Sr. López
Tío Mago (Margarito), era impúdicamente rico gracias a una ferretería inmensa que heredó allá en Guadalajara, a mediados del siglo pasado. Era solterón y muy mandón, pero en su casa las órdenes las daba doña Lupe que entró a trabajar de sirvienta siendo niña ella y niño él. Decía la abuela Elena que el tío temblaba de que fuera a irse doña Lupe porque ella se encargaba de todo, hacía funcionar la casa, cuidaba los gastos y traía marchando a todo el personal doméstico, que no era poco: -Tonto Mago, no sabía que trabajaba para ella –decía la abuela sonriendo. Era cierto.
No hay punto de comparación entre el inmenso poderío de los EUA y nosotros, ni en lo militar, lo económico ni mucho menos en la influencia decisiva de nuestros vecinos del norte en todas las organizaciones internacionales. Pero para su desgracia, somos sus vecinos por siempre y nos necesitan en el tratado de libre comercio, para contener migrantes, para regular el paso de las drogas y erradicar el mortal fentanilo.
Pero igual hay cosas del México actual que al tío Sam le resultan del todo inaceptables. Por un lado, nuestra peculiar democracia en el régimen de la 4T que va a contrapelo de 28 años de esfuerzos y avances para llevar al país a un verdadero estatus democrático (de 1990 cuando nació el entonces IFE a 2018 que asumió el poder López Obrador). Por el otro, nuestra sempiterna corrupción que durante esta administración tiene alcances inauditos; los gobernantes de los EUA no saben cómo tratar con un socio así, allá también hay corrupción, claro, pero es individual, no estructural, son calvinistas, puritanos, presbiterianos, la mentira los enferma, la corrupción se les atraganta.
Con lo de nuestro actual retroceso democrático, en los EUA están a la espera del resultado de nuestra próximas elecciones; si se realizan con la limpieza que ya era habitual y el voto popular ratifica a Morena en el poder, aceptarán el resultado y pondrán en marcha las medidas de contención necesarias para evitar un desbordamiento autoritario-socialista en México… y les sobran instrumentos, nada más con que nos impongan algunos aranceles. Por el contrario si los comicios los gana la oposición, las aguas volverán a su cauce y veremos al tío Sam, establecer nuevos acuerdos y compromisos que aseguren la disminución al mínimo del izquierdismo microbiano que padecimos este sexenio.
Es en lo tocante a la corrupción que no transigen ni están de brazos cruzados. Cualquiera podría pensar que es problema nuestro y que no les debería importar, pero el tío Sam duerme con un ojo abierto y sabe que la corrupción es contagiosa y potencial amenaza a su seguridad interior, si así se introducen terroristas a su país.
Los EUA con paciencia y sin prisa, investigan, acumulan información, infiltran, espían y documentan todo acto de corrupción fuera de su territorio que pudiera afectarlos (en todo el mundo). Actúan cuando les conviene, aportando información a los gobiernos de otros países para que procedan contra dignatarios o altos funcionarios y a veces, ellos mismos los encarcelan en su país.
De 1990 al 2018, han colaborado en averiguaciones en contra de expresidentes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, y han dado el apoyo e información necesaria para encarcelar a Álvaro Colom, de Guatemala; Antonio Saca, de El Salvador; Otto Pérez Molina, también de Guatemala; Ricardo Martinelli, de Panamá; Rafael Callejas, de Honduras (en libertad condicional); Mauricio Funes, otro de El Salvador (asilado, escondido en Nicaragua); Alfonso Portillo, otro guatemalteco; Rafael Ángel Calderón y Miguel Ángel Rodríguez , de Costa Rica; Arnoldo Alemán de Nicaragua; Francisco Flores, de El Salvador; Óscar Arias de Costa Rica; Ernesto Pérez Balladares y Mireya Moscoso, de Panamá; el nicaragüense Enrique Bolaños; el hondureño Manuel Zelaya; y Jorge Serrano Elías, de Guatemala, asilado en Panamá.
Pero también hay expresidentes que han apresado y metido a la cárcel en los EUA, como
Noriega de Panamá (le echaron 40 años de cárcel), y fresquecito de febrero pasado, Juan Orlando Hernández de Honduras, preso y sujeto a juicio en una Corte de Nueva York.
Los EUA están más que preocupados por la desatada corrupción en México y por las evidencias de la falta de cooperación efectiva en la lucha contra el narco. Ayer mismo, Anne Milgram la jefa de la DEA, se quejó de que nuestro gobierno niega visas a sus agentes. No es la primera. Se les están muriendo cien mil ciudadanos al año por consumo de fentanilo que en cierta medida llega de acá. Quien en el actual gobierno crea que eso se puede sortear, se equivoca.
Los EUA proceden contra actos de corrupción en su territorio y en el de cualquier país que haya firmado con ellos un Tratado de Asistencia Jurídica Recíproca, que México firmó desde el 9 de diciembre de 1987 (ahí para que le avisen al señor de Palacio). Y si no les han firmado eso, entonces lo hacen a través de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, que México también firmó y aprobó la Cámara de Senadores el 29 de abril de 2004. No mancillan nuestra soberanía: México voluntariamente se incorporó a esos acuerdos internacionales.
En el gobierno de los EUA proceden contra la corrupción (de quien sea), con varios instrumentos legales como la Iniciativa para Recuperar Bienes de la Cleptocracia (CARI, por sus siglas en inglés); la Iniciativa de Recuperación de Activos Robados (StAR, su acrónimo en inglés), de ellos con el Banco Mundial, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y el Grupo de Trabajo Anticorrupción del G20 (poquita cosa); la Red Global Punto Focal de Recuperación de Activos, coordinada por Interpol; la Red Interinstitucional Camden de Recuperación de Activos (CARIN), que incluye a 110 países; y la Red de Aplicación de las Leyes contra los Delitos Financieros. Aparte el Grupo Egmont que integra unidades de inteligencia financiera en todo el mundo.
Y contra todo eso, el pañuelito blanco. ¡Suerte!