Al filo de la navaja: La Feria

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Sr. López

Fueron 40. Murieron en el incendio en la estación de migratoria del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez. Primero, que fueron 39, luego que 40, como si fuera un número y no una persona más muerta en atroces circunstancias. Eran migrantes. Eran nada. Disculpe usted la grosería de decir las cosas sin trapitos calientes: a nadie le importan un comino.
Claro, ayer y lo que dure la nota en prensa, las autoridades dirán lo políticamente correcto: “lamentable”, “nuestras condolencias”, “acompañamos a sus deudos”, “todo el apoyo”, “solidaridad”, “se investigará”, “se deslindarán responsabilidades”. Lo que sea que sirva para escurrir el bulto, incluido el imbécil recurso de asegurar que darán Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias, a los sobrevivientes para garantizar su atención hospitalaria (¿de veras hace falta la tarjetita esa para que lo atiendan los médicos?… ¿de veras?)… ¡ah! y nomás para que vea el mundo que somos muy generosos, el gobierno cubrirá los gastos funerarios (¿qué les pensaban cobrar?).
Pasará al olvido, al archivo de los esperpentos nacionales junto con los 49 niños que murieron quemados en el incendio de la guardería ABC hace ya 14 años; olvidados junto con los 65 mineros de Pasta de Conchos o los 10 del Pinabete y las ya por siempre olvidadas más de 700 muertas de Juárez, de las que ni quien se acuerde. Ninguno de ellos a nadie le importan un comino.
No se ofenda. Es la verdad. Podrá decir usted que sí le importa. De acuerdo. Se cimbra cualquiera ante semejante información… ¿y luego?, luego nada. No hay consecuencias.
No las hay por los más de cien mil desaparecidos, tampoco por los centenares (¿miles?) que encuentran en fosas clandestinas, mucho menos por los más de 30 mil homicidios anuales y por supuesto, menos aún, por las mujeres asesinadas o con el rostro bañado con ácido; menos que todo, por los niños usados para pornografía. Son cosas que pasan. Ya se arreglará. Nos hemos acostumbrado a vivir en un lodazal.
Entérese, por muchísimo menos que nada de eso en otros países ruedan cabezas, caen gobiernos: un estudiante murió durante las protestas del Mayo Francés en 1968, y eso bastó para que se tambaleara el gobierno del presidente Charles De Gaulle, el héroe de la guerra mundial, el que mantuvo la lucha de la resistencia francesa contra la invasión nazi… y cayó para dar paso a un nuevo gobierno que emprendió profundas reformas. Y la gota que derramó el vaso fue un muerto que ni siquiera fue culpa de ninguna autoridad.
Y acá, nosotros estamos pandos de satisfacción por dos manifestaciones inmensas, una para defender al INE, otra, para instar a la Suprema Corte a no validar leyes que nos birlan el derecho a elecciones libres, justas, sin trampas. Pero sigue por verse que esa pulsión cívica alcance para que logremos la hazaña de ir a votar, porque un alto porcentaje de los mexicanos no se toman la molestia y disfrutan de la dicha inicua de hablar mal de los gobernantes sin el menor derecho, siendo como son parte de los casi 40 millones de ciudadanos neutros que prefieren rascarse la panza viendo televisión mientras se decide en las urnas el destino nacional. Y se quejan sin ver que son la ocasión de lo mismo de que se quejan.
Quien vea en los más radicales morenistas el enemigo a vencer, se equivoca: es el mexicano apático el que hace posible que todo sea posible y que por decisión de muy pocos, de uno, el país entero se asome al abismo del ramplón autoritarismo de quien llegó al poder a cobrar afrentas, a probarse a sí mismo que gobernar no tiene ciencia.
El gobierno federal, este que ahora tenemos, ante los hechos y los inocultables 40 fallecidos (y 28 quemados que sobrevivieron), puso en acción al Instituto Nacional de Migración, la Fiscalía General de la República y la inmensamente inútil Comisión Nacional de los Derechos Humanos, “para esclarecer los hechos ocurridos en una estación de Ciudad Juárez donde murieron 40 migrantes”.
Y el Presidente en su mañanera, responsabilizó a los migrantes, dijo: “(…) esto tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron, a partir, suponemos, de que se enteraron de iban a ser deportados, movilizados y como protesta, en la puerta del albergue pusieron colchonetas y les prendieron fuego”.
Se comprende que ante un hecho que no puede atribuir a la mafia del poder ni al expresidente Calderón, recurra a responsabilizar a los migrantes: alguien debe ser culpable mientras no sea su gobierno ni nadie cercano a él (el síndrome Segalmex). Qué vergüenza. No se necesita ser un experto en situaciones así para preguntarse cómo es posible que no hayan salido en tropel los migrantes; el fuego empuja a cualquiera. Y luego recapacita en que solo murieron hombres y se viene uno a enterar por testigos de los hechos, que estaban bajo llave y no les abrieron. Los dejaron dentro, entre llamas. Y hay videos, Joaquín López Dóriga puso uno en su portal digital. ¿Y?… y nada, en México, nada. Ni ante asuntos tan obvios como Pasta de Conchos, el Pinabete, lo del ABC, nada, nunca, si acaso y si aprieta mucho el escándalo en prensa, alguna oportuna cabeza de turco.
El gobierno de los EUA ofreció otorgar todo el apoyo que le solicitaran nuestras autoridades para aclarar el asunto. Que esperen sentados. La ONU instó al gobierno mexicano a determinar responsabilidades. Que también tomen asiento. A ver, aunque se me enoje: a nuestro gobierno le importa un comino el asunto.
Si acaso, entre políticos sí hay interés pero no por los muertos, sino por aprovechar los muertos para descarrilar a algún competidor a candidato presidencial por Morena. Fea cosa.
Confían en el gobierno en que ya se hará viejo el asunto, pronto, en unos pocos días, lo más, un par de semanas. Y ya. A otra cosa. Eso creen. Olvidan que estos difuntos son extranjeros y les van a pedir cuentas desde otros países en los que un muerto es un exceso. Por donde menos esperan problemas, los tendrán.
Es lo malo de jugar siempre al filo de la navaja.

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