Palabrotas: Ensalada de Grillos

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Ciro Castillo

Cómo estará la cosa en nuestro país que ya hasta en las televisoras y radiodifusoras dicen groserías sin recato.
Hace algunos sexenios eso hubiese sido impensable, pues ahí estaba la Secretaría de Gobernación para emitir sanciones y hasta amagar con quitar la concesión.
Dirán muchos y quizá con cierta razón que hay que defender la libertad de expresión; sin embargo, acotamos, eso no quiere decir que debemos caer en la violencia verbal.
Si estamos en contra de la violencia que, solo el fin de semana cobró más de 200 vidas en el país, entonces por qué razón “festejamos” la violencia verbal. Más bien, por qué razón la justificamos y la normalizamos.
La violencia es violencia en cualquiera de sus presentaciones, y comienza por los insultos, por las descalificaciones y por las malas palabras.
Hasta “El Teacher” Joaquín López Dóriga dice groserías durante su noticiero de la 1:30 de la tarde cuando ya no le alcanzan las palabras para hacer una crítica.
Algunos estudios indican que decir malas palabras en el momento preciso, pueden ayudar a expulsar todo lo acumulado en nuestro interior y a combatir el miedo.
Cuando se está, por ejemplo, en una situación de extremo riesgo, una grosería puede aliviar el estrés que se siente o la ansiedad que el momento provoca. Eso no quiere decir que la violencia verbal sea a cada rato y parte de nuestro lenguaje.
Toda esa violencia que se vive en las calles, entre los grupos de la delincuencia organizada, seguramente comenzó con algún grado mínimo de violencia y fue escalando.
Claro que también está ligada a la falta de aplicación de la ley, a la impunidad y a la corrupción, pero el origen está en la violencia verbal.
Entre menos podamos discernir nuestros problemas discutiendo sanamente y poniéndonos de acuerdo más daremos paso a la violencia.
Después la gente se sorprende cuando un estudiante llega con un arma a una escuela y la utiliza o causa “bullying” a un compañero, cuando se le ha festejado la violencia desde niño y se le ha mostrado que esa es una forma de vida.
La misma música que se difunde en redes sociales, en las televisoras, en las radiodifusoras, tienen cada vez más contenidos violentos, al igual que las telenovelas y las series.
Cómo queremos parar la espiral de violencia si empieza en nosotros mismos…

Fuego a la lumbre
Ahora bien, como hemos escrito aquí antes, entendemos los motivos que tiene el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para arremeter casi a diario contra la oligarquía, contra ciertos medios de comunicación y contra una “crema y nata” de la sociedad mexicana. Los que, dice, no pagaban impuestos.
Tiene razón cuando asegura que en el pasado había excesos, incluso de parte de empresarios de la comunicación que se metían a hacer negocios en áreas que no les correspondían.
Dice la verdad cuando habla de una clase política y económica que hacían y deshacían con el país, dejando siempre de lado a millones de pobres a quienes solamente se les miraba como botín político.
Ahora bien, todo lo que el predica desde su conferencia matutina pierde sentido cuando azuza a la violencia, aunque esta sea verbal, contra los comunicadores y contra cierta clase política que sigue siendo privilegiada.
Insistimos. Sabemos que su lenguaje comunica y conecta con millones de seguidores, pero también corre el riesgo de que un suceso violento ocurra por sus palabrotas.
Quien haya mandado a sitiar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para presionar a los ministros que han ido en contra del Poder Ejecutivo, solo para quedar bien con el Presidente de México, se equivoca.
Atizar el fuego cuando el país vive una espiral de violencia que parece el cuento de nunca acabar tendría que ser lo último que todos hiciéramos, especialmente los que se dicen representantes del pueblo.
Cuando las palabras no alcanzan para dirimir nuestras diferencias, reiteramos, lo que nos queda son las “trompadas”, y algunas de estas pueden ser fatales…

Aderezo
Dice el refrán que caballo que alcanza gana y eso podría estar pasando con el titular de Salud, Pepe Cruz, quien ha dicho “sí quiero ser Gobernador de Chiapas” y a últimas fechas su nombre resuena con más fuerza en la esfera pública y político-electoral.
No hay que perder de vista al oriundo del municipio de Juárez, Chiapas, pues es uno de los cercanos al gobernador de Chiapas, quien lo “placea” en todos los eventos en los que se presenta y no es casualidad.
José Manuel Cruz Castellanos ha puesto su sello en la Secretaría de Salud, por ejemplo, durante la pandemia, pero también con la aplicación de programas como las Brigadas Casa por Casa y los llamados Convoyes de la Salud.
Con su amplio caminar por todos los rincones de Chiapas y con la promoción de un servicio básico para la sociedad, como la salud, no sería extraño que el doctor pudiera dar la sorpresa. No se le puede perder de vista…

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(Foto: Tomada de La Jornada)

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