El segundo piso: La Feria

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Sr. López

Tal vez usted no se acuerde que en la Ciudad de México en 1968, hubo una marcha de mujeres defendiendo la minifalda; en la prensa aparecieron fotos de señoritas (más bien, mujeres jóvenes, uno qué va a saber), mostrando unas, apenas tantita pierna y otras, casi la mitad; nada del otro jueves. En una sobremesa de domingo, el muy severo tío Alfredo las calificó de fulanas, pindongas, furcias, pelanduscas, cortesanas, mesalinas, zorras, busconas y trotacalles (no decía groserías, eso no); tía Rosita, sana y lúcida a sus cien añitos de edad, le decía que no juzgara, pero el tío remató: -A esas güilas les falta un varón, padre o marido, que las meta en cintura –el domingo siguiente llegó a la comida familiar su hija mayor, Beatriz, con una verdadera minifalda, que terminaba donde empiezan las… ya sabe qué. Silencio. Y Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, dijo: -A ver tío, enséñenos cómo se mete en cintura a una güila –tía Rosita asintió sonriendo, el tío se fue, Pepe le pagó a Beatriz la apuesta. Cosas veredes.
El señor-presidente, ayer, habló del problema de violencia en Guanajuato, dijo que el Gobernador tiene que atenderlo porque está “totalmente fuera de control”. Y sí, los últimos cinco años, Guanajuato ha encabezado la lista de violencia en los estados por su número de homicidios dolosos; el año pasado al 16 de diciembre, acumuló 3 mil 29, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Pero la afirmación presidencial no toma en cuenta el número de pobladores del estado. En todo el mundo y en México, el índice de delincuencia se presenta por cada cien mil habitantes. No son lo mismo 10 asesinatos en un pueblo de cien habitantes, que en un país de cien millones. Con cifras del año pasado, Guanajuato no está entre los cinco estados con peores índices de violencia por cada cien mil habitantes, que son: Colima, Morelos, Baja California, Chihuahua y Sonora.
Pero, igual, uno no es nadie para poner en duda la sacra palabra presidencial, estamos claros: el Ejecutivo del estado no atiende eso y Guanajuato está “totalmente fuera de control”. Santa palabra.
Nada más que con ese criterio, resulta que el país está “totalmente fuera de control” y el Ejecutivo federal es responsable, digo, siguiendo el criterio del Presidente, como a él le gusta.
Mire usted: en este gobierno (es un decir), del 1 de diciembre de 2018 al 26 de marzo de 2024, iban 182,791 homicidios dolosos, más los que se acumulen en los seis meses restantes del periodo, que van a llegar al paso que vamos, cerca de los 200 mil homicidios.
Como las comparaciones son odiosas, comparemos: en el periodo completo de don Fox, fueron 53,275; con Calderón, 102,812; y en el de don Quique Copete, 130,626.
Curiosamente, en el capítulo de sumiso humorismo involuntario, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, sostiene que el transcurso del sexenio de López Obrador, se ha logrado una disminución del 0.4% en homicidios dolosos. Doña Sheinbaum dice lo mismo pero como sí sabe aritmética, lo llama “tendencia”, que la “tendencia” es a la baja. Pues qué raras explicaderas porque la tendencia nos ha llevado a que este sexenio sea ya el de más homicidios dolosos de nuestra historia.
Por cierto, ya luego sabremos qué tan ciertos son los informes oficiales, porque están reclasificando asesinatos dolosos, como culposos (matar en pleito o lo que sea pero sin premeditación ni ningún otro agravante), o “por otras causas”. Un ejemplo: en Tabasco, entre 2020 y 2021, se reportó una disminución del 25% de homicidios dolosos, con un incremento del 41% de culposos. Fácil. Y no es majadería suponer que están bajando tramposamente el número de homicidios culposos, ya los vimos tratando de desaparecer desaparecidos.
Pero para ser parejos, recurramos al índice de homicidios por cada cien mil habitantes. En diciembre pasado la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, publicó su informe sobre homicidios en el mundo; entre los países con más asesinatos, México aparece en el cuarto lugar, con 26.1 homicidios por cada 100 mil habitantes, debajo de Brasil, Nigeria e India.
Ese índice de 26.1 homicidios por cada cien mil habitantes, es muy escandaloso. El índice mundial promedio es de 5.8; así de gordo es nuestro problema. El índice por continentes, es: América, 15; África, 12.7; Oceanía, 2.9; Asia, 2.3; y Europa, 2.2; pero, la “tendencia” es a la baja y ya bajó el 0.4%, de veras, ni la burla.
Los de la ONU no se chupan el dedo y están enterados de que según nuestro gobierno, van a la baja los homicidios y sugieren que eso puede ser por lo que llaman la “pax mafiosa”, para referirse a “la reducción de la violencia cuando una organización criminal, como los carteles de la droga, ejerce un dominio hegemónico sobre un territorio”; ¡zaz!, si sube malo, si baja también, mientras no sea por la decidida intervención de las autoridades.
Aparte, el Comité Contra las Desapariciones Forzadas de la ONU presentó su informe del 2021, recomendando “abandonar de inmediato el enfoque de militarización de la seguridad pública” en el país. Pero el Presidente, contestó: “Ningún organismo internacional va a ponernos en el banquillo de los acusados si estamos actuando con legalidad, con humanismo, si no permitimos la corrupción, si no permitimos la impunidad; ¿qué pueden hacer? Inventar, eso sí”.
Ok, son inventos de la ONU, pero igual, mal andan las cosas; no se tapa el sol con un dedo. Este sexenio acumula aparte de los 182,791 muertos por homicidios dolosos; más 704,358 muertes por exceso en la pandemia del Covid 19 (dato duro del Inegi, chéquelo); más 3,833 niños con cáncer que no fueron atendidos; más 44,207 desapariciones. Suma: 935 mil 189 cadáveres.
La historia es muy cruel y sus reseñas detalladas de los eventos la gente suele resumirlas con despiadadas síntesis. Así la cuarta transformación quedará en el recuerdo colectivo como el sexenio del millón de muertos… y van por el segundo piso.

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