No borde del abismo: La Feria

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Sr. López

Rigurosamente cierto: se incendiaba la casa de tío Mario y los vecinos fueron a querer ayudarle (en Autlán no había bomberos), y los despachó con sus muy malos modos de siempre: -¡Bola de metiches!, lo de mi casa lo arreglo yo –y se quedó sin casa.
Las drogas, no los fármacos, las drogas, las sustancias psicoactivas que alteran el acto voluntario de la persona, la cocaína, la heroína, el opio, muchas más y todas las sintéticas, son dañinas, son terribles, son lo peor… no… hay algo peor que las drogas: prohibirlas.
Prohibir la producción, comercialización y consumo de drogas es una reverenda estupidez que no impide la producción, comercialización y consumo de drogas y causa inevitablemente, la aparición bandas delincuenciales dispuestas a correr cualquier riesgo y cometer cualquier atrocidad, dadas las inmensas ganancias que genera el mercado ilícito de drogas.
La torpeza de la prohibición se aprecia mejor al ver que hay drogas como el alcohol que es legal en casi todo el mundo, aunque haya alcohólicos que arruinan su vida y la de sus familias, sin perder respetabilidad los grandes apellidos y grandes empresas productoras y comercializadoras de bebidas alcohólicas. El correcto consumo de alcohol, es responsabilidad de cada consumidor y solo de él. Y los gobiernos solo regulan sin prohibir; cada quien es libre de ponerse ciego de ebrio diario, mientras no se le ocurra andar perdido en la calle o manejando el auto. La desastrosa experiencia de la Ley Seca en los EUA de 1920 a 1933, dejó muy claro que prohibir es peor.
Por impedir el olvido, recuerde que este problema global inició cuando Richard Nixon declaró el 17 de junio de 1971: “La adicción a las drogas es el enemigo público número uno de Estados Unidos”, y dio inicio a la guerra contra ellas, imponiéndola al mundo presionando a otras naciones y a la misma ONU, aunque la verdad era muy otra, como declaró a Harper’s Magazine en 1994, John Ehrlichman, quien fue su jefe de Políticas Internas de la Casa Blanca:
“La guerra contra las drogas se lanzó para contener a dos enemigos: la izquierda antiguerra y la gente negra. Sabíamos que no podríamos hacer ilegal protestar contra la guerra o ser negro, pero al hacer que el público asociara a los hippies con la mariguana y a los negros con la heroína, y al criminalizar ambas cosas severamente, podríamos desbaratar comunidades (…) podíamos arrestar a sus líderes, catear sus hogares, terminar con sus juntas y vilipendiarlos noche tras noche en los noticiarios nocturnos. ¿Sabíamos que mentíamos sobre las drogas?, claro que sí”.
Y con el inmenso poder de los EUA, empezó esta espiral de atrocidades que a nuestro país ha costado centenares de miles de vidas y colosales cantidades de dinero desperdiciado, que bien pudieron invertirse en educación, prevención y tratamiento de adictos; aparte de erosión institucional creciente y corrupción de militares y policías, sin contar que hoy, el 61% de los presos (cerca de 130 mil personas, dato al 2020 del Censo Nacional del Sistema Penitenciario Federal y Estatal, Inegi), están en la cárcel por delitos relacionados con las drogas, la mayoría por posesión y sin sentencia, ahí nomás, pudriéndose.
Pero no dramaticemos: la población mundial es de poco más de 8 mil millones y la ONU estima que anualmente usan alguna sustancia de tráfico ilegal, unos 300 millones, el 3.75% de los terrícolas; no son pocos, pero del total, son unos cuantos. Y mueren a causa de su vicio, medio millón al año, más o menos el 0.89% de las defunciones anuales en todo el mundo, que suman aproximadamente 56 millones de fiambres.
Ya en estas, según el estudio publicado de la revista The Lancet en 2019, la población mundial que consume alcohol ronda el 60% y los que beben en exceso son el 23% de los adultos (frente al 3.75% de drogadictos), y considere que el alcohol, según la Organización Mundial de la Salud de la ONU, causa más de 200 enfermedades y una serie de trastornos mentales aparte de provocar el 5.3% de todas las defunciones del mundo (por las drogas, el 0.89%, no se le olvide). Cifras de espanto, sí, muy superiores a las drogas… pero el alcohol es legalito. Algo anda mal.
Pero así las cosas y estando como estamos, no nos queda sino resignarnos a que la legalización absoluta de las drogas es algo muy lejano, aunque ya hay tímidos avances en algunas partes respecto de la marihuana y hasta de las drogas duras en los Países Bajos (Holanda, pues), en donde sus legisladores, considerando que no tiene solución el problema del consumo de drogas, decidieron mejor regular y controlar el daño, sin leyes punitivas que lo empeoran (y haciendo la vista gorda con los importadores a gran escala, ilegales pero tolerados)… y ha descendido su número de drogadictos, sorpresa.
Dicho todo lo anterior, de verdad urge que alguien le explique al Presidente lo del problema del fentanilo en los EUA (y luego en México, pero es otro asunto). Ténganle paciencia, nada de “¡ay, Andrés!”, no, con buenos modos hasta que asimile que lo del fentanilo para el vecino de arriba, NO es un problema de adicciones, es un inmenso problema social, político y sí, sin duda, de seguridad nacional.
El actual gobierno de los EUA y cualquier otro que siga, no se va a resignar a que México prometa que ya va a hacer algo, que no creen que ya lo estemos haciendo. Ellos lo que sí saben es que ya llegaron a más 107 mil muertes al año por esa cochinada que se produce en México, con los ingredientes que nuestros narcos compran en China y Myanmar (Birmania). Ellos lo único que no tragan es la estrategia de “abrazos, no balazos”. Ellos no (NO), confían en el Presidente.
Los gobernantes de los EUA son muy capaces de realizar ataques aéreos o mediante drones, contra laboratorios y guaridas de narcos, en nuestro territorio, violando toda ley y negándolo con el habitual cinismo con que suelen comportarse cuando de defender sus intereses se trata.
El Presidente tiene la obligación de no dejar el país al borde del abismo.

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