Caricatura: La Feria

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Sr. López

Tía Carmela era un tronco de mujer, tentación de chicos y grandes, solteros, viudos y casados, a la que el cura párroco de Autlán la dispensó de ir a misa los domingos, porque lo distraía. Total, se casó con el más bien plantado que encontró, hijo del ranchero más rico del pueblo quien fue muy buen marido, tanto, que tuvo a bien fallecer pronto y dejarla rica y sin hijos. Tipazo. Y reinició el asedio general, pero en serio y de entre todos los que intentaron el asalto a tan apetitosa plaza, destacó uno que diario le llevaba serenata e intentaba parecerse al difunto, vistiendo de charro con las mismas botonaduras, dejándose el bigote como el del fiambre y peinándose igual, hasta que un día, la magnífica tía le dijo: -Deje ya de molestar y de querer parecerse a mi difunto marido, que me lo recuerda y lo veo a usted, más feo –nunca se volvió a casar, otro día le cuento.
Unos por denostarlo, otros por admiración vergonzante y algunos con ánimo de análisis crítico, afirman que Morena es el nuevo PRI. No es cierto.
También hay los que observan al presidente López Obrador y por su modo de actuar y desplantes, consideran que es como los presidentes de la república del viejo PRI imperial, casi calca de Luis Echeverría. Tampoco es cierto.
El PRI nació con otro nombre en 1929, gracias al muy duro mando de Plutarco Elías Calles (nuestro único verdadero hombre de Estado, en la antípoda de Juárez… los Tratados McLane-Ocampo no se olvidan). Nació como pacto entre los que tenían poder real, armado, para de común acuerdo y sin balazos, decidir quién llegaba a la presidencia y quienes a gobernadores, con dos reglas: el que se sentaba en La Silla era jefe supremo de todos y a los seis años exactos, pasaba a la nada política. Así el partidazo, a querer o no, formó cuadros de relieve, al ser el proveedor de mandos de todo el país.
Otras dos cosas no se le pueden regatear al PRI; la primera es que inventó a México (este México, el que conocemos, que el de la Colonia y el siglo XIX, aparte de la religión y la gastronomía, en poco se parecen al de ahora); y la segunda, que fue creador de instituciones, nada más piense en el Banco de México, Banobras, el IMSS, ISSSTE, Infonavit, los libros de texto gratuito y muchas más, por ejemplo el IFE, hoy INE.
Morena en cambio, nació gracias a la voluntad de un solo hombre, Andrés Manuel López Obrador, quien se aburrió de los pleitos de las tribus del PRD y de tener que buscar acuerdos y equilibrios, por lo que se salió junto con buena parte, casi toda la estructura territorial del PRD, para formar un partido, su partido, en el que solo él manda, lo que se traduce en el exacto opuesto del PRI original, al desalentar la formación de liderazgos y cuadros. Todo en Morena depende de la voluntad de él. Morena es él.
Otras dos cosas que no se pueden atenuar de la Morena de López Obrador son, primero, que planteó la transformación de la nación con una revolución pacífica, sin que -ya en su quinto año de gobierno-, se note cambio ninguno, en nada, ni siquiera en el combate a la corrupción: lo torcido sigue igual y empeorando (más del 80% de las contrataciones y adquisiciones se asignan directamente, imagínese lo que se va a saber a partir del 2025).
La segunda cosa es que la Morena de López Obrador es destructora de instituciones, eso sí. Para abrir boca, el Seguro Popular dejando 16 millones sin acceso a la salud (según Coneval, que es del gobierno, no anda uno inventando); y sin medida ni clemencia, desapareció las Estancias Infantiles; los refugios para mujeres violentadas; la Cruzada contra el Hambre, clausurando 5,542 Comedores Comunitarios en que se alimentaban diariamente más de 500 mil beneficiarios; el Prospera, sustituido por Becas para el Bienestar Benito Juárez, sin transferencias para alimentación, consultas médicas, ni talleres de autocuidado; la Atención a Jornaleros Agrícolas; las Zonas Económicas Especiales; el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), que promovía el turismo internacional; el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol); el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), con el argumento de que era necesario para la “pacificación del país; el Fonden, que afrontaba emergencias por huracanes, terremotos y desastres en general… y dejaron sin precios de garantía a los campesinos, por cierto.
En resumen: la Morena y el PRI imperial, ni se parecen; Morena es una empresa política personal de un solo hombre; el tricolor fue un órgano político integrado por los que representaban sectores de la sociedad y tenían poder real en sus ámbitos de acción.
Y eso de que el Presidente se parece a Echeverría, es un desatino. Hay quien dice que habla mucho igual que don Luis, pero no es cierto, ningún Presidente, ningún político, ningún jerarca de la iglesia, nadie en 500 años de historia nacional, ni en dos mil de cultura occidental se le acerca a este Presidente en su cotidiana, infatigable capacidad oral. Ni Jesucristo habló tanto. ‘Nació para hablar’, podría ser su epitafio (dentro de muchos, muchos años, no es uno de mal corazón).
Y menos se parecen si recuerda uno que Echeverría creó instituciones como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; la Universidad Autónoma Metropolitana; el Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (FONACOT); la Procuraduría Federal del Consumidor; el Instituto Mexicano de Comercio Exterior; el Consejo Nacional de Población; la Secretaría de Turismo; la Secretaría de la Reforma Agraria… ¡ah! y el Infonavit. Mejor ni compararlos porque sale muy perjudicado el señor de Palacio.
Por fin, sin tremendismo, el Presidente enfrenta ya el reto máximo de nuestros presidentes: su sucesión. Insiste en que el próximo gobernante debe dar continuidad a su proyecto (que ya nos dirá qué es, no coma ansias); eso lo intentó Calles con su Maximato y acabó exiliado. Lo más probable es que siga hablando, le den por su lado y nadie le haga caso, hasta que él mismo vea lo que sí es, su propia caricatura.

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