No estorbar: La Feria

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Sr. López

Tía Licha y tío Óscar tuvieron seis hijos, cuatro niñas y dos varones, y en esa casa todo mundo hacía lo que le pegaba la gana, ir o no a la escuela, cocinar o no, hacer las camas o no; el tío era abogado pero dejó la profesión para manejar un taxi… o no. Aquello era el despelote perpetuo. Ya viejita tía Licha, viuda, con tres nietos de papás anónimos y sus dos hijos sin oficio conocido y clientes frecuentes de bares y estaciones de policía, en una sobremesa familiar, dijo que su familia le daba muchos disgustos y la deslenguada tía Victoria, la cortó: -Licha, los disgustos se los buscaron tú y el desobligado de tu marido, y lo de ustedes nunca fue familia –enmudeció el palenque. Era cierto.
¿Cómo funcionan los países?… sí, cómo. Para mucha gente esa pregunta aplica en directo a los gobiernos, suponiendo que del funcionamiento de ellos, los gobiernos, depende el de los países pero no es exactamente así porque las naciones son el agregado de muchas, muchísimas cosas dispares y semejantes, con diferentes dinámicas e intereses.
Por lo pronto, los países, las naciones, son todos los habitantes de un territorio bien delimitado y que se gobiernan. Un territorio deshabitado, no es nación, no es Estado (y será del primero que lo ocupe). Un territorio habitado sin fronteras delimitadas, defendidas y hechas respetar, tampoco (por eso las tribus nómadas no pudieron alegar derecho real sobre las regiones que recorrían). Y por último, un territorio acotado y habitado, pero sin gobierno, tampoco es un Estado, no es una nación, no es un país, para serlo debe tener gobierno propio, aunque sea defectuoso.
Así, ya teniendo un verdadero país enfrente, la pregunta es: ¿cómo funciona?, pues por la suma del trabajo de sus habitantes que contribuyen a los gastos comunes, los del interés general.
Eso del trabajo va de picar piedras o cavar zanjas, a hacer cirugías de corazón, dar cátedra, pintar cuadros, recoger la basura, escribir novelas, hacer tacos, bailar ballet, vigilar calles, construir puentes o regar jardines.
Toda actividad humana retribuida que genera bienes o riqueza, es trabajo y conviene siempre agregar: por supuesto es trabajo el agobiador e interminable trabajo doméstico (por cierto: salvo los casos de estudios remunerados de niveles avanzados, que producen documentos o avances científicos, estudiar no es trabajo, cosa interesante saber que en México los estudiantes se van a huelga, oxímoron si los hay).
Como sea, no hay en toda la historia ningún grupo humano ni país en el que no se trabaje. No hay países de… perezosos. Desde los grupos más primitivos de la prehistoria, se ha trabajado, recolectando frutos o correteando mamuts para la cena y ya luego, asombrosamente avanzada nuestra especie, sembrando y cuidando ganado domesticado.
Recapacite por un momento en el casi infinito número de diferentes actividades que día a día se realizan en México para que esto funcione como país. La próxima vez que abra la llave del agua y salga agua, piense en la larga fila de personas dedicadas a muy diferentes cosas, gracias a las que es posible semejante cosa; lo mismo al encender la luz, al pedir uno de maciza con cuerito o al comprar unos zapatos.
Nada se hace solo, todo depende de la conjunción de diferentes e incontables esfuerzos de innumerables personas que ni se conocen entre sí, y todas esas personas juntas ejecutan el prodigio del concierto cotidiano que hace posible la vida civilizada, con sus problemas y hasta sus alarmas, pero se vive, se va viviendo.
No estorba recapacitar en que es diminuta la aportación del gobierno, de los gobiernos, a eso que hace que los países funcionen, el trabajo general generador de bienes y riqueza, sin disminuir la importancia de los gobiernos en su ámbito.
A los gobiernos toca la provisión de aquellos bienes y servicios que nadie produciría por propia iniciativa, los bienes públicos, la seguridad y la defensa nacional, el servicio médico a quien carece de recursos para pagarlo y en general la seguridad social; junto con la representación del propio país ante las demás naciones. Y no necesariamente son competencia exclusiva del gobierno asuntos como la educación, la construcción de obras públicas o la explotación de los recursos naturales, cosas todas que muy bien puede hacer y hace la sociedad.
La función principalísima de cualquier gobierno es NO estorbar a la sociedad, mediante la aplicación imparcial y siempre igual de las leyes, respetándolas, sin manipularlas jamás; de tal manera que las excepciones por parte del gobierno, al respeto al marco legal, que a fin de cuentas son las reglas con las que se conduce la colectividad y cada individuo, sean eso, excepciones, y sean castigadas al ser conocidas. Un buen gobierno es eso y sin eso, no será sino una sofisticada banda de delincuentes que se hizo con el poder político, en perjuicio de sus gobernados (viera usted qué buen negocio es enriquecerse con el trabajo ajeno y sin riesgos).
Hemos dicho a brocha gorda qué hace funcionar a los países. Bueno, lo que entorpece, dificulta y hasta impide su funcionamiento, es el mal gobierno. Punto.
Ahora tenemos a dos candidatas a la presidencia de la república. Parece que habrá un tercero de parte de la gavilla propiedad de Dante Delgado. Da lo mismo. La próxima presidencia de la república estará a cargo de una mujer, ya era hora.
Sería bueno que las candidatas supieran que la palabra candidato, viene de la costumbre en la antigua Roma de que quienes buscaban el voto para hacerse con un cargo público, vistieran sobre su túnica, una toga blanquísima (había quienes hacían trampa y le ponían polvo de tiza para que reluciera), esa prenda en latín se llamaba la ‘toga candida’, la toga blanca, y de eso salió nuestra palabra candidato, símbolo de pureza y compromiso ante los votantes a ser eso, puros… aunque por la historia de Roma no parece que sirviera de mucho, pero, bueno, hacían la lucha. Ojalá estas dos señoras sí nos ayuden a ser país, nomás con no estorbar.

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