LA FERIA/Sr. López
A tía Lena la familia entera (del lado materno-toluqueño), la trataba con pinzas. Era muy rara. Aguantaba bromas pesadas de Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, y de repente por un quítame estas pajas, armaba escándalos de ópera China, de veras, y sabía ser muy grosera. De lejecitos la trataban, hasta que en una comida de domingo, en medio de uno de sus terribles berrinches, tía Victoria dijo: -Ya estuvo bueno contigo –y le colocó la olla de albóndigas -al chipotle-, en la cabeza. Santo remedio… jamás se le volvió a ver.
Hablando se entiende la gente. Ayer la Presidenta, la señora del segundo piso, explicó algo que sacó del histórico equívoco al tenochca simplex promedio, planta sótano, que durante casi un siglo llamó “acarreados” a los asistentes a las naturales manifestaciones de apoyo al titular del Ejecutivo estatal o federal de turno.
Doña Claudia Montessori, en referencia al mitin del domingo pasado, aclaró que los asistentes a su festival no fueron acarreados porque, explicó con sus dotes pedagógicas: “eso significa acarreo, una persona que vino en contra de su voluntad”. ¡Ah!, pues tiene razón.
Los cientos de miles de integrantes del gallardo peladaje nacional, que se presentaron en el Zócalo y calles aledañas, no fueron obligados ni en contra de su voluntad, no señor, sino muy entusiasmados por el bonito paseo en autobús (con ensayo de porras y arengas, gratis), el delicioso ‘lunch’ con Frutsi (incluye fruta… mmm), la asoleada de padre y señor mío, para ya emocionados hasta la fruición, ver a su lideresa, la Señora de México, paladina de las causas difíciles y desesperadas (los siento San Judas), de modo que ya recargada la pila patriótica, pasar lista antes de abordar el autobús de regreso, recoger el ‘lunch’ del viaje y cobrar lo que les ofrecieron para asistir voluntariamente.
Sí, voluntariamente con las pocas excepciones -nunca falta alguien así-, de los rejegos a los que se les tuvo que recordar que becas, pensiones, chamba o permiso para vender en la vía pública, dependían de su espontánea participación (pero son los menos, viera usted, la cosa está que arde y esa lanita por ir, a todos cae bien).
El Claudiafest costó unos 156 millones, si hubieran asistido solo 200 mil no-acarreados (en lugar de los 350 mil que dijeron). Sin hacer cuentas alegres: de a $300 por piocha (hubo de a 200 y de a 500 pesos, como documentaron videos periodísticos), son 60 millones; los dos piscolabis -los lonches, pues-, baratitos, de a 40 pesos, son 16 millones; la renta de autobuses cada uno de 50 asientos, de a 20 mil pesos en súper oferta, son otros 80 millones más. Las bandas de música, seguro no cobraron y no costó nada la tarima, la sillería (para invitados VIP), ni el sonido, aunque todo cuesta. Total, todo es barato por la patria y ni que fuera su dinero para andar de cuentachiles.
Por muchísimo menos que eso, en otros países, lógicos, arde Troya. El presidente de Alemania, Christian Wulff, que gobernaba en coalición con doña Angela Merkel, presentó su renuncia al cargo en febrero de 2012, porque se dijo que había recibido un crédito ventajoso. Por ¡un crédito! Hasta se siente bonito.
Bueno, ¡pelillos a la mar!, que esto es el trópico.
Por cierto y en caso de que no se haya enterado usted, el lunes siguiente a la apoteosis de doña Claudia (porque apoteosis es elevar a alguien a la calidad de dios), todavía con palpitaciones en su patriótico pecho por el eventazo, desde Viena, Austria, le criticaron su festival festivalero.
Un tal Cart Weiland, funcionario del Departamento de Estado de los EEUU y representante ante la Comisión de Narcóticos de la ONU, se permitió sin permiso de nadie, decir:
“Hablemos brevemente del vecino del sur de EEUU, México: ayer hubo una gran fiesta en el Zócalo. Mucha música, mucha fiesta. Quizás todos celebraban el fin de ‘abrazos, no balazos’. Pero parece demasiado pronto para festejar (…)”
¡Y eso sí que no! Doña Sheinbaum, ayer martes, reaccionó con dignidad: “Primero, una nota diplomática porque también dio su opinión sobre el evento del domingo, la verdad no tendría por qué en un evento de Naciones Unidas, estar opinando sobre un evento de México”.
Sí señora, no se deje. Si a él le parece “demasiado pronto para festejar”, usted como defensora del himen patrio, mande esa nota diplomática, proteste, la nación se lo demanda.
Ahora que si nos vamos a poner trompudos porque un paniaguado del Departamento de Estado, dijo que el festival le pareció “demasiado pronto”, tal vez fuera momento de mandar otra nota (escrita a gritos), por el documento de la Casa Blanca en el que se asegura que “las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”. Y eso sí es muy serio. ¡Éntrele, señora!
No, no lo veremos, ella al Trump le da “muchas gracias” por el trato de respeto. En estos tiempos ya no sabe uno cuándo indignarse o cuándo dar las gracias. ¡Dioses!
Dejemos diplomacia tan peculiar, para hacer hincapié en que el lunes pasado, la Comandante 4T.2, se refirió al horripilante hallazgo hecho por una organización civil, de un campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco. Se encontraron tres hornos crematorios y centenares de prendas de vestir y zapatos.
Dijo la dama de Palacio (y seguramente, con sinceridad, al fin es mujer): “Siempre vamos a estar del lado de las víctimas. El dolor que puede sentir una madre, un familiar por una persona desaparecida, es indescriptible”; también dijo que su gobierno mantiene apertura para reunirse con todos los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas. Ya era hora y muy bien.
Eso sí es un deslinde de su antecesor, ese que NO vive en Palenque. Él lo negó y lo minimizó y en su sexenio nunca quiso recibir ni recibió a las madres buscadoras y de diciembre de 2018 a enero de 2023, la Comisión Nacional de Búsqueda del gobierno de él, reportó 2,710 fosas clandestinas con restos humanos, luego ya no informó.
Indígnese Presidenta, indígnese por lo que sí vale la pena.