Yo-yo: La Feria

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Sr. López

El primo Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, siendo estudiante quiso entrar de vendedor en un lote de autos usados del barrio. Él mismo contaba que el dueño del negocio, un experto mentiroso con una vida engañando compradores, le hizo una prueba: lo puso a atender a un cliente y lo observó. Después dijo que no lo contrataba: -Este negocio funciona con mentiras, pero tú… hasta miedo me das, muchacho –listo.
Varias veces le he comentado que es una verdad universal que los seres humanos decimos mentiras: grandes o chiquitas; graves o ligeras; de amor o despecho; blancas, de niñito, o negras, como de agiotista. La cosa es no mentir por deporte, por el puro gusto, por sacar ventaja, ni perjudicando a nadie.
Y es que eso de que mentir siempre es malo, es mentira, nomás dígame qué de bueno tiene que en el velorio de su abuela, una viejita amiga de ella se ponga a contar porqué de joven le decían la Rompecatres; o piense si contrataría a un contador o a un abogado que le advirtiera: -Yo siempre digo la verdad –jamás.
Que los políticos mienten todos lo sabemos; en su oficio es casi indispensable, lo comprendemos (aunque no es para echarles confeti); pero cuando nos tratan como a sus mensos, nos enchilan, mucho.
Como hipótesis de trabajo, digamos que el actual gobierno federal tal vez no diga más mentiras que sus antecesores, pero es irritante la gratuidad y torpeza inusitadas con que lo hace; digo, sí ofende que no se tomen el trabajo ni siquiera de engañarnos bien, de pensar sus mentiras. Con estos, de repente resulta que el número de muertos se ha “estabilizado” y que se va ganando la lucha por la seguridad pública; que el regreso de las tropas a sus cuarteles que se predicó durante años, ahora se niega con cinismo de trotacalles; que la economía va “requete bien”, los empleos se recuperaron y que la pandemia “nos vino como anillo al dedo”.
Ahora estamos en el proceso previo a la consulta de revocación de mandato del Presidente por pérdida de confianza. Se requiere que 2’754,227 de ciudadanos firmen solicitándola, entre el 1 de noviembre y el 15 de diciembre. Sorprendentemente, el Presidente y su movimiento son los más interesados en que realice, pero Morena la promueve como ratificación de mandato, violando la ley y ante la escuálida cantidad de solicitantes (a ayer, 694,837), de repente, ayer mismo, de golpe, llegó un millón 68 mil firmas más, recolectadas por Que Siga la Democracia, organización de Morena presidida por la diputada federal de Morena, Gabriela Jiménez Godoy. Se afirmó que ya tienen otro millón de firmas que “están checando”, porque todas las recabaron en papel, no en medio digital, lo que hace inmensamente difícil al INE, verificarlas (ya antes, se detectó cerca del 20% de firmas duplicadas, falsas o de difuntos). Por supuesto habrá consulta y por supuesto en un mar de trampas. No aprendemos.
México no es un Estado fallido, porque ni siquiera está claro qué permite afirmar eso de alguna nación. México tampoco es un Estado canalla, porque pertenecemos a la comunidad de las naciones, somos reconocidos como país soberano y participamos de pleno derecho en acuerdos y tratados internacionales. Lo que pasa es que México sí es un Estado criminalizado. Se oye feo y no lo decimos, pero el Estado mexicano se criminalizó. Punto.
Lo explica Luigi Ferrajoli, un abogado italiano (que algo saben del tema, digo, que en Roma hay alta grilla desde el siglo VIII antes de Cristo, ya vieron todo); don Ferrajoli es discípulo de Norberto Bobbio, y dice que la criminalidad del poder descansa en la impunidad que asegura el triunfo de la ilegalidad, la quiebra del estado de derecho y la violación sistemática de la constitución; y que esas cosas se manifiestan en:

  1. Delincuencia organizada en todos sus niveles: narcotráfico, secuestro, tráfico de personas, destrucción ambiental, robo de vehículos (se le pasó el robo de combustibles, a lo mejor ni imagina que eso es posible); 2. Delincuencia del poder económico, que se caracteriza por ser la corrupción-puente entre la delincuencia organizada y el poder político, mediante el dominio de sectores de generación de riqueza, apropiación de contratos públicos, de recursos naturales, y devastación ambiental; y 3. La criminalidad del poder político, que actúa desde las instituciones del Estado, no respeta el marco constitucional, las garantías del ciudadano, los derechos humanos, realiza desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, cateos y retenes ilegales, torturas, homicidios, crímenes contra periodistas y comunicadores (¿le suena?).
    Un síntoma que permite suponer el agravamiento de un Estado criminalizado es el acotamiento de la intervención de la fuerza pública contra el crimen organizado y la ampliación de facultades y potestades de las fuerzas armadas en los asuntos y negocios públicos. ¡Zaz!
    Parece que ya se nos olvidó a todos pero el 18 de marzo de este año, el general Glen David VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, hablando en el Pentágono, aseguró: “la lucha contra el narcotráfico, migración, trata de personas, son todos síntomas de organizaciones criminales transnacionales que operan a menudo en áreas no gobernadas, del 30 al 35 por ciento de México”.
    El Presidente, el nuestro, lo desmintió al día siguiente en su mañanera, de manera algo peculiar: “No es cierto lo que se sostiene, pero respetamos las opiniones de todos (…)”. No fue una opinión y el Jefe del Estado mexicano no puede respetar una falsa afirmación o una afirmación mentirosa. Como sea, lo cierto es que en los más altos estamentos del poder militar de los EUA, eso piensan y que en esos niveles, un mañanero desmentido no los hace dudar de los informes de sus varios organismos de inteligencia.
    No le creamos al Generalote ese, total, pero lo menos que podríamos esperar es que nuestro gobierno mintiera menos o mintiera bien, pues si todo fuera tan requete bien, los soldados estarían barriendo cuarteles y el Presidente en Palacio, jugando yo-yo.

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