Otro cuento: La Feria

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Sr. López

Tía Fi (sí, Fi, de Fidencia, de las de Toluca), tuvo cáncer (varias veces), tuberculosis, sarna, paludismo, cirrosis, algunos infartos, diabetes y muchas enfermedades más que nunca padeció. Sería hipocondriaca o lo haría por llamar la atención, pero lo que se ganó fue que nadie le hiciera caso (de sus infartos recuerda este menda, uno en plena cena de Navidad, sin que nadie dejara la plática). Murió de vieja pero muy vieja, en su cama, dormidita, sana de punta a rabo. Cuando se supo de su paso al nuevo y definitivo estado de fiambre, la abuela Virgen, la de los siete embarazos, dijo: -Solo viendo el acta de defunción –ni modo.
No sé si alguna vez ha recapacitado en que las buenas noticias son bien recibidas solo en grupos pequeños de personas, amigos o familiares. Si alguien dice sentándose a la mesa “tengo una buena noticia”, todos le ponen atención y se congratulan al conocerla.
Sin embargo los medios masivos de comunicación aborrecen las buenas noticias. Lo que despierta el interés de la masa son las malas noticias y si se puede pésimas, mejor, porque de eso depende su número de lectores o el ‘raiting’, que se traducen en contratos de publicidad, en dinero.
La razón es que lo bueno es lo normal y no llama la atención. Estaría la cosa fatal si fuera noticia de horario estelar en la televisión, que una mamá dio pecho a su hijo, que un papá fue a trabajar o que un niño hizo la tarea. Eso no es noticia, bendito sea el Dios en que cada quien crea (que es el mismo en cualquiera de sus presentaciones, no se angustie).
Se lo comento por dos razones, la primera y más importante: el señor de Palacio ya aburre; la segunda; que ayer se voló la barda el secretario General de la ONU, António Guterres, quien en su sencillo pero tremendista discurso de apertura de la Cumbre de la Ambición Climática (¡zambomba!), dijo que por la crisis climática la humanidad ha abierto las “puertas del infierno” (Dante Alighieri exige derechos de autor).
Sí, según don Guterres hemos abierto las puertas del averno, del tártaro, del orco (el infierno de la mitología romana), vamos directo a “sequías, inundaciones, temperaturas sofocantes, incendios históricos, por los horribles efectos del horrible calor”. Y todo porque no entendemos: el cambio climático provocado por nosotros los humanos, nos lleva a la catástrofe planetaria (fondo musical sugerido, ‘O Fortuna’ de la Carmina Burana de Carl Orff).
Don Guterres muy en su papel de tremendo profeta bíblico, pronunció su sentencia al mundo, ante la representación de 30 países de los 193 que forman la ONU y sin la presencia de ninguna potencia (¿ve?, tiene razón, vamos al cataclismo universal, al holocausto, a la calamidad auto-infligida… no le hicieron caso los EUA, China, la Gran Bretaña… ni ninguno de los demás grandotes).
Lo del calentamiento global provocado por la humanidad, es cosa muy enredada porque hay científicos que aseguran que es un hecho irrebatible, pero también hay otros que sin negar la posibilidad, mantienen sus dudas sobre la seriedad de los estudios en que se apoyan los tremendistas que por cierto, están agrupados en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, un poquito más que cuestionado desde que se filtraron algunos documentos que ponen en duda su seriedad y su imparcialidad científica. Lo que se ilustra mejor sabiendo que el IPCC asegura que sus apocalípticas conclusiones las avalan 2,500 científicos, de los que algunos han declarado a la prensa que ni idea tenían de pertenecer a eso. Como encuesta de Morena.
Como uno ni entiende todo lo que asegura con terminología científica el IPCC, conviene echar mano del sentido común.
Si el planeta está como plancha y se están derritiendo los hielos terrestres, entonces que nos expliquen por qué, según la investigación de un equipo científico de la Universidad de Ohio, publicado en 2022 en la revista Nature Climate Change, desde 1979, el hielo antártico (el del Polo Sur), aumenta y sigue aumentando. Digo, con estos calores.
O si de veras las selvas están como jardín de camellón mexicano, cómo es posible que la NASA reporte que según lo que observan con sus satélites, la masa verde del 70% del mundo es mayor que nunca, un 40% mayor que hace 33 años (lo llaman ‘greening’, reverdecimiento), cosa que atribuyen al CO2, nuestro temido súper enemigo de tira cómica (de Batman, por ejemplo), porque el CO2 es el alimento natural de las plantas, como todos sabemos.
Y hablando del CO2 que los indolentes humanos producimos sin miedo al abismo, sin meternos en explicaciones científicas que uno ni sabe si son ciertas, reflexionemos en que sin coches ni fábricas echando humo, está bien registrado en la historia que del siglo X al XIV, entre 400 y 500 años, hubo un clima exageradamente caluroso (el ‘Cálido medieval’, lo llaman)… que fue seguido por la ‘Pequeña edad de hielo’ o ‘Pequeña glaciación’, que duró hasta mediados del XIX.
Son hechos bien registrados y no son raras las pinturas y grabados en los que aparece congelado el Támesis, en mero Londres. Los estudios de la NASA fijan ese enfriamiento entre 1550 y 1850 con tres periodos más fríos todavía, con intervalos de calentamiento que no tienen la menor idea qué los produjo (bueno, la menor sí tienen pero son explicaciones indescifrables para uno que es de a pie).
Como se vea, lo que no podemos negar es que nuestro querido planeta ha cambiado varias veces de clima, completito, y a las glaciaciones siguieron periodos de calentamiento y los cuatro gatos que componían lo que ahora llamamos humanidad, no tenían coches, no quemaban carbón, ni refinaban gasolinas. Algo pasa que no sabemos y los científicos suponen, esperando que en bien de sus sueldos, nos traguemos todos el cuento que se les vaya ocurriendo contarnos.
Y anticipa este su texto servidor que no defiende que contaminemos ni que ensuciemos, no, pero tampoco dejar que nos roben la paz unos cuantos listos, porque atrás de esto hay un inmenso negocio, pero eso, es otro cuento.

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