Corte de caja: La Feria

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Sr. López

A tía Amelia le criticaban que sus doce hijos varones habían sido el terror del barrio y sus alrededores y ella decía que sí, que era cierto, que eran unos salvajes, pero que los doce habían terminado carrera y a todos les iba bien. Era cierto.
Oook… estamos de acuerdo, el mexicano es un birria de ciudadano. No nos interesa la política. Le aguantamos lo que sea a los gobernantes. Somos indolentes en el cumplimiento de nuestros deberes cívicos. No votamos. Dejamos que los marrulleros electorales, los mapaches, hagan de las suyas. Vendemos el voto. Lo rentamos. Somos una birria. ¿Sí?… pues no parece que tanto.
Para empezar, aunque le parezca increíble, México es un país respetado en el mundo. Con sus altas, sus bajas y sus actuales muy bajas, México recibe de parte de los países desarrollados y las potencias, un mucho mejor trato -dicho sea con respeto-, que el resto de América Latina, que pasó el siglo XX entre golpes de estado, dictaduras, regímenes militares, gobernantes impresentables y sigue con su tradición ya en el XXI (casos de estudio Cuba, Nicaragua y Venezuela), y económicamente se debate entre crisis recurrentes con una producción anémica.
Lo anterior con la excepción de Brasil que sí es el “gigante del sur”, con su Producto Interno Bruto -PIB- de poco más de 1.92 billones de dólares anuales, frente al de México de 1.42 billones (datos del Banco Mundial), pero con 90 millones más de habitantes que nosotros, por lo que el PIB de Brasil por cabeza es muy inferior al de México que está en el lugar 67 del mundo mientras Brasil está en el 80; sin mencionar que la política en Brasil sigue siendo la ley de la selva: un presidente suicidado (Getúlio Vargas, así, con acento), un expresidente encarcelado (Lula da Silva), una presidenta destituida (Dilma Rousseff, hoy bajo acusaciones penales), un Jair Bolsonaro de pena ajena y muchas más lindezas ante las que el priismo del siglo XX mexicano, aparece como un remanso de legalidad, paz y progreso.
Claro que influye en favor de México su ubicación geográfica, pero eso no explica que formemos parte del principal bloque económico mundial (el T-MEC), ni por estar donde estamos, somos el principal socio comercial de los EUA, por encima de Canadá, China y Europa, con exportaciones que rondan los 500 mil millones de dólares al año (casi 1,370 millones de dólares diarios), y con saldo muy a favor de México entre lo que les vendemos y les compramos.
Y lo más importante es que eso no es resultado de los esfuerzos de producción del gobierno, cuya especialidad es quebrar empresas (Pemex y CFE, como tarjetitas de presentación); no, esos resultados son mérito de la iniciativa privada y de la capacidad de trabajo de esa birria que se supone que somos y no somos, y que nos tiene como la economía número 15 del mundo (según el Banco Mundial), por encima de todos los países de habla hispana, a pesar del enorme tropezón de la pandemia del Covid-19 y de los esfuerzos del gobierno federal actual de asustar inversionistas.
Y espérese a que cambien los vientos políticos: México puede subir como cohete gracias a la relocalización de empresas (el “nearshoring”), que puede llevarnos a un crecimiento anual superior al 6%. Ya se alistan los más grandes inversionistas para instalarse en México, solo esperan que corrijamos el rumbo y se abandone la política esquizofrénica de la actual administración que les da mucha desconfianza con su doble discurso y su manía de intentar hacer charamuscas con la realidad y la ley; y algunos elementos muy importantes para no descartar a México, son la solidez de nuestra Suprema Corte, del Tribunal Electoral y del INE, que pudieron contener a este gobierno cuando estaba en la cúspide de su poder político.
Por supuesto no se trata de poner color de rosa la situación nacional. México tiene problemas muy serios que pueden mandar al traste todas las expectativas. El principal es la creciente criminalidad. Sin la efectiva recuperación de la seguridad pública, el país fracasará no solo en lo económico sino, lo más triste, en lo social. Todas las metidas de pata y pifias de este gobierno federal, tienen remedio, a condición de que realmente se contenga, primero, y se reduzca después, la inseguridad. Nada funciona sin seguridad pública. Este es el reto principal del próximo gobierno. Lo demás es música de viento.
Los que dicen que saben, afirman que el desarrollo de las naciones depende de sus recursos naturales; sus recursos demográficos; sus estructuras político-administrativas que fomenten el desarrollo cultural, científico y tecnológico; su respeto riguroso a la ley… y su capacidad para asegurar la paz interior, la aplicación de la ley. El gobierno de México tiene que recuperar sin ideologización, sus políticas de apoyo a la cultura, la ciencia, la tecnología; el estado de Derecho sin discusiones, y arrasar con la criminalidad. No es fácil, pero si comenzamos el primer día del próximo gobierno, estaremos un día más cerca de lograrlo.
De regreso a que somos una birria de ciudadanos… no esté tan seguro: esta gente, nuestra gente, sin gritos ni sombrerazos, a golpe de votos, echó al PRI, eligió al PAN, regresó al PRI y le dio una oportunidad al actual Presidente. No hay electores secretos: los mismos que votaron por unos, lo hicieron por otros. Nadie tiene escriturados los comicios en México.
Si la gente estuviera feliz, feliz, feliz, con el actual régimen, no le hubiera dado dos millones más de votos a la oposición en el 2021 (Morena y asociados, sumaron poquito más de 21 millones de votos; la oposición sumó poquito menos de 23 millones). ¡Ah! y en las próximas elecciones no aparecerá en la boleta López Obrador, a ver cuál de sus ‘corcholatas’ es capaz de levantar votos como él porque también hay que tomar en cuenta que no hay ‘morenismo’.
La gente decidirá por quién vota, pero tenga presente que este gobierno debe muchas y la historia electoral prueba que la gente las cobra y el 2 de junio de 2024, es corte de caja.

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