí.
La tercera cosa que importa mucho decir es que estas consideraciones aplican a las empresas de comunicación, mientras que a los que juntamos palabras, no es obligatoria la veracidad, el mejor juicio de que seamos capaces y una pizca de valor cívico, sin buscar atajos a la decencia.
Y por cierto, la prensa paga el precio de publicar mentiras o imprecisiones, perdiendo reputación y lectores, lo que puede acabar en quiebra. Ahora mismo hay periódicos impresos dedicados a echar incienso y porras a la 4T… ya se acabará su actual fuente de recursos inconfesados y extrañarán a los lectores perdidos… y los anunciantes. El prestigio paga.
Sí asombra que en México se quiera hacer un escándalo con algo así. Hace falta algo mucho más gordo para que se le agite el copete al tenochca simplex. Esto huele a lo que es: revancha, otra. Que la gocen, les toca echar cuetes, ya vendrá el tiempo de recoger varas.

Deja una respuesta