Enderezar jorobados: La Feria

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Sr. López

“El problema nomás es que los hijos crecen”, decía tío Atilo -de los de Autlán, al que bautizaron así porque Atila era nombre de mujer… así de finito se hilaba por esos lares en esos ayeres-, y lo decía explicando los pleitos bíblicos que tuvo con los suyos porque cuando se hicieron adultos se acabó lo de trabajarle gratis en el rancho (“¡Que soy su padre!”, alegaba él para seguir explotándolos). Sí… el problema es que crecen.
No es tan fácil determinar cuándo una sociedad ha madurado lo suficiente como para que su forma de gobierno pueda disminuir sus facultades y tamaño, atajando lo más posible el poder de los gobernantes, para que la gente se gobierne a sí misma, si no en todo, en mucho; sociedades rurales con poca gente que supiera leer y escribir, progresaron mucho y se convirtieron en naciones industrializadas con un robusto intercambio comercial y gobiernos casi de adorno, como los Estados Unidos después de su independencia de la Gran Bretaña (por eso costó casi sangre implantar el pago de impuesto sobre la renta). También debe decirse que es poco afortunado proponer teorías políticas válidas universalmente, pues cada país es distinto y no es lo mismo tomar decisiones en Suiza con 9 millones de habitantes, que en la India con 1,400 millones de pobladores y 22 idiomas oficiales (!).
Como sea, soplan vientos de fronda para las democracias con sistema representativo (como es la nuestra, al menos en el papel), en las que la gente vota, elige gobernantes y sanseacabó, que lo demás se supone consiste en que los elegidos hagan respetar y respeten la ley y eso no es tan fácil, se necesitan espíritus puros, ajenos a las interesantes tentaciones del poder.
En México teníamos fe ciega en que nuestro problema era la falta de democracia, pues durante 70 años un solo partido tuvo el monopolio de la política y el gobierno. Bueno, en el año 2000 La Patria (la señora de toga blanca de la portada de los libros de texto gratuitos), parió robusto bebé (don Fox, el Alto Vacío), la gente se echó a las calles a celebrar… y no pasó nada, vino una decepción nacional de la democracia mal entendida a que aspiraba el tenochca simplex, tanto, que el odiado partidazo regresó al poder dos sexenios después, con los resultados que explican la llegada al poder, en esta vuelta, de una sola persona, que no partido (ni ‘movimiento’, que los movimientos sociales son otra cosa).
Así, ahora estamos por tener por primera vez, un ejercicio de democracia directa (la consulta de revocación de mandato), que se nos presenta como la concreción del onceavo mandamiento de la ley de Dios: “el pueblo pone, el pueblo quita”. Sí, Chucha.
La democracia directa es un espejismo, los referéndums, plebiscitos y consultas populares, son un peligro y encima, es una idea muy vieja, la intentaron en Atenas hace 2,500 años y luego a fines del siglo XVIII a resultas de la Revolución Francesa, Nicolás de Condorcet propuso la consulta popular sobre la Asamblea y así quedó en la Constitución jacobina de 1793; pero don Condorcet acabó preso (y dijeron que se suicidó); lástima. Encima, no es una propuesta exclusiva de demócratas: el régimen del fétido Francisco Franco, en España, implantó la Ley del Referendo Nacional en 1945. No es tan buena compañía.
Suiza es ejemplo mundial en democracia directa y por ella, las mujeres no consiguieron el voto hasta 1971 y debe anotarse que suspendieron durante la Segunda Guerra Mundial su democracia directa y no fue tan fácil reinstalarla después, porque la mayoría votaba que prevaleciera la representativa, dejando los asuntos de la política nacional bajo la responsabilidad de los gobernantes electos; la reinstalaron cuatro años después de terminada la guerra (el 11 de septiembre de 1949), con apenas el 50.7% de los votos, por un pelito.
Sin embargo avanza en el mundo esto de consultar al electorado como reacción ante el desprestigio y desconfianza en la democracia representativa, o sea, en los partidos políticos, los gobernantes y los cuerpos legislativos, a pesar de que no ofrece ninguna certeza de oportunidad o acierto que vote toda la gente o mucha gente, pues amplía el margen de error al ser imposible que el elector común y corriente tenga los conocimientos necesarios para decidir los asuntos nacionales; pregúnteles a los británicos a qué les sabe la boca por la salida de la Unión Europea (el Brexit).
Así las cosas, ahora nuestro Presidente impulsa con vigor la consulta popular de revocación de su mandato. Puede ser un ejercicio de narcisismo político, seguro como está que la gente va a votar por el ‘No’ (que no se vaya, que termine su periodo), pero no es la dirección correcta sembrar en la conciencia colectiva el derecho a decidir todo pues ese recurrir al ‘pueblo’ frecuentemente es el engaño con que se instalan autocracias en el menos malo de los casos y dictaduras en el peor, así se impuso el tal Hugo Chávez, por poner un ejemplo de demolición de instituciones por “mandato popular”. Cuidado, eso es mucho peor que todos los desatinos de la democracia representativa.
El raro entusiasmo presidencial por la consulta de revocación, lo ha llevado a proponer que si el INE no la hiciera (?), él podría realizarla (con encuestadoras particulares), y lo haría, como hizo consultas ilegales para detener las obras del aeropuerto de Texcoco, construir su trenecito Maya y clausurar la construcción de una cervecera en Mexicali.
Y eso pudiera explicar la necedad de no otorgar suficiente presupuesto al INE para realizar la consulta, pues no es nada fácil conseguir los 35 millones 650 mil votos necesarios para que sea vinculante, pero hacerla así, caserita, le permitiría proclamarse el gran campeón. Pero sí la hará el INE pues aunque parezca que los ciudadanos somos como eternos adolescentes a la hora de cumplir nuestros deberes cívicos, en esto de confiar en nuestro INE, todos estamos de acuerdo.
Lástima señor Presidente, pero a Dios no le da por conceder caprichos ni enderezar jorobados

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