CIRO CASTILLO
El lunes cayó un “diluvio” en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. De inmediato salta a la vista la falta de planeación que por décadas fue permitida por todos los gobiernos municipales, quienes no pudieron o no quisieron aplicar los reglamentos.
Las precipitaciones pluviales, que estuvieron acompañadas de rachas de viento de hasta 50 kilómetros por hora, causaron inundaciones en más de una veintena de casas y derrumbaron 23 árboles, algunos de los cuales aplastaron al menos dos automóviles.
El arroyo Potinaspak se salió de su cauce, como lo ha hecho antes. No es casualidad que este y otra veintena de arroyos que cruzan la capital del estado para confluir en el río Sabinal hagan su travesura, aunque la mayor travesura es de la población que se asentó donde no debía.
Ahora, con el paso de las décadas, Tuxtla se convirtió en una ciudad caótica, en la que también los afluentes naturales reclaman su espacio que les fue arrebatado cada año con nuevas colonias y nuevos fraccionamientos. Fueron ellos, los afluentes, antes que la población que no respetó a la naturaleza.
A este problema agréguele la tremenda contaminación que todos los días ocurre en las calles y en los hogares. A la gente se le sigue haciendo muy fácil abrir la ventana del auto y lanzar la basura.
La basura llega a las alcantarillas y las taponea, lo que convierte en “lagunas” a las mismas calles y avenidas.
Auméntele que hace muchas décadas que empezamos a llenar de pavimento los cientos de colonias que conforman la capital de Chiapas.
El asunto es todavía peor si volvemos la mirada al Norte y al Sur de la capital del estado más empobrecido del país, donde hay decenas o quizá cientos de construcciones que se han “comido” la montaña si ningún tipo de planificación.
Así, cuando ocurre una inundación, cuando las corrientes de agua inundan calles y avenidas, cuando los árboles aplastan autos, cuando el agua se mete a las casas, solemos darnos golpes de pecho y quedarnos con el Jesús en la boca, pero quién es el gran responsable, lo cual nos lleva a una “pregunta filosófica”: ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
HEMOS AVANZADO, PERO NO APRENDIDO LA LECCIÓN
La participación del Ejército Mexicano y los cuerpos de auxilio fue positiva ante esta emergencia. Actuaron de inmediato ante la emergencia del lunes. Hicieron lo que estaba en sus manos; sin embargo, una vez ahogado el niño” no se puede hacer mucho.
La gente que resultó afectada reclama que la autoridad solamente llegó y se concentró en limpiar alcantarillas de calles y avenidas, pero que no hizo más.
No se puede hacer mucho más. La prevención ha avanzado, pero únicamente sirve para saber cómo actuar en caso de una eventualidad, es decir, cómo reducir riesgos. De educar a la gente para no enfrentar a las fuerzas naturales.
Hay avances, hay más recursos, hay más capacitación, pero también sigue habiendo irresponsabilidad de todos los sectores sociales, quienes creemos que nunca nos va a suceder. Cuando nos apropiamos de una porción de tierra para construir o para cultivar, nunca pensamos qué fue primero, el huevo o la gallina…
SE CONSUME LA SELVA AMAZÓNICA
En días recientes uno de los temas nacionales e internacionales ha sido los cientos de incendios en la selva del Amazonas. Dicen que la afectación equivale a más de tres veces la Ciudad de México.
Aparentemente, el palomeo de un gobierno de derecha provocó que productores de soya y ganaderos prendieran fuego a la región para ampliar sus espacios de producción y exportar a China.
El mundo voltea a ver una situación tan desastrosa y nos alarmamos porque se trata de una de las selvas más grandes del mundo. Dicen que es un “pulmón” del planeta.
Todos criticamos, todos queremos ayudar, todos compartimos las “cadenas” de información que se comparten vía redes sociales, pero no todos nos ponemos a pensar en lo que a diario hacemos para dañar, no a la selva amazónica, pero sí a nuestro entorno. Aquí mismo tenemos nuestra Selva Lacandona, la cual también pide ayuda a gritos…
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