Cleto el Fufuy: La Feria

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Sr. López

Tío Lucho era adinerado, no ricote, pero tenía lo suyo. Su esposa, tía Luisa, era 23 años menor que él y rechinaba de guapa. Cuando él sintió que la muerte lo rondaba de cerca, redactó su testamento, dejando todos sus bienes y dinero en un fideicomiso, cuya única beneficiaria era la tía mientras no volviera a casarse, en cuyo caso todo pasaba a un convento de monjitas. Frío el tío y leído que fue el testamento, tía Luisa, no movió una pestaña… pero antes del año se supo que tenía concubino y no hubo modo de que le quitaran un peso de lo que recibía y recibió el resto de su larga vida. Donde las dan, las toman.
No hay misterio, el testamento político existe y su texto de dos cuartillas en 20 párrafos, redactados con claridad y hasta elegancia, es un modelo de convicciones patrias y previsiones dadas por el bien de la nación y el pueblo.
Aparte deja un testamento personal que solo atañe a su esposa y los suyos, por lo que nadie ajeno a ellos tiene derecho a conocer su contenido; solo debe decirse que lo magro de su legado material ratifica su honradez y austeridad de vida.
El testamento político está redactado con serenidad que no turbó la posible inminencia de su muerte; en el documento presenta sintéticamente su ideario, sus características esenciales y las disposiciones que él considera más importantes para asegurar la continuidad del movimiento que en sus palabras (párrafo 11), “nunca desaparecerá de la historia del país” y que habrá de culminar en “una verdadera comunidad de naciones”, confirmando su carácter de hombre de Estado con fraternal visión universal.
A continuación, algunos de los aspectos más destacados del testamento político, que más tienen que ver con su supremo interés por el pueblo, a la par que mejor proyectan su estatura moral y una humildad que sorprende ante su arrollador triunfo y enorme popularidad:
En el párrafo 1, se refiere como “modesta contribución” a su lucha en favor del pueblo. En el párrafo 2, enfatiza su vocación nacional y rectitud de intención, diciendo que todas esas “décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida”. Y en el 10, declara sobre su movimiento: “Muero con el corazón feliz, consciente de sus incalculables legados y logros (…)”.
En el párrafo 3, ratifica que la guerra que desangra al país fue iniciada exclusivamente por políticos que trabajan por sus propios intereses y menciona sus esfuerzos personales “para el control y limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad”. En el 5, recuerda que él propuso “una solución” a los gobiernos extranjeros relacionados con esa guerra y detalla que “fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política extranjera que querían la guerra, en parte, debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda” (organizada por sus adversarios).
En el sexto párrafo denuncia el objetivo de otras naciones en esa guerra, en sus palabras: “en dinero e intereses financieros, por esos conspiradores internacionales (…)”; y elude su responsabilidad personal sentenciando: “(…) los verdaderos criminales en este conflicto asesino, deberán ser responsabilizados”.
El séptimo párrafo sobrecoge, pues aborda el enorme número de muertos en el país agregando a los que han fallecido por hambre y que “hombres jóvenes han sufrido la muerte y no sólo cientos de miles de mujeres y niños (…) sin que los verdaderos criminales hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos”.
El párrafo 8, inicia asegurando que su lucha y la del pueblo “será recordada algún día como la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación”, y delata que su “resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa”, por lo que en los párrafos 14, 15 y 16, despoja de sus cargos y expulsa de su movimiento a los que “aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación”.
Es en el siguiente párrafo, el 17, que nombra un nuevo gabinete explicando que lo hace “con el propósito de darle al pueblo un gobierno compuesto por hombres honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos”; y en el siguiente párrafo insta a aquellos de los nombrados que le han manifestado su deseo de abandonar la vida política nacional a que “obedezcan mi solicitud y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la Nación, por sobre todos sus sentimientos”. Muy emotivo.
Ante la falta absoluta de su persona, es incierto que las estructuras de gobierno del país ratifiquen tales nombramientos del nuevo gabinete, pero queda clara la enorme responsabilidad con que actúa el indiscutible líder nacional aún ante la posibilidad de su muerte.
El siguiente párrafo, el 19, se refiere a sus seguidores que, dice, “estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos” y les hace un llamado a “que sean estrictos pero nunca injustos (…)” pidiéndoles ser conscientes de que su obligación es “continuar la construcción del Estado”, y que “el trabajo de los siglos -sic- por venir colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin”. Termina ese párrafo, uno de los más importantes, deseando que “todos sean fieles y obedientes al nuevo gobierno y a su Presidente”.
Termina su testamento político (párrafo 20), encargando “a los líderes de la Nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes (…) y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos (…)”.
Al final su firma: Adolfo Hitler.
¿En quién estaba pensando?… no, cómo cree.
Lo de hacer “testamento político” es propio de quienes al calor de la exaltación de ellos por ellos mismos, creen poder mandar después de muertos y los muertos suelen dejar de importar pronto o muy pronto, como Cleto el Fufuy.

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