Hay peor: La Feria

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Sr. López

Existe el envilecimiento colectivo, la degradación general. Piense si no, en el nazismo en Alemania de 1933 a 1945. Alemania, país con una impactante pléyade de filósofos, artistas, científicos y personajes históricos; país con una educación promedio superior a casi todo el resto del mundo desde el siglo XVIII.
Y así, se entregaron al nazismo, a Hitler, ofrendaron la vida de millones de sus hijos en una guerra imposible de ganar que iniciaron sin justificación y al final, con todo perdido, se descubrieron cómplices en el mejor caso por ceguera voluntaria, de atrocidades de las que no se sabían capaces pero las toleraron, y de las que fueron responsables por su adhesión al lodazal nazi.
Acomoda recordar que el muy destacado jurista Ernst Forsthoff, que con sesudos escritos intentó legitimar el régimen nazi, afirmaba que “los individuos están subordinados ya sea al Estado absoluto o al Pueblo (‘Volk’), bajo la dirección de un caudillo”. Téngalo presente: la persona subordinada al Estado, dirigida por un caudillo. No lo olvide.
Hay más ejemplos, la Italia fascista, la Rusia estalinista, la China maoísta… falta espacio. Como salió Alemania, recordemos que terminada la Segunda Guerra Mundial, asumiendo los horrores que como país causaron, sin excusa posible, surgieron pensadores, juristas y políticos de talla, más que dispuestos a lavar la cara a su nación, estudiando, analizando y criticando, ese negro y entonces reciente pasado. Uno de ellos no tan conocido por estos lares, es el filósofo y teórico social izquierdista, Theodor W. Adorno (1903-1969), autor de obras que nutrieron a la Nueva Izquierda europea: ‘Dialéctica de la Ilustración’, 1947; ‘Minima Moralia’, 1951; y ‘Dialéctica negativa’, 1966; que supone este menda, a usted le importan poco. De acuerdo.
Pero don Adorno, es coautor (con Sanford, R. N., Frenkel-Brunswik, y E., Levinson, D. J.; claro), de un estudio, la Teoría de la Personalidad Autoritaria, publicado en 1950, en el que entre otras cosas, se analiza cómo es que regímenes autoritarios y hasta opresivos, ganan apoyo popular y mantienen el poder. Lo interesante es su descripción de la personalidad autoritaria (“personalidad fascista”, la llama), de los integrantes de esos regímenes. Ya vamos llegando a Pénjamo.
Dice don Adorno que sus características son: mentalidad rígida, inflexible, se oponen a cualquier idea discordante con las suyas; adhesión ciega a la figura de autoridad, sin cuestionar las decisiones y acciones de su líder; hostilidad e intolerancia con quienes perciben como diferentes; fuerte tendencia a controlar y dominar a otros; trato agresivo y despótico con sus subordinados y con quienes consideran inferiores por ser diferentes; y adoptan actitudes y comportamientos acomodados a los de su líder, lo imitan.
De eso, dicen los que dicen que saben, resulta que la personalidad autoritaria, deviene en liderazgos individualistas y en populismo; y ya en el poder, fomentan la polarización política y social; inducen la discriminación y desigualdad, dividen al pueblo entre buenos y malos; impulsan la educación en sus propios valores y sistemas de ideas, ideologizan la pedagogía.
Como ve, ese estudio de mediados del siglo pasado, que tuvo sus detractores, no se crea que no, se ajusta a los líderes que hoy gobiernan en México y quieren seguir haciéndolo.
Respecto de Andrés Manuel López Obrador, repasar sus prendas políticas y la calidad de su gobierno (es un decir), es perder el tiempo, lo conocemos de sobra y de sobra sabemos de lo que es capaz. Pero ya se va… y sí se va a ir.
Claudia Sheinbaum es el actual peligro para México. Repase si quiere la descripción de la personalidad autoritaria, verá que la describe a ella, con el agravante de que ella sí es inteligente y sí es izquierda, de la radical, cosa respetable, porque cada quien que piense como le dé la gana, pero a tomar muy en cuenta si estamos hablando de elegirla Presidenta de México. La cosa cambia, mucho.
No sabe su texto servidor qué opinión tenga de la periodista Denise Dresser, pero es señora seria y profesional, eso sí. Participó en la más reciente emisión del programa Tercer Grado, en el que entrevistaron a Claudia Sheinbaum y ayer publicó que según ella, en el programa, doña Sheinbaum, reveló quién es y qué piensa. Lo resume así (no es cita textual):
Ella decide cuáles son los temas que le importan a la gente y si es cuestionada lo considera una ofensa a la investidura presidencial. No investigará y continuará protegiendo a los corruptos de su partido, a los allegados a la familia presidencial, y al Partido Verde, su aliado.
No dialogará ni buscará acuerdos con la oposición, la considera ilegítima y buscará disminuir su presencia en el Congreso. No cree en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la división de poderes o en el pluralismo o en la presunción de inocencia, o en la responsabilidad de tener una interlocución honesta con la población. No admite errores ni reconoce el imperativo de corregirlos. Rechaza que exista la militarización pero nombrará un mando militar de la Guardia Nacional.
Miente sin el menor reparo y está dispuesta a maquillar/tergiversar cifras aunque presume sus credenciales “científicas”. Divide al país en buenos y malos, colocándose a sí misma y a su partido como los “verdaderos demócratas” y catalogando a los demás como mexicanos a los cuales no necesita respetar, entender o convencer.
Una de las conclusiones de doña Denise es que si no gana la elección, doña Sheinbaum desconocerá el resultado. No es exageración. Fue la primera pregunta que le hizo René Delgado en el programa, que si reconocería la derrota, en caso de perder la elección presidencial. Y doña Sheinbaum de bote pronto, respondió: “Hay que ver cómo se desarrolla. Siempre hemos dicho que nosotros confiamos en el pueblo de México”.
Si gana los comicios será Presidenta y no llegará engañándonos. Así es. De nosotros depende. Mire este sexenio y decida con su voto si desea más envilecimiento. Hay peor.

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