Sr. López
Allá por 1950, un tal Hemigdio oriundo de la capital del país, conoció por casualidad a tía Obdulia -de las de Autlán- y pasó a ser tío Hemi. Aparte de adinerado por herencia, era un brillante abogado de la Libre de Derecho y también, distinguido egresado de la Facultad de Filosofía y Letras.
Hablaba cinco idiomas y eran fama su cultura y su elocuencia. La tía solo era muy guapa y su fama era otra, pero nada más en Autlán así que en la Ciudad de México la cosa pasó desapercibida.
Tuvieron cinco hijas, todas como su mamá, de guapas y de modos.
Ya grandecitas las niñas, una fue sorprendida en plena ejecución de un acto lúdico de gimnasia rítmica en pareja; el tío profirió varios insultos que ratificaron su riqueza retórica pero no pasó de ahí: se le iba la fuerza por la boca. Después a otra de las “niñas” la tuvieron que sacar de la preparatoria, por practicar el teorema de Pitágoras con el profesor de álgebra, siendo la hipotenusa cierta parte del caballero y los catetos las piernas de la prima; esa vez aprendieron nuevas palabras en su casa: baldón, vilipendio y mácula… y tampoco pasó a mayores, aunque hubo órdenes tonantes, medidas de apremio y vigilancia, amenazas y muchas esdrújulas, que no impidieron el ejercicio de las actividades hidráulico-recreativas a las que se fueron incorporando las otras tres.
Con motivo de los disgustos que regularmente le procuraban sus hijas, las llamó busconas, pupilas, cortesanas, turras, pelanduscas, casquivanas, cocotas, barraganas, pindongas, fulanas, canaanitas, daifas, targelias, lagartas, entretenidas, cabuqueras, guarripandas, suripantas, trotonas, candongas, zurriagas, mesalinas, trolas, disolutas, trilladas, cantoneras, zurriagas, guarras, golfas, ninfas, rofas, servilias, espintrias, agripinas, amancebadas… al tío se le iba agotando el léxico y aquello no paraba.No habían entonces ni ahora, academias militarizadas para mujeres y no se supo si se le ocurrió a él o se lo aconsejó alguien, pero un invierno mandó a las cinco a un internado de monjitas en Irlanda. Santo remedio, a los dos años regresaron pasmadas de frío, igual de güilas, eso sí, pero más discretas que un Notario (o iban de regreso a Irlanda). Luego se le fueron casando y el problema ya no fue de él.
Sabida es la enorme habilidad presidencial para insultar, descalificar, ningunear y despreciar a cualquiera que no le brinde apoyo incondicional o disienta de él en cualquier cosa. Absoluta e incondicionalmente con él o contra él, sin medias tintas.
Al asumir el cargo habló bien y dijo que sería Presidente de todos (no es cita, lo dijo a su manera). Gustó. Pronto sus hechos y más que nada sus dichos, dejaron muy claro que la conjunción ‘y’ no está en su léxico, para él, gobernar no es él ‘y’ los demás, sino él ‘o’ los demás, los otros, que por no coincidir en sus propuestas o proyectos, pasan a enemigos, a traidores a la patria. No cede jamás en nada y la verdad es lo que él diga, no lo que la realidad manifieste, por eso sus ‘otros datos’ (que jamás aporta), por eso sus iniciativas que no pueden ser cambiadas ni en un punto ni una coma, todo o nada, con él o contra él.
En sus primeros tres años y cuatro meses de gobierno, ha topado con tres obstáculos que lo irritan mucho: la ley, el Congreso y la Suprema Corte.La ley, ya sea la Constitución o cualquier otra, si significa variar alguna de sus disposiciones, si impide que se ejecute alguna de sus órdenes, es injusta y no le interesa, lo ha dicho, sobre la ley la justicia (no es cita tampoco), y la justicia es lo que él diga, faltaba más… y no ha podido hacer charamuscas con la ley por lo que la viola, sin rubores, como ahora con lo de no hacer propaganda de la consulta de revocación.
El Congreso, porque nunca tuvo los dos tercios de curules necesarias para reformar la Constitución a su gusto y sabe que su reforma a la industria eléctrica, como él la quiere, tiene tantas posibilidades de ser aprobada como Alfredo Adame de ser Premio Nobel de la Paz o el Noroñas de casarse con Isabel II (que está viudita).
La Suprema Corte porque ha emitido varias sentencias contrarias a sus intereses, como el rechazo a ampliar dos años el periodo del Magistrado Presidente; limitar el monto de los salarios de todos los funcionarios, por encima de sus derechos adquiridos; impedir diez años que un funcionario se contrate con empresas privadas del ramo de su labor pública, por sobre el plazo de tres años que dispone la Constitución, fallo que ayer calificó como “aberración”… y tal vez sí sea, pero eso dice la Constitución, esa que juró cumplir y hacer cumplir.
Es de ayer otra de la Suprema Corte de Justicia: le invalidaron la facultad otorgada por el Presidente para él mismo, de disponer discrecionalmente, a su gusto, por decreto, de los recursos “ahorrados” por sus medidas de austeridad, lo que en los hechos significaba hacer reasignaciones presupuestales limpiándose el extremo inferior de su sistema digestivo con la Cámara de Diputados, única instancia facultada para autorizar el Presupuesto de Egresos.
También el muy ninguneado Tribunal Electoral Federal, le dio un gran disgusto cuando destituyó a su magistrado presidente, el tal Vargas, exhibido como probabilísimo corrupto e indudable fidelísimo servidor del Presidente de la república.
Así en medio de este vendaval de fiascos y adjetivos, ya casi llegamos a la fecha de realización de la consulta de revocación del mandato y es tan grande el interés del Presidente en que salga a votar mucha gente, que a algunos no pocos alarma y piensan que es plan con maña cuando es solamente una exigencia de su ego, un desesperado intento de confirmarse a sí mismo y ratificar que el “pueblo bueno” no se da cuenta de nada, particularmente de las montañas de cadáveres, la quiebra de las finanzas públicas y la desconfianza del mundo sobre si en México prevalece el estado de Derecho.
Otra vez estamos en un sexenio perdido con un gobierno que se describe en dos palabras: ineficacia y verborrea.