Humanizar el poder

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José Antonio Molina Farro

“Aún estamos aquí, en mitad de la globalización”

Hay sucesos dramáticos, creadores de tragedias y preñados de destino. Tiempos decisivos que trascienden la vida de individuos y de pueblos enteros. Hace 28 años, el 1 de enero de 1994 inició la insurrección armada contra el Estado mexicano, encabezada por el EZLN. Alcanzó difusión internacional por sus demandas de justicia y reivindicación de los  derechos de los pueblos indios, y su reconocimiento como entidades políticas constitutivas del Estado. Coincidió con la entrada en vigor del TLC, firmado por México, Estados Unidos y Canadá. Los eventos han sido ampliamente documentados por prestigiosos académicos e intelectuales de las mejores universidades del mundo.  No es mi intención, por lo mismo, hacer un repaso de lo acontecido. Sí lo es, hablar de un ser humano de excepción, quien asumió el cargo de gobernador  del estado  el 18 de enero de ese mismo año, y a quien correspondió iniciar las negociaciones y el alto al fuego con los zapatistas, que encabezó el comisionado federal Manuel Camacho Solís: Javier López Moreno, político y estratega a la altura de las circunstancias. Un compendio de humildad, talento y capacidad de negociación. Difícil conjunción en muchos políticos de hoy. 

La viabilidad de cualquier orden social complejo depende, en último término, de la existencia de un acuerdo mínimo sobre los valores que deben presidirlo. Es este acuerdo o consenso moral mínimo lo que nos hace falta en Chiapas y en México. De ahí la intención de quien esto escribe, de evocar a un humanista espontáneo, optimista, generoso, efusivo, profundo y alegre, todo ello aunado al hábito de cortar despreocupadamente los nudos gordianos en una forma que nos asombraba a menudo. Su lenguaje, su muy característico lenguaje, es un medio que López Moreno inventó porque así lo exigía la circunstancia. Tenía un ritmo robusto, ponderado, bastante uniforme y fácilmente reconocible. Un estilo es individual cuando la persona que lo usa está dotada de características claramente marcadas y logra crear un medio para la expresión. La categoría predominante de Javier, el principio de organización central de su universo moral e intelectual era una imaginación histórica tan fuerte y tan amplia que abarcaba el presente y el futuro. Había en él un deseo y una capacidad de encontrar orientaciones morales e intelectuales, de dar forma, carácter y coherencia a la corriente de los sucesos. Veía la historia y la vida como un gran espectáculo renacentista. 

No se resignó a ver a los chiapanecos en un papel marginal en la solución del conflicto. Consumado el magnicidio de Colosio, me invitó a una reunión de Estado en Los Pinos. Presentes, Carlos Salinas de Gortari, Carlos Rojas Gutiérrez, Emilio Gamboa Patrón, Víctor Cervera Pacheco, Roberto Salcedo Aquino y Héctor Hernández Llamas. Zedillo en campaña, ya nombrado en marzo nuevo candidato del PRI machacaba dos frases, “Quiero ser claro: en México no hay intocables” y “No es legítimo usar algo que nos duele y nos enoja a todos para beneficio político”. Advertí en el presidente Salinas un auténtico pesar, inocultable pesar por el asesinato de Donaldo. Sobre temas torales y fatigado el ánimo decía, “Véanlo con Zedillo”. Bien sabemos que en febrero de 1995 el gobierno lanzó una ofensiva militar contra el EZLN, una especie de guerra de baja intensidad que se prolongó hasta el año 2000, año en que cambió la correlación de fuerzas en México y en Chiapas.

López Moreno tenía una sensibilidad desarrollada a grado genial. Su fe tan apasionada en el futuro, su confianza tan clara en nuestro poder para moldearlo, implicaba un conocimiento sensible, consciente o semiconsciente  de las tendencias de nuestro medio, de los deseos, esperanzas, temores, amores y hasta odios de los chiapanecos. En una ocasión le pregunté, asombrado por su vigoroso activismo, cuál era su secreto. Le dije, vitamina «P» de poder, verdad? No, ¡»P» de pasión! Cualquiera que sea la actitud que se adopte respecto de él, se le debe reconocer como un gobernante en grande de nuestro tiempo. El negarlo sería ceguera, frivolidad o falta de honradez. Entrabas con preocupación y angustia a  plantear un problema y salías sonriente, optimista y con soluciones. Chiapas vivía momentos aciagos, brutalmente angustiantes en ese año. Vaya si lo supo el país, si lo supo el mundo entero. Con su talento, responsabilidad, olfato y determinación, salimos de ese dificilísimo trance. Vayan pues algunos de sus pensamientos, muy vigentes en nuestro escabroso medio:

<<Que gobiernen los que humanicen la política…los sensatos, los que sean confiables y propaguen certidumbres. Que gobiernen los que nos den razón para creer y los que, con nuestra participación, le hagan campo a nuestra esperanza>>. <<Los que mejor impulsen y conduzcan el cambio, ésos que gobiernen. Que no gobiernen los que estorben la transformación o la teman, los que se paralicen ante ella, los que se pasmen>>. <<Que no lleguen al poder los que crean que desde ahí podrán ejercer venganza contra su pobreza de origen o quienes piensen que así podrán comprarlo todo>>. <<Es tan cambiante el mundo de hoy, que no hay sabiduría bastante para dominarlo todo: se requiere capacidad de adaptación>>. <<A lo cargos públicos no necesariamente deben llegar los que más saben, sino los que más rápido aprenden>>.

<<Para gobernar se requiere don de mando y don de gentes. No es demasiado, aunque tampoco sea poco; es lo necesario>>. <<Don de mando porque hay que situarse a la cabeza y decir por dónde y a qué hora, con colaboradores que digan cómo. Don de mando porque hay que ordenar: entender que el saber del mando nace del aprendizaje de la obediencia>>. <<Don de gentes para no caer en el autoritarismo, para evitar la prepotencia, para no perder el piso, para no embriagarse con el incienso. Se puede gobernar sin caer en la solemnidad, sin ser estatua antes de tiempo. Se puede gobernar y ser feliz, o al menos sin hacer infelices a los otros>>. <<En suma, don de mando y don de gentes para humanizar el poder: eso es todo>>.

Así piensa, así habla, así ejerció el poder político  el gran humanista chiapaneco, Javier López Moreno.

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