Sr. López
Murió tío Macro allá en Autlán, y dejó varios ranchos en los que ni él sabía cuántas cabezas de ganado tenía, pero vendía por centenares. Toda su vida fue muy mandón y de pocas pulgas, por lo que su viuda, harta, juntó a sus 13 hijos varones, todos adultos, y les dijo que en adelante, entre todos decidirían todo, lo que les gustó mucho. Antes de diez años remataron las tierras. Pasa.
Teclea su texto servidor, sin saber qué pasó ayer en las elecciones de Coahuila y el Estado de México, y sin ánimo de ofender a nadie, le importa un pito. El resultado interesa a la ciudadanía de ambas entidades pero no tienen efecto ninguno en el país, aunque haya analistas que sostienen que las del Estado de México son anticipo de las elecciones nacionales del 2024. Nunca ha sido así y tampoco lo será en esta próxima ocasión.
Si el PRI y asociados ganan el gobierno de ambos estados, igual el PRI es un enfermo terminal que se rehúsa a entrar a cuidados intensivos; el PRD un cadáver insepulto; y el PAN, un partido que perdió cuando ganó, extravió su ideario y su dirigencia.
Por el contrario, si Morena ganara Coahuila y el Estado de México, seguirá sin ser partido político, seguirá siendo ‘movimiento’ como se llaman ellos mismos, con un solo dueño de 70 años de edad; ‘movimiento’ estático destinado a desintegrarse en luchas tribales, fiel a su origen. Y sus socios rémoras, el partido Verde y el del Trabajo, seguirán en el lenocinio político en el que, pruebas han dado, son expertos.
Y como decía el campesino, con estos bueyes hay que arar. Así llegaremos a las elecciones nacionales del 2024 y sujetos a que por el azar, la buena suerte, si los astros se alinean, los partidos postulen candidatos presentables porque aún si ponen acémilas iremos a votar y tendremos que elegir Presidente, gobernadores y miles de cargos más.
Más nos vale que los partidos políticos pongan candidatos bien escogidos porque, no vaya usted a pensar mal de la señora madre de este menda (que sí tuvo), siendo francamente dudoso que las elecciones sean un buen método para tomar decisiones sobre nada importante, es terrible estar condenados a escoger entre postulantes que no conocemos sino por campañas de mercadotecnia, elegidos no sabemos cómo, por no sabemos quiénes, para no sabemos qué intereses… y tenemos que optar por alguno sin saber cuando menos, cuál es el menos malo. Elecciones libres con candidatos impuestos, bonita cosa.
Y eso de que las elecciones de gobernantes no son un buen método, es aceptando que no hay a la vista ninguno mejor, aunque hay variantes que atenúan el riesgo, como los regímenes parlamentarios en los que al Jefe de Gobierno, no lo elige la gente sino el Parlamento, donde están sus representantes votados por ellos. Y el Parlamento puede quitarle el cargo en cualquier momento, sin sofocos ni arriesgar la vida política del país.
Pero nuestro sistema de elección universal directa, no es un buen método y en nuestra vida personal nunca lo usamos. Nadie decide por votación del vecindario a qué médico lleva a su hijo o con quien se casa. No. Pero el destino de la nación así lo decidimos, por votación mayoritaria, sin conocer realmente casi nada del elegido más que su discurso.
Y encima… no se indigne, pero es una barbaridad que valgan lo mismo los votos de todos, advirtiendo que todos los pobladores de cualquier país valen lo mismo ante la ley y sus derechos deben ser respetados igual para todos, sí, pero eso no hace que el voto sea igual de bien informado y debidamente ponderado por millones de electores. Da pena a este su texto servidor que su voto valga igual que el del Rector de la UNAM, el de un político profesional, el de un magistrado de la Suprema Corte o el de un viejo sabio campesino que ha visto todo en la vida. Y vale igual, porque se intentó en el pasado dar valor a cada voto y se acabó cometiendo atrocidades clasistas y racistas.
Para explicar lo de que es una barbaridad que el voto de todos valga igual, entérese que hay mucha gente que sigue pensando que el mundo es plano; en los EUA hicieron un estudio sobre eso y se encontraron que el 16% de su población no cree que el mundo es redondo (encuesta YouGov del 6 de febrero de 2018)… y su voto vale igual que el de cualquiera y son un sector tan amplio que pueden decidir el sentido del sufragio para elegir al Presidente del país más poderoso del mundo, plano, claro.
Por si eso no basta para ilustrar el punto, piense nomás en si le parece a usted que el gobierno tiene derecho a decir cómo se viste la gente… ¿no, verdad?… pues hay países nada chicos en los que así es la cosa y la gente está perfectamente de acuerdo, como Afganistán que obliga a las mujeres a usar burka, cubriendo todo el rostro; y por el contrario, hay países en los que el gobierno no permite el uso de cierta vestimenta, con el acuerdo de sus pobladores, como los Países Bajos, Francia, Bélgica y Suiza que sometió a referéndum en marzo del 2021, la prohibición del uso de la burka. ¿Con qué derecho un gobierno se mete en eso?… con el derecho que le dan las votaciones de su gente.
Además, el voto popular es por definición no responsable de sus decisiones. Lo hemos dicho antes, la gente eligió a Fox, la gente eligió a Peña Nieto y luego a López Obrador. No hay una reserva de electores que salió a votar en el 2018. Fueron los mismos y algunos más los que eligieron, legalito, a López Obrador.
Si de verdad los gobiernos de Zedillo a Peña Nieto fueron una atrocidad neoliberal, conservadora, enemiga de las mejores causas nacionales, los eligió el pueblo, ese que ahora resulta que es sabio y no se equivoca. Y lo mismo respecto del actual Presidente. ¿Cuándo se equivocó el pueblo?… ¿antes o ahora?… ¿y el año que viene, acertará?
Como estamos, nos queda la esperanza de que las organizaciones civiles sigan metiendo presión para que los partidos ahora sí asuman su responsabilidad, y que salga a votar cuando menos, la clase media, completa. Si no, ya se la sabe, “vox populi”…