Buena paga: La Feria

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Sr. López

Tía Susana y tío Beto, de los de Toluca, eran férreos católicos, en aquellos años 50 del siglo pasado, y a Susy su hija única, la educaron con un rigor que hubiera escandalizado a Torquemada. Pero -¡ay!, la vida-, Susy salió muy inquieta de faldas y desarrolló una capacidad inaudita para elaborar las más complejas pero creíbles excusas para justificar sus llegadas a deshoras y a veces, hasta el día siguiente. Pasaban los años, Susy no se casaba, fue relajando sus mentiras, sus papás la severidad, y acabaron yéndose de vacaciones con su hija y el doncel de turno. Tan frescos. Explicaba Susy muy quitada de la pena: -Dejamos todos de hacernos tarugos -y ya.
¿Cómo hemos llegado a esto?… sí, a la política como reino del cinismo. Piense en qué consecuencias sufre el político cínico, el que afirma en público falsedades, sabiendo que lo sabe el público. Ninguna… aparentemente.
El cinismo rebasa la mentira como herramienta de gobierno porque mentir implica engañar y el cinismo no pretende engañar, es desfachatez y desvergüenza, lo que nos lleva a preguntar: ¿cómo llegaron a la política los desvergonzados?
No se alude al Presidente de la república, que ya todos conocemos y que ya se le acaba el tiempo, con todavía muchos tragando sin chistar sus afirmaciones por falsas que sean, porque sí le creen o porque se aferran a la terquedad confundida con esperanza, incapaces de aceptar que fue un error elegirlo; y otros no le creen nada, no le conceden nada, aferrados a la dicha inicua de tener razón en que estamos peor que nunca, como estamos, en seguridad, salud, educación, economía y -novedosa aportación de este gobierno-, también en relaciones exteriores: nunca México había estado desacreditado, tan desacreditado, en el extranjero, desde Jefes de Estado a los principales medios informativos de Europa, los EUA, Latinoamérica y hasta en Asia; ahora México da risa, qué pena.
No, él ya no es importante y cada vez menos, ya con sus precandidatos en liza, peleando por sucederlo. Mucho se equivocan los políticos cuyo discurso gira en torno a él, para desacreditarlo, para probar lo mal que gobernó, dejando ver que tal vez le temen y sin caer en cuenta que lo mantienen presente ante la ciudadanía, en vez de plantear al país proposiciones que enciendan el entusiasmo… y a él, a él, dejarlo marchitarse en el ocaso de su gobierno fallido, ahogado en palabras.
El reclamo por este cinismo muy al uso es a algunos que, de Morena, el PT y Verde, pretenden la presidencia de la república.
Se necesita ser muy cínica para organizar con recursos públicos su apoteósica despedida de la Jefatura de Gobierno de la capital nacional, como hizo Claudia Sheinbaum el jueves de la semana pasada. Ochenta mil o más, acarreados al Monumento a la Revolución, discursos grandilocuentes y doña Sheinbaum (que sí puede ser Presidenta), triunfal y sonriente, sin sentir el peso de los 26 muertos por la catástrofe por falta de mantenimiento de la Línea 12 del Metro; sin el menor escrúpulo por los 19 niños y siete adultos fallecidos por no haber clausurado el Colegio Rébsamen que se derrumbó; sin conciencia de su principal limitación para aspirar a la titularidad del Poder Ejecutivo Federal: su falta de oficio político porque sí es una científica seria (sin duda), pero está muy lejos de ser una profesional de la política. Puede haber otra explicación pero a este menda le parece nada más cinismo, rampante (en su tercera acepción: trepador, ambicioso sin escrúpulos). Y la señora sabe que hoy por hoy, es la favorita del Presidente. Lo es.
Otro cínico, Marcelo Ebrard, quien sí es un profesional de la política pero sus largos años dedicado a ella, no constituyen currículum sino expediente, con no poco asuntos por aclarar, algunos muy gordos. Y ahora, se pavonea como ferviente seguidor de Andrés Manuel López Obrador, convencido hasta el tuétano de la Cuarta Transformación, seguro que a nadie importan sus acrobacias políticas y su equilibrismo de convicciones: ardiente miembro del PRI de 1977 a 1995; luego, devoto del Partido de Centro Democrático entre 1999 y el 2000; después, fervoroso activista del PRD del 2000 al 2015; para en otro brinco, aparecer en Movimiento Ciudadano del 2015 al 2018… y desde que llegó al poder Morena, morenista, ¡cómo que no! Y este caballero camaleónico con su cara de concreto armado y su saco de mañas al hombro, bien puede descarrilar a doña Sheinbaum porque la señora es flor de invernadero y no le sabe a la pelea de callejón.
Don Ricardo Monreal no merece análisis, solito se desinfló y de gallardo aspirante pasó a precandidato testimonial. Ni modo.
Así a Morena, al Presidente, le queda solo uno que es político, serio, priista 25 años (1976-2001), perredista 13 años (2001-2014) y morenista de la primera hora, desde 2014. Abogado con Mención Honorífica, por la autónoma de Tabasco con maestría en París; diputado local y federal, senador y gobernador, a eso de ganar elecciones le sabe, mucho. ¿Y sus escándalos?… asómbrese, no tiene. Quisiera el buen Dios, aunque no concede caprichos ni endereza jorobados.
Del que se postuló por el PT, don Noroñas y del Velasco que se apuntó por el Verde en un acto de extremo cinismo trepador, siendo como todo Chiapas sabe, el peor gobernador de esa entidad en su larga historia, no gastará teclazos este menda. Saben que no tienen ni la más mínima posibilidad y no la tienen. México no ha desatado la furia de los dioses para que nos pasara semejante tragedia. Pero ellos dos, mientras, a placearse, gastar dinero ajeno… y sentirse importantes.
Hay otros cínicos como Alejandro Moreno, Alito, el presidente del PRI y Markito Cortés del PAN. Lástima por Jesús Zambrano, líder del PRD, aliado a palos de esos dos, porque ese también es señor serio y de una pieza, ni modo.
Eso de que aparentemente no hay ninguna consecuencia al cinismo en política, lo anotó arriba su texto servidor porque, parece mentira, la gente las cobra, nada más recuerde a Peña Nieto. Tardoncitos pero buena paga.

Imagen: El Sol de México

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