Venecia libre: Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Simón Bolivar nació en el año 1783 en la ciudad de Caracas, en lo que hoy es Venezuela. Bolivar fue un militar independentista libertario que imaginaba a nuestro continente como un órgano vivo e interrelacionado, una América cuyos pueblos se identificaran como parte de una gran nación continental sin fronteras, que crece, se alimenta, se organiza y se fortalece con la contribución de todos los pueblos y que a su vez beneficia a todos los pueblos y a todos los ciudadanos por igual. Una nación continental viva, cuyos ríos son las venas a través de los cuales se nutre y fortalece.

La patria de Bolivar hace frontera con Brasil, Colombia, Guyana y el Mar Caribe. Fue justo navegando el Mar Caribe que llegó hasta estas tierras Juan Gonzalo Jiménez de Quesada, el conquistador español que al tener frente a sí el lago Maracaibo, se impresionó por sus hermosos canales que le recordaban a su vez los canales de Venecia Italia. Se cuenta que por esa razón bautizó esta tierra como la Pequeña Venecia, como una “Venezuela”. Resulta una casualidad curiosa que el nombre tenga concordancia con el sueño del padre libertador de esta tierra, el General Bolivar, quien soñara justo con una América fuerte, cuyas venas llevaran la vida no solo a esta patria chica sino al continente entero.

De la mano de Bolivar y el pueblo venezolano, esa nación logró su independencia de la tiranía española en 1821. los siguientes 150 años fueron de inestabilidad, asentamiento y consolidación como nación. Para 1958, puede decirse que inició su desarrollo económico, en un periodo en el que tomó fuerza por su enorme potencial como nación productora de petróleo: Venezuela fue durante poco más de cuarenta años una potencia exportadora de crudo, con un sistema democrático relativamente estable aunque paulatinamente más y más corrupto. Para fines del siglo pasado, la creciente corrupción gubernamental, más la caída en los precios del petróleo sumieron a Venezuela en una profunda crisis social y económica, el caldo de cultivo perfecto para que un personaje carismático como lo fue Hugo Chávez, con promesas de volver a hacer de Venezuela una nación de nuevo grande, se hiciera de la presidencia de aquella nación.
Hasta allí podemos decir que todo en orden: un presidente elegido por el electorado en apego a la constitución. El problema es que Chávez, engolosinado de poder poco antes del término de su primer período, creó una nueva constitución para permitir una primera reelección. Años después volvió a cambiar la ley para gobernar un tercer periodo que no pudo terminar porque lo alcanzó la muerte.

Al morir Chávez, se realizaron elecciones extraordinarias que ganó el ex canciller chavista Nicolás Maduro, un político sin el carisma de Chávez que intenta repetir el patrón, que se reeligió para un segundo período en 2018 y que hace algunas semanas afirma haber sido elegido para un sucesivo tercer periodo como presidente.El problema es que se niega a mostrar las actas que documenten su triunfo. No solo modifica la ley a su conveniencia para poder postularse una vez más. Adicionalmente, no acepta el recuento voto por voto ni casilla por casilla. Un principio básico de transparencia en cualquier democracia.

La realidad venezolana la conocen únicamente los venezolanos. Están los detractores y los simpatizantes y ambos debieran tener la libertad de manifestar su opinión, si la mayoría favorece al chavismo pues están en su derecho, aunque no dejan de resultar sintomáticos un par de elementos en este escenario caribeño: por un lado, como lo señalo líneas arriba, la negativa del candidato-presidente-otravezcandidato-otravezpresidente-denuevocandidato-autonombradoganadoryfuturopresidente a exponer las actas que documentan su victoria y por otro lado, la preocupante crisis migratoria que vive aquella nación, una crisis que, parafraseando a Jiménez de Quesada y a Bolivar, tiene a esa nación padeciendo una hemorragia por la que uno de cada cuadro venezolanos se ha visto en la necesidad de dejar Venezuela ante la falta de libertades y oportunidades, una hemorragia en la que -cual venas continentales-, los caminos de Colombia, Panamá y todo Centroamérica sirven para que familias de aquel país viajen en su mayoría caminando en busca de un mejor futuro. Con frecuencia me pregunto qué pensaría Bolivar de todo esto, porque ciertamente él imaginó una América sin fronteras, si, pero también imaginó una América de libertades. Que nadie se eternice en el poder ni en Venezuela ni en ninguna otra nación. Que nadie tenga que abandonar su patria por hambre ni por miedo. Libertad para la patria de El Libertador.

Oximoronas 1. En un inesperado y magistral -aunque temerario- cambio de estrategia, Ucrania invade territorio ruso para forzar a Putin a atender un nuevo frente. Ucrania libre. Fuera Putin del poder. Otro fanático del reeleccionismo ad eternum.

Oximoronas 2. Kamala toma vuelo. Hay esperanza de que el otro antidemócrata continental no alcance la presidencia nuevamente.

Oximoronas 3. No es menor el detalle de que democracias serias como Brasil y Colombia, llamen a Maduro a la reflexión. Bien por Lula y Petro.

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