Zona Galáctica

0

///CRÓNICA///

CIRO CASTILLO

EDG INFO

––¿Cuánto, preciosa?

––100 pesos normal. 150, normal más sexo oral. 200, con desnudo y 300 completo.

––¿Qué incluye el completo?

––Desnudo, sexo oral, una pose normal y de perrito.

––Quiero el completo.

SELFIE FRUSTRADA

Después de unos dos kilómetros de un camino pedregoso y polvoriento llego al estacionamiento de la Zona Galáctica. Para entonces ya he “lanzado” unas tres o cuatro fotos con el celular.

Es medio día y el Sol cae a plomo, a pesar de que llega un vientecillo fresco, pues no estamos tan lejos del Río Grijalva. Desde aquí se pueden ver algunas casitas de fraccionamientos que circundan a la siempre mágica y fiestera Chiapa de Corzo.

El primero que se enoja conmigo es un trabajador del Ayuntamiento, quien tiene puesta una playera tipo polo con el logotipo del viejo Tuxtla de los Conejos: Tuchtlán.

––¿Para qué la foto amigo?

––Ah, cual foto. Me hago el desentendido pero no funciona mi estrategia.

––¡La foto que tomaste!

––Ah, pues una selfie, pa’l recuerdo nomás.

––Pues es que está prohibido tomar fotos. Ahí afuera dice.

Al trabajador le cambia el tono de la voz. No es grosero, pero sí firme.

––¿Quieres que la borre? ¡Pues la borro!

––¡Sí, por favor!

Le muestro el celular, borro la imagen. Voy a la papelera y le doy “eliminar definitivamente”.

––¡Listo, foto borrada! No creo que te afecte en nada, pero bueno, ya está borrada.

––Afecta mi imagen y la de las trabajadoras. De los mismos policías que trabajan aquí. Además, está prohibido. Ahí dice en los letreros.

––Ok, sí, comprendo. ¿Cuánto cuesta la entrada?

––Sí, son 20 pesos, por el vehículo.

He pasado el filtro y los policías ya ni se molestan por revisarme. Solo me quedan viendo con cierto recelo. Guardo el celular en el bolsillo izquierdo de mi pantalón y camino hacia los módulos. Estoy en la Zona Galáctica…

MÓDULOS FIFÍS Y CHAIROS

Después de recorrer las avenidas y callecitas de las dos filas de módulos, unos 20 quizá, regreso a uno de los primeros y elijo uno, prácticamente al azar.

Tras el “regateo”, como marchante que va al mercado a comprar frutas y verduras, estoy dentro de un cuarto, frente a Kendra (así le llamaremos, porque nunca acepta dar su nombre real, ni el artístico).

Huele bien. Huele a perfume. A limpio. Las losetas del piso están bien trapeadas. Un vientecillo levanta tímidamente las cortinas de una pequeña ventanita que está antes del baño.

––¿Y qué onda con los problemas que tienen con el Ayuntamiento?

––No sé, ni muy estoy enterada.

––¿Qué las están explotando o encerrando? Le indico a Kendra, quien empieza a desvestirse, mientras yo me quito la camisa y los zapatos que coloco sobre una de las dos sillas de madera que intentan hacer juego con una pequeña mesa y una pantalla de televisión de 32 pulgadas, la cual está puesta “Las Estrellas”, pero está en silencio.

––¿Entonces es cierto eso de que les están cobrando mucho o es choro?

––¡Oh, pues mucha preguntadera! ¿Eres periodista o algo así?

––Algo así. Hago un silencio y espero que en cualquier momento Kendra toque el botón rojo de pánico que está instalado en una de las paredes, junto a la puerta y de ahí salga directo a “La Popular”.

––¿No te molesta si te pregunto? Si gustas te puedo invitar un café fuera de aquí y platicamos. No te grabo. No te tomo fotos. Solo a tus manos.

Kendra me mira de reojo mientras se encuentra en ropa interior y yo solamente con pantalón y camiseta.

––La verdad es que no salgo de aquí. Aquí prácticamente vivo. Y cuando salgo es solo para ir a mi tierra.

––¡Platícame entonces!

––No pues no es cierto lo que dicen. Yo creo que las que trabajamos en esto sabemos que tenemos que pagar. Así como ganamos, tenemos que pagar.

––¿Pero dicen que les están cobrando mucho?

––Mira. Aquí la renta de cada cuarto es de 200 pesos diarios. A mí me parece bien.

––¿Con todo y luz, agua?
––Incluye todo. Además, hay dueños de módulos que te puedes ir una o dos semanas de vacaciones y el tiempo que te vas no te cobran ni dan rentado tu cuarto.

“Yo creo que es político o algo así. Y lo que pasa es que algunas señoras que fueron a marchar ya están grandes. Ellas cobran 30 pesos por servicio. ¡Imagínate! Yo creo que no les sale y por eso es que tal vez están inconformes”, cuenta Kendra, quien se ha sentado en la orilla de la cama de cemento, con un colchón encima.

“Aquí hay módulos digamos, más fresas. Los primeros estamos un poco más jóvenes y los de hasta el fondo hay señoras ya más grandes. Tal vez son ellas las que no están de acuerdo, pero yo creo que así como ganamos tenemos que pagar. Yo veo bien lo que pagamos.”

––¿Entonces te invito un café fuera de aquí y te entrevisto? Sin fotos. Solo entrevista.

––Ya te dije, yo no salgo de aquí y cuando salgo es para viajar a ver a mi familia.

––¿Entonces no?

––No, y ya tengo que trabajar…

AMONESTACIÓN VERBAL

Me dirijo a la salida. A mi costado izquierdo alcanzo a ver el Gitano, el único table dance que han sobrevivido en Tuxtla Gutiérrez.

Mientras subo unos escalones, el mismo trabajador que me pidió borrar la selfie me hace “casita” con otros tres policías municipales. Uno está armado. Son firmes, igual que el trabajador municipal que cobra en la entrada, pero no groseros.

––Amigo, solo queremos decirle que están prohibidas las fotos. Ahí dice afuera. Si el muchacho nos hubiera reportado, lo hubiéramos remitido. Así que para la otra, ahí le encargamos.

––Sí, comprendo. Ya la borré…

Cruzo la reja. Camino hacia el estacionamiento donde hay unos 30 carros estacionados. Dos combis esperan pasajeros que vayan a la ciudad.

––¡Tuxtla, Tuxtla! Se escucha.

––Le cuidamos su carro jefe. Ahí lo que guste, dice el franelero.

Síguenos en:

www.ensaladadegrillos.com

En Facebook:

@EnsaladadeG

En Twitter:

@EnsaladadeG

Deja una respuesta