¡Ay, nanita!: La Feria

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Sr. López

Le voy a contar y ya le estoy contando, que los abuelos del lado materno (los de Toluca), don Armando y doña Virgen (se llamaba Virginia y le decían Virgen… con siete partos), estuvieron casados 57 años (interrumpidos por la inesperada muerte del abuelo), y no se hablaron 50 años (los segundos, se entiende).

La razón nadie la sabía. Su hijo mayor decía que su mamá quiso “doblar” a su papá con “la ley del hielo” y limitadita como era de entendederas, tonta pues (pero la queríamos mucho, era una abuelita de anuncio de chocolate y cocinaba como diosa, compensando inmensamente su IQ, que a las abuelas nadie las busca para que ayuden a resolver la tarea de álgebra vectorial), a pesar de la ineficacia de su estrategia, la abuela se aferró y se aferró, hasta que don Armando murió, tan tranquilo.

Leyendo sobre la gran marcha de la CdMx, convocada por López Obrador & Sucesores, recordé lo de la abuela. Hay cosas probadamente inútiles.

Las marchas y manifestaciones son para protestar y de nada sirven cuando de apoyar a los que son gobierno se trata. Y antes ni las multitudinarias protestas valían de gran cosa aunque la gente pensara “ahora sí, se va a armar”.

Allá por los años 50 del siglo pasado, por problemas de los ferrocarrileros, hubo marchas (y garrotazos); la gente decía ‘sotto voce’, “ahora sí se va a armar”… y no, no se armó nada. Después (¡esa manía precoz de leer!), se enteró su junta palabras que no eran pocas las manifestaciones, huelgas y mítines (y garrotazos)… y nada pasaba.

Ya crecidito, por callejero, a su texto servidor tocó oír a Vicente Lombardo Toledano en un mitin en la Alameda Central del entonces D.F. (“Alameda” sin álamos… cosas de nosotros), y sería por el pico de oro del señor, pero en 10 minutos estaba listo para el derrocar al gobierno… hasta que la sinfonía para tolete y cráneo, interpretada por los Granaderos sobre las testas de los que corrían menos rápido, le enfrió los ánimos y al día siguiente viendo que la prensa no se ocupó del hecho, le entró la duda metódica sobre la eficacia de los gritos y los chichones como instrumento eficaz para el cambio social.

Igual, por cosas del azar, tomado de la mano de su padre, enfebreció este aplasta teclas en el Zócalo, con un discurso de Othón Salazar (líder magisterial de una pieza), fundador del Movimiento Revolucionario del Magisterio, que pareció cimbrar al gobierno y ni cosquillas le hizo (y don Othón murió en su cama a los 84 años, muy pobrecito, allá en su natal Guerrero).

También experimentó este López (hay de otros), los efectos alucinantes del hervor de la sangre, en el mitin con que se recibió a Valentín Campa el día que salió de la cárcel, después de estar 10 años en Lecumberri (servicio “all inclusive”), por lo del “Movimiento Ferrocarrilero” de 1958-1959… y nada pasó, ya ni toletazos.

Con lo del 68 (y sus megamarchas de esas modelo “ahora sí”), por más que se diga, tampoco pasó nada, ni con lo de Tlatelolco ni con el “halconazo” del 10 de junio de 1971, que los cambios que incorporaron a la vida pública legal a los partidos opositores obedecieron a presión internacional y sensatez de los actores políticos de entonces, muy destacadamente del PRI que cediendo poder hicieron su mayor aportación a la democracia en México (y ni cuenta se han dado).

Lo notorio después del 68 y el 71 fue el cambio de estrategia oficial, pues a partir de entonces dejan a manifestantes y marchistas, hacer lo que les viene en gana, daños en propiedad ajena, vandalismo o bloqueos, contra los derechos de los demás y pocos límites, como los eventos presidenciales.

Estará usted de acuerdo en que si el Presidente en lugar de su dominguera marcha de antier hubiera convocado a tomar de nueva cuenta Reforma, el Zócalo y añadiera Catedral, nada pasaría (ni habría una lana para conseguir el desalojo, porque sería el gobierno sobornando al gobierno y eso como que no cuadra), y ni se le ocurra poner de ejemplo lo de la Huelga de Cananea en 1906, que don Porfirio se fue hace mucho y estos políticos de ahora son muchísimo más mañosos que los de entonces… mire: en estos tiempos, la Independencia Nacional, la invasión francesa y la Revolución, las “arreglan” con una lana, en mesas de negociación y en meses, no en años y sin ríos de sangre (claro que seguiríamos siendo Nueva España, o hablaríamos francés, o don Porfirio seguiría gobernando), porque estos de ahora hacen como que hacen pero no lo hacen, si no, fíjese en el “humanismo mexicano” que el Presidente triunfante nos recetó este domingo para que volvieran las oscuras golondrinas a nuestros balcones sus nidos a colgar, sin que nadie se alarme ni sofoque ante el absurdo de un “humanismo mexicano” equivalente a álgebra mexicana, teología tenochca o geometría de Macuspana … y no se ha movido la hoja del árbol las cosas discurren por donde mismo, y el país sigue acumulando muertas, muertos, desaparecidos y pobres.

Del duelo de cifras, poco hay que decir. La marcha del 13N mereció que el Presidente le calculara 50 ó 60 mil asistentes; y la del domingo, según el gobierno de la CdMx fue de un millón 200 mil.

Puede ser pero no consiguieron marchistas en 50 ciudades del país ni en cuatro del extranjero (ahí para la otra… ¡háblense!); y el diario Reforma de ayer, para ratificar que fueron acarreados puso en primera plana que detectó 1,787 autobuses que de a 50 por camión (con parados), da 89 mil 350 personas (ni modo que dijeran haber encontrado 25 mil autobuses para probar los acarreados).

Pero deberían saber en Reforma que no causa nada la acumulación de raza, nada.

La mayor fuerza de la gente común es la desobediencia civil pacífica. Un sólo líder como Gandhi (35 kilos de peso, mojado), sin un alfiler, respaldado por toda la gente, obligó al imperio británico a largarse de la India.

Por eso, de desobediencia civil no se habla (imagine una huelga de impuestos pero en serio, que nadie los pagara), y si se habla de eso, no se hace nada y si se hace, se hace quedito, porque… ¡ay, nanita!

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