Teatro fantástico: La Feria

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SR. LÓPEZ

Ya le he contado antes que la abuela paterna, Elena, la de Autlán, decía que allá por los años 30’s del siglo pasado, era alcalde del pueblo un tal Chano, tío suyo, viejo mañoso y astuto al que un grupo de señoras de las familias influyentes de allá, fue a ver para exigir que procediera a la clausura de “Casa Antonia”, el burdel de postín de allá, afamado no solo por la calidad de los servicios personalísimos que se ofrecen en esos lugares, sino porque contaba con un muy buen restaurante y salón de baile (música en vivo, diario). De inmediato don Chano dijo que por supuesto la clausuraba, menos el restaurante y el salón de baile, por ser negocios legítimos, y que como la policía del municipio no era muy confiable cuidando güilas, organizaría a los maridos de las decentísimas peticionarias, repartiéndoles las siete noches de la semana, para vigilar que las pupilas de doña Toña hicieran de meseras o si acaso, bailaran sin ofender ya más a la moral… silencio de las damas… que luego le daban respuesta. Jamás volvieron, sonreía la abuela. Tontas no eran.

A reserva de recibir respuesta apropiada a la atenta solicitud de disculpas presentada al Rey de España y al Papa, no se entiende que los mexicanos no estemos alegres hasta la fruición porque ya no hay corrupción en el país, porque ya no hay robo de gasolinas ni diesel, porque en las aduanas nacionales se respira un ambiente como de sacristía (de las de antes, con curas irreprochables), porque los funcionarios practican la pobreza franciscana, porque ya se está organizando la Guardia Nacional (en tres años ¡va usted a ver!)… porque, porque todo… ¿o qué, no percibe usted los aromas de la 4T?… ¡carambas!

Si no es usted conservador, fifí ni corto de entendederas, debe estar loco de contento. Ahora que si es usted un tenochca que vivió con uso de razón los tiempos pre-neoliberales, los del capitalismo humano y los neoliberales, los del PRI, del PAN y del neoPRI (el de don Peña Nieto), se le concede autorización para abrigar alguna duda sobre la posibilidad de que el discurso político altere la realidad nacional. Un nuevo reglamento del póker no le quita lo tramposo a los tahúres.

Desde febrero de 2015 existe el Sistema Nacional Anticorrupción, mirífico método que endereza jorobados y purifica las aguas del peor albañal, en el que se dispone: “todos los servidores públicos podrán ser juzgados en caso de cometer ilícitos, incluso después de que haya concluido su cargo”, cosa que siempre ha sido así y no se entiende que se haya hecho una ley que dispone la aplicación de la ley, pero, en fin, así fue y no estorba que los funcionarios se lo sepan: robar es delito. Fregados estos.

Lo que sí es de tomarse en cuenta es que las leyes nuevas que estén cocinando los chefs de la ‘Fonda el Congreso’, no son, no pueden ser retroactivas, por lo que la reclasificación de delitos y las nuevas disposiciones, no apuntan para atrás… aunque, también es cierto que legalmente no puede haber borrón y cuenta nueva: quien haya cometido actos de corrupción en el pasado, debe ser juzgado mientras no prescriba el delito; nada más una advertencia a optimistas o ciudadanos que acaban de cumplir 18 años: en este país y hasta nuevo aviso, al influyente, al poderoso, no le preocupa si la ley prescribe en un mes o en un siglo: no se le aplica, nunca, por eso son siempre impunes, punto. Y si cree que esto es una exageración más de este López, recuerde la “amnistía” otorgada por nuestro Presidente de la república a todos aquellos servidores públicos que al momento de su protesta al cargo (1 de diciembre pasado), no tuvieran carpeta de investigación abierta en la Fiscalía (antes PGR). Y bien vistas las cosas, no oficializó la impunidad el Presidente, no, nomás es realista. Si igual nunca pasa nada, mejor ni perder tiempo. ¡Chin!

Ese Sistema Nacional Anticorrupción, vigente desde febrero de 2015, dispone que se audite el 100% del gasto público federal, lo que suena casi a burla, pues revisar todo el gasto público federal es físicamente imposible (a menos que hubiera un auditor tras de cada escritorio federal… auditor sueco, por supuesto o alemán, marciano, porque si es un real integrante de nuestra flamante nacionalidad, antes que canta un gallo, ya se enredó con el auditado, total, qué tanto es tantito).

Si las cosas se enderezaran escribiendo leyes, no habría delitos… ni corrupción. El actual gobierno federal tiene las mejores intenciones… pero, no será fácil, y no es recomendable decir que los recursos que ahorrará el país ya sin corrupción, financiarán parte del rescate de Pemex, por ejemplo… primero la vaca, luego la leche… los quesos al final, por favor.

No es pesimismo. Es la verdad. No es cosa de seguir haciendo leyes: todo acto de  corrupción es una variante de robar, cosa prohibida en los 10 mandamientos hace 3400 años… y ya ve (lectura recomendada: “Breve historia de la corrupción”, de Alberto Brioschi,  editorial Taurus):

Año 1300 a.C., Egipto, Decreto de Horemheb: “Se castigará con implacable rigor a los funcionarios que, abusando de su poder, roben cosechas o ganado a los campesinos bajo el pretexto de cobrar impuestos. El castigo será de cien bastonazos. Si el involucrado fuera un juez, la pena será de muerte”… 3300 años después seguimos haciendo leyes. Y en un papiro egipcio de entre 1142 y 1123 a.C. (tiempos de Ramsés IX), se cuentan los problemas de un funcionario que denunció a otro que se enriqueció coludido con ladrones de tumbas… maticen su entusiasmo en la 4T. Por favor.

Se le atribuye a Winston Churchill la siguiente frase: “Un mínimo de corrupción sirve como un lubricante benéfico para el funcionamiento de la máquina de la democracia”. Un mínimo, o sea: aceptando que es un imposible erradicar completamente este mal.

Para ese mínimo en México tenemos lo necesario: la Auditoria Superior de la Federación, a la que sólo hay que asignar presupuesto suficiente y modificar un poco sus facultades.

Lo demás, todo, es teatro, teatro fantástico.

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