Ernesto Gómez Pananá
Es sabido que la influencia griega en la cultura occidental es colosal. Su influencia en el surgimiento de la política es determinante: De lo griegos nos viene el modelo de democracia prevaleciente en un gran número de países en la actualidad. De los griegos nos vienen los conceptos de ciudadanía, respeto a la ley o elección mediante el voto. Con esa misma intensidad, la influencia griega en el teatro es determinante en nuestro devenir como especie pensante.
A lo largo de la historia de la humanidad, la capacidad de crear es otra de las características que nos ha distinguido de otros animales que habitan el planeta. Los humanos desde tiempos ancestrales hemos sido capaces de pintar, de esculpir, de componer una melodía o subirnos a un escenario y “representarnos” a nosotros mismos.
El registro más antiguo de algún dramaturgo “moderno” data del siglo V antes de nuestra era. Tespis fue el primer director, actor y productor teatral en la antigua Grecia. Antes de él, las representaciones eran una especie de montajes corales y dancísticos llamados “ditirambos”. Con Tespis iniciaron los papeles individuales y los diálogos entre actores. La magia de esas manifestaciones estaba en la posibilidad de representarnos a nosotros mismos en roles y situaciones imaginarias provocando emociones, ira, temor, tristeza. Risas y carcajadas. Surgían el drama, la tragedia, la farsa y la comedia, géneros teatrales vigentes hoy día, tantísimos siglos más tarde.
Durante el Medievo, en las cortes europeas, la realeza solía patrocinar compañías teatrales propias para entretenerse. De la mano del teatro, la humanidad fue adoptando las máscaras como objeto para representar a otro, para poder ser ese otro en el escenario. De ahí, surgieron también los saltimbanquis, los payasos y los bufones. Generalmente, la ocupación de estos personajes era divertir, provocar risa a la corte, a la nobleza. Para ello estaban dispuestos a cualquier clase de ridículo con tal de seguir formando parte de la corte presentándose ante ella ataviados con trajes, sombreros, antifaces. Actuando. Siendo lo que no eran.
Los caminos del tiempo y de la modernidad son con frecuencia asombrosos: más de veinticinco siglos después del surgimiento de la democracia y del teatro, hay quienes entienden hoy la democracia como un espacio en el que el poder se gana con parodias de si mismo bailando en cada esquina. Acaso para escalar en las simpatías palaciegas.
¿Qué pensarían los griegos si nos vieran? Intrigante imaginar si calificaríamos como tragedia o más bien como farsa o comedia. Peor aún, pagando gustosos el costoso boleto de la apatía.
OXIMORONAS 1
El viernes dos empleados de CFE aparentemente levantados en Amatenango de La Frontera. La cifra total es gris pero enorme. Lo dicho: están aquí pero seguimos sin querer verlos. Sigamos contentos.
OXIMORONAS 2
Semana de “recomendaciones”. En el cine, “Confesiones”, del Maestro Carlos Carrera. Brutal.
En libros, “Lo que hicimos mal lo adultos”, de Maruan Soto Antaki. Refrescante.