La bicicleta verde: Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Quienes me conocen pueden dar cuenta de mi afición por la bicicleta como medio de transporte. No soy ciclista que baje pendientes pedregosas ni salga a rodar extenuantes distancias de ruta en carretera. Lo mío, lo confieso, es más bien un intimísimo momento conmigo, sintiendo el aire, escuchando las bocinas de los coches, los gritos de las personas, las ramas que crujen al pasar sobre de ellas. Es evocar mi niñez, cuando hacia los mandados que encargaba mi abuela, buscando cualquier pretexto para montarme y salir con ese armatoste verde, grande, que parecía un dragón de metal y caucho.

El permiso materno se limitaba a las banquetas pero gradualmente tuve que bajar y hacerme de un espacio en el concreto, aprender a cuidarme de los autos, de camiones, de taxis y de combis; era fantástico llevar a mi hermanito Gil encaramado ahí conmigo y juntos, sin saberlo, trazar los mejores recuerdos de esa infancia: si, sin lugar a dudas mi juguete favorito de esos tiempos fue la Kentucky que me regalaron mis padres cuando cumplí once años. Me fascinaba tanto como hoy me pasa con mi máquina rodada veintinueve, algo así como una talla extra-extra-extra-large-. Tener la opción de llegar en ella a mi trabajo hace que mi día inicie aún mejor que cualquier día bueno. Rodar es sinónimo para mi, de juego y de alegría. Es sinónimo de libertad.

Traigo a colación todo lo anterior porque me encuentro hoy una nota en la prensa en la que se informa de un ciclista atropellado por un trailer en el Estado de México, para más señas, un trailer en el que se informa también, viajaban escondidos 168 migrantes. Doble delito. O qué decir del accidente de diciembre pasado en el que nuevamente un automovilista -esta vez ebrio- embistió a doce peregrinos guadalupanos que rodaban hacia la Basílica. 

Ayer también apareció otra nota en la que se relataba el caso de una ciclista que fue atacada con gas pimienta por solicitar a una conductora moviera su auto mal estacionado sobre una ciclovía en la Ciudad de México.

Las bicis y los ciclistas existimos y somos más de lo que parecemos: De acuerdo al último censo del INEGI, en dos de cada diez hogares de nuestro país, algún miembro se transporta en bicicleta y la cifra de víctimas fatales presenta un preocupante subregistro: tan sólo en la Ciudad de México, durante el año 2019, 306 personas perdieron la vida a bordo de su bicicleta según grupos de ciclistas promotores de la actividad, mientras las autoridades de salud reconocen menos de doscientas. Lo habitual. 

Es frecuente que ante el riesgo, diversas personas opinen que “andar en bici será opción hasta que haya condiciones para ello”, quienes elegimos movernos en bici creemos que las condiciones se darán justo a partir de ir ganando la calle, paso a paso, o mejor dicho, pedalazo a pedalazo.

Hoy, un buen número de ciudades además de CdMx cuentan con ciclovías razonablemente seguras y transitadas: Puebla, Guadalajara, Mérida, Tuxtla. Se avanza. Sigamos pedaleando responsablemente y disfrutando la libertad.

Oximoronas 1

Hoy Día del Maestr@, como cada año y en cada ocasión que puedo verles, mi abrazo y mi agradecimiento infinito a mi Maestra Amanda Moguel, a mi Maestra Vicky Hernández Zenteno, a mi maestro Rodríguez Domínguez Q.E.P.D; a mi ex jefe y colosal maestro, Roberto Castañón,  a mi maestro Luis González de Alba, y desde luego a la Maestra de mi Cora, mi cobachense amada, mi Maestra Les.

Oximoronas 2

La invasión rusa no cesa aunque tampoco se impone, y se especula respecto de la salud de Vladimir Putin. La asistencia millonaria de los EEUU se sostiene y Europa, temerosa de un Putin todavía más ambicioso, se aglutina: Suecia y Finlandia solicitan su ingreso a la OTAN. Los rusos se darán por ofendidos. El desenlace será largo.

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