Promesas etéreas: Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Quienes amablemente han leído esta columna de tiempo atrás, sabrán que el tema de hoy es recurrente, cíclico y en algún sentido inevitable, porque pareciera que no aprendemos. Aquí vamos.
Pareciera que realmente entendemos porque opinamos, discutimos, nos apasionamos y a veces hasta nos polarizamos a grados que parecen preocupantes. Al igual que otras naciones, nos asumimos capaces pero con frecuencia ese mismo potencial termina en decepción: El capitán no cumple, su equipo no acierta o peor aún incurre en fuera de lugar, no está lo suficientemente preparado o no da el ancho. Espejos vendidos en campaña.

Cada ciclo resulta históricamente en un mismo principio de románticas promesas: un timonel experto y experimentado, de piel clara, de apellido colonial, que ofrece conducirnos al más allá entre los mejores. El sucesor designado ofrece romper con los vicios y esquemas del pasado. Hacerlo distinto, con ciencia, con técnica y conocimiento; dejando de lado intereses mezquinos: acá lo importante es la mística, la garra, el compromiso. Nos lo juran y perjuran. Y caemos, caímos y muy posiblemente seguiremos cayendo.
Cada timonel, ahora el actual, promete trascender la cuarta línea y volvemos a creer, aunque las causas, los vicios de origen sigan sin corregirse y el único sustento sea el discurso. Volveremos a creer, volveremos a vitorear, a dejar la garganta y la energía en una promesa etérea. No aprendemos. Mucha suerte México. Mucha suerte señor Cocca. Mucha suerte selección nacional de fútbol en el próximo mundial. Ojalá y esta vez las promesas se cumplan y logremos trascender y llegar al quinto partido.

Oximoronas 1
En cartelera “La ballena”, protagonizada por Brendan Fraser y dirigida por Darren Aronofsky. Magistral, se siente exacto como una ballena que colosal y lentamente se desplaza, avisando que devorará nuestra emociones cual plancton. Imperdible.

Oximoronas 2
Falleció Protos en cumplimiento de su misión en Turquía. Un héroe de cuatro patas. Más entes como él. Menos como la periodista-hacendada-demodé que nos “representa” en Estambul.

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