Sr. López
De entre la fauna del berenjenal genealógico del lado materno toluqueño de este menda, tío Marco era detestable y detestado. Tipo enteco y larguirucho, de pelo engominado y bigotito de requinto de trío de cantina, vestido siempre de traje gris con chaleco y leontina; no lo aborrecían por ser un acaudalado e implacable usurero, ni porque deshizo familias otorgando prórrogas, no condonaciones, a cambio de vergonzosos favores de afligidas esposas y desesperadas hijas (tío político, eh, no vayan a pensar mal). No era abominado solo por eso sino más, por su alarde religioso, siempre en la primera banca en misa, siempre el primero en la fila para comulgar, siempre adelante en las procesiones, siempre hablando de las virtudes cristianas. Cuando murió nadie fue al velorio, decían que ni su ya viuda, tía Luisa, ni sus hijos. Lo que sí consta a su texto servidor es que no hubo misa, ni rosarios.
El impresentable primo Pepe sentenció: -Se va a quedar toda la eternidad en el Purgatorio, porque al Cielo no entra y el Diablo no lo recibe -sabio. Sí, nosotros elegimos a nuestros presidentes. Pandos de gusto estamos porque al menos desde el año 1994, los votos se cuentan y cuentan, porque la democracia en lo que a elecciones toca, ya es una realidad en México… ¿sí?, ¿en serio?… bueno, cada quien es muy libre de creer en lo que quiera, en el ratón que pone una moneda bajo la almohada a cambio de un diente de leche; en que San Antonio le consigue novio a la niña; en que el señor Cardenal no duerme de preocupación por los pobres o en que “el pueblo elige a sus gobernantes”, cuando lo que realmente hacemos los del peladaje, es escoger de entre los que previamente eligen otros, quién sabe quiénes, quién sabe cómo, quién sabe por qué, dejando fuera a quién sabe quiénes.
Así son las elecciones en democracia, dirá alguno con razón. Sí, así son, pero si el restringido menú de candidatos lo confeccionan los partidos políticos, es porque se supone que en ellos -los partidos-, participa la gente, cosa que en nuestra risueña patria no sucede; acá a los partidos los mangonean grupos selectos de gargantones que por mérito propio (por sus calzones), se hacen del control de esos institutos políticos en los que se hace de todo pero no política, a menos que por política se entienda el maniobreo, el intercambio de favores y la negociación con los cuasi anónimos dueños de tajadas representativas del poder real (líderes sociales, líderes obreros, líderes empresariales –no todos nacionales-, y ahora, dicen, por representantes de delincuentes de alto octano, dicen).
¿Quién escogió como candidato a Ernesto Zedillo?, la cúpula del PRI que asumió el asesinato de Colosio como un tajante mensaje de no identificados dueños reales del país contra la reinvención del priismo imperial que intentó Salinas.
¿Quién puso a Fox en la competencia por la presidencia?, el sector más selecto del empresariado nacional -y al menos una inmensa empresa yanqui, la Coca Cola-, que entendieron la oportunidad única que significaba la firme decisión de Zedillo de colapsar al PRI que nunca fue su partido y nunca respetó.¿Quién montó a Calderón?, la cúpula de su partido dividida y confrontada, ya sin el empresariado que se tiró a la hamaca por falta de instinto político… y por poquito no perdieron.
¿Quién puso a Peña Nieto?, el poderío del grupo político del estado de México que aprovechó el canibalismo de los panistas, y el inmenso cabildeo y capital de las empresas yanquis con que pactaron la reforma energética (y le consta al del teclado).
¿Quién escogió para candidato a López Obrador?… López Obrador, quien, sabedor de las mañas de las cúpulas partidarias, formó su movimiento y lo hizo partido, su partido, se designó candidato, como remate de su tenacidad de medalla olímpica pues no paró de recorrer el país aprovechando por un lado la terrible decepción nacional que fue el Peña Nieto, y por el otro, la frivolidad del mismo Peña Nieto quien cedió ante lo que consideró irreversible cuando López Obrador incluyó en su proselitismo a representantes del empresariado que antes apoyaron a Fox (haga memoria, Alfonso Romo, examigo de Fox, se declaró amigo de AMLO).
Este carnaval de desfiguros en algunos países se evita con elecciones primarias dentro de los partidos políticos para que su militancia escoja en comicios bien vigilados, a quienes serán sus candidatos, evitando que los candidatos representen los intereses de unos pocos. No es un sistema perfecto, como nada humano, pero es mucho mejor que esperar a que sufran un súbito ataque de decencia política los que de ella pueden abusar y abusan.Ahora está el país a la espera del debate de ya varias iniciativas de reforma constitucional de lo electoral. La más destacada es la del propio Presidente de la república que tiene las mismas posibilidades de ser aprobada que las de los partidos opositores: cero. El partido mayoritario no tiene dos tercios de curules en el Congreso; los partidos opositores, menos.
Para engañar con la verdad a nosotros los del peladaje, tal vez se reforme la ley y no la Constitución. Para eso le sobran votos al partido del Presidente, con la ventaja de que no podrán tocar al INE, pero sería otro parche, no cirugía mayor.
Aunque sea soñar, sería lindo que todos los partidos se pusieran de acuerdo en cuando menos, la selección de candidatos presidenciales y gobernadores, mediante elecciones vigiladas por el INE, realizadas por la militancia de cada uno, con el inconveniente de que sería una caída masiva de teatrito: casi ninguno tiene militancia real y la que tienen es muy pequeña. Andarían perdiendo varios el registro como partidos, lo que anticipa que no va a pasar nada. Y en el partido en el poder, ya están calculando de qué tamaño serán los daños por la final decepción de sus aguerridos, que es el precio de predicar el bien absoluto desde la absoluta falta de resultados.¡Ah! por cierto, ya se fotografió el agujero negro de nuestra galaxia, ¡uf, qué alivio!