Ideas viejas: La Feria

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Sr. López

Tío Neto era un macho de diccionario enciclopédico y en su casa solo él mandaba. Sí. Pero era un muerto de hambre y tía Concha su esposa, era muy rica, rica de nacimiento y tío Neto antes de abrir la boca, le preguntaba qué debía mandar. Ella lo mantenía porque lo quería y lo dejaba dar las órdenes, pero era la que mandaba y a veces le decía a sus hijos: -Pídanle permiso a su papá pero le dicen que dije que se los dé -se divertían.
En sus orígenes, el poder, entendido como el mando sobre los demás, no era sino la imposición del más bruto y sus similares.
Luego la cosa se presentó menos a lo bestia. El poder venía de fuerzas misteriosas que los brujos, chamanes y embaucadores de cada tribu, decían que estaban del lado del que curiosamente, resultaba ser el que tenía la macana más grande.
Semejantes disparates se superaron. Se desecharon las mitologías y llegó el cristianismo que con su sólida filosofía aristotélico-tomista y su refinada teología, sostiene que el poder viene de Dios y lo sostienen a la fecha, ya matizado: ahora la voluntad de Dios se manifiesta a través del pueblo que delega libremente en alguno la autoridad, que así, sigue viniendo de Dios… fuera bueno.
Así, en lo general, ya superada la Edad Media (del siglo V al XV, mil añitos), en el mundo hubo reyes y emperadores, acompañados de nobles, esa aristocracia que vista con la lente moderna, parece un enjambre de parásitos, desdeñando lo no poco que en su momento significaron para atenuar las brutales costumbres de la masa, fomentar el pensamiento y desarrollar las artes.
Poco más de cuatro siglos después, en la independencia de los EUA en 1776, sin expulsar formalmente a Dios, incorporaron a su doctrina política los ideales de la Ilustración, ese terremoto del pensamiento en Europa que proponía libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia, progreso y gobiernos constitucionales, regateando los derechos de las mujeres, los negros y en particular, con mucho ahínco, de la iglesia romana, pues su propuesta de una sana separación Iglesia-Estado, embozaba la aspiración masónica de arrasar al catolicismo (lo que niegan).
Y le siguieron en su torno al bat, los franceses con su revolución sanguinaria (1789-1799), también masónica, que terminó con el absolutismo, lo que parece muy bien, ignorando pros y contras del Antiguo Régimen. Pero da lo mismo, así fue y así es.
La Revolución Francesa obsequió a Europa con Napoleón, de modo que aprendimos gracias a los refinados franceses a matarnos en masa y sucedieron guerras antes inconcebibles: las siete guerras napoleónicas (de 1803 a 1812), seguidas de la Paz Armada (en Europa), el imperialismo y otra vez a matarnos al mayoreo: las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), sin dejar de mencionar la fiesta de sangre y vejaciones que fue la Revolución de Octubre, la de 1917, la bolchevique en Rusia (que no fue, nunca fue comunista), con el monstruo de Lenin a la cabeza, seguido por el brutal Stalin, verdadero Cronos del socialismo soviético que devoró a sus hijos después de castrar al partido; Stalin, indiscutible campeón mundial del crimen (junto con Mao en China, no seamos díscolos).
A estas alturas, si paciencia me tuvo, estará usted pensando “¿y a mí, qué?” Bueno, mire: después de la Segunda Guerra Mundial en medio planeta se implantó la democracia como la nueva religión conductora de los países (en la otra mitad los soviéticos impusieron su cínico imperialismo).
Las democracias occidentales con dinero, golpes de Estado y la constante prédica de su dogmática, le fueron ganando terreno a ese falso comunismo de la Rusia soviética, pero, ojo, no porque las ideas tengan fuerza ni puedan triunfar sobre los fusiles, sino porque las democracias modernas al respetar la libertad de los individuos, respetaron la libertad de comercio y propiciaron un estallido de progreso nunca antes conocido que abrumó a los países del llamado bloque comunista, en permanente crisis de desabasto e ineficiencia. La dominación militar soviética cuesta fortunas; la influencia mutua mediante el comercio y por las buenas, produce mucho dinero. Ya sabemos qué se impuso, le llamen como le llamen los nostálgicos de los regímenes de partido único, de los gobiernos de un solo hombre. Ya va usted entendiendo.
Ahora de unos años acá, se ha puesto de moda decir que la democracia está en crisis. Puede ser aunque no se propone algo nuevo que la sustituya sino el regreso a las autocracias y dictaduras (China, Xi Jinpin; Rusia, Putin; Cuba, el castrismo; Venezuela, el lépero ese; Turquía, Erdogan; Hungría, Viktor Orbán).
En México, ni eso, ahora estamos soportando un régimen errático ya agónico, que en lo económico es capitalista; en lo político, socialista vergonzante, porque ni se atreven a llamarse así; y en el discurso, pobrista, predicando lo que don Manuel A. Solanet, define como “la exaltación de los pobres, poniendo el énfasis en su defensa frente al resto de la sociedad. Es un enfoque clasista aunque distinto al del marxismo. No se sintetiza en los trabajadores versus el capital, sino en los pobres frente a los ricos y el poder económico. Mientras el marxismo habla de la explotación, el pobrismo habla de la exclusión y el descarte”.
Con la 4T, los pobres son y serán pobres, no hay movilidad social con programas sociales, sin políticas de Estado que fomenten la riqueza. La 4T solo aspira a redistribuir la riqueza de otros (los que pagan más impuestos), con una miope visión inmediatista que nada resuelve mientras derrocha los recursos del país, los de todos, con la complicidad de un selecto grupo de empresarios que medran con la 4T. Muy mal.
La esperanza puede adormecer la acción. Es la certeza en la democracia que desecha sin violencia lo estéril, lo que debe ser el motor de todos el próximo 2 de junio. En las urnas se resuelve esto.
Y mientras, aquí estamos como en la prehistoria, aguantando a unos pocos que se imponen al resto, ahora con la macana del erario, predicando una nueva era con ideas viejas.

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