Cuidados intensivos: La Feria

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Sr. López

La abuela Elena, la paterna, la de Autlán, casi recién casado su hijo, le dijo a su flamante nuera: -No lo celes, si lo quieres traer marchando, tienes que saber cuánto gana y llevar las cuentas -era sabia.
Mientras nos las ingeniamos para sobrevivir al bombardeo de ‘spots’ de quienes buscan algún cargo de elección popular y súbitamente cayeron en cuenta de que necesitan los votos de la gente y se apresuran a conseguirlos con promesas que ya después verán si las pueden cumplir, lo que es lo de menos para algunos candidatos (porque hay de otros, no sea pesimista); mientras eso, podemos revisar aunque sea a brocha gorda, cómo estamos en el país.
México como democracia, está reprobado. Lamento decírselo sin anestesia. Cada año desde 2006, la Economist Intelligence Unit del Economist Group (los de la revista The Economist), publica su Índice de Democracia de 167 países; para su análisis, considera 60 indicadores a través de 5 categorías clave, que son: proceso electoral y pluralismo; cultura política; participación política; funcionamiento del gobierno; y libertades civiles. La calificación va de 10 a cero, como en la escuela; en el año 2023, México obtuvo 5.25 y eso es reprobar. Quedamos en el bloque de países como Bangladesh, Papúa Nueva Guinea o Nigeria. Algunos países gobernados por amigos del Presidente tampoco andan bien: Cuba, 2.65; Nicaragua, 2.50; Venezuela, 2.23… dime con quién andas.
Dejemos eso en remojo y pasemos al trepidante tema de la corrupción. Oficialmente como es de usted bien sabido, en México ya no hay corrupción; la escalera se barrió de arriba para abajo; el pañuelito blanco del Presidente ondea proclamándolo y llenando de orgullo a cierto sector de los tenochcas simplex: ¡Es un honor estar con Obrador! (¿cómo pensarán adaptar eso a Claudia Sheinbaum?, con Sheinbaum no rima nada y con Claudia, sí pero no acomodan: estudia, preludia y repudia… haberlo pensado antes).
Como sea y sin incurrir en la peladez de recordar asuntos como Segalmex, Zaldívar, Dos Bocas, el trenecito Maya, el millón de viejitos que no existe y cobran su pensión del Bienestar, los sobres, las maletas, los videos, las grabaciones, los contratazos de mi Generalazo, la casa gris, etcétera, etcétera, etcétera… cosas todas de las que ni hay pruebas (además de que Loret no ha dicho cuánto gana), recurramos al Índice de Percepción de la Corrupción 2023 de Transparencia Internacional, que mide la corrupción en el sector público de 180 países y territorios, publicado en enero pasado:
México, quedó en el lugar 126 de esos 180 países y empatados con Kenia y El Salvador sacamos una calificación de 31 puntos (cien puntos es la calificación máxima), o sea, muy reprobados. Llevamos igual tres años seguidos. Somos el país peor evaluado de todos los 38 que formamos parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y entre las 20 principales economías del mundo, estamos en penúltimo lugar (nos salvó Rusia de ser el peor de todos).
El presidente de Transparencia Internacional, François Valérian, ha dicho: “La corrupción seguirá prosperando hasta que los sistemas de justicia puedan castigar las malas prácticas y mantener a los gobiernos bajo control. Cuando se compra la justicia o se interfiere políticamente con ella, es la gente la que sufre. Los líderes deben invertir plenamente y garantizar la independencia de las instituciones que respetan la ley y luchan contra la corrupción. Es hora de poner fin a la impunidad de la corrupción”.
¡Ah!, y también sostiene don Valérian, que algo sabe del tema, que “(…) la libertad de prensa y de opinión, son fundamentales para la lucha contra la corrupción”. Es cierto. Pero no debe dejarse de señalar que no es raro que los medios de comunicación informen mal o de plano, mientan, claro, es el precio a pagar, pero el remedio infalible para los abusos y corruptelas de los gobernantes, es la prensa libre, libérrima, además de que hay leyes para que políticos y funcionarios se defiendan de acusaciones falsas de la prensa libertina.
Es falsa la disyuntiva entre prensa libre y seguridad del Estado. Y al revés, es indudable la mala ralea del gobernante que reprime o ataca a la prensa. No se trata de que les gusten las críticas o reportajes en que salen mal parados; se trata de que respeten a quien informa. Un primer pésimo síntoma de que alguien es un mal gobernante, es su intolerancia a la prensa. Eso no falla.
Claro que no depende de la prensa, esto de atajar y disminuir todo lo posible la corrupción, corrupción que siempre habrá, porque nunca falta un truhan, pero la corrupción que sí se puede erradicar es la estructural, la que se institucionaliza, la que es divisa de ciertos gobiernos. Y eso depende completamente de las instituciones de fiscalización, de procuración e impartición de justicia, en el caso de México, la Auditoría Superior de la Federación (la ASF, órgano técnico de la Cámara de Diputados), la Fiscalía General de la República (que es un órgano autónomo); y el Poder Judicial (que es otro poder del todo separado del Ejecutivo). Es vital si queremos un México con futuro, mantener la división de poderes y que los diputados federales asuman lo que a final de cuentas es su responsabilidad: ellos deben fiscalizar el gasto público, lo demás es música de viento. ¿Quiere soñar?, imagine un México sin gobiernos corruptos.
Y de regreso a lo de las campañas. Las candidatas a la presidencia de la república (don Álvarez, calladito, usted sonría), están en lo suyo, hacen propuestas, bailan, besan bebés moquientos, abrazan desconocidos. Muy bien. Pero lo que de verdad importa es que aparte de jurar que van a cumplir y hacer cumplir la Constitución, hagan dos compromisos:
Fortalecer a la ASF, dotándola de dentadura y delegaciones en cada estado; y respetar en serio la división de poderes. Si a usted no le preocupa ni tantito que doña Sheinbaum nos esté ofreciendo modificar el Poder Judicial, está usted para cuidados intensivos.

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