Su futuro es el pasado: La Feria

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Sr. López

De tía Amelia, de las de Autlán, debe usted recordar que es la que tuvo 12 hijos varones, todos grandotes, fortachones y traviesos, no maloras, sí muy inquietos, pero a la voz de su mamá, se ponían firmes. Una vez alguien le preguntó como hacía para que la obedecieran y la tía, extrañada, respondió: -Pues a trancazos –y era literal, les daba con la tranca de la puerta a los doce, sin averiguar quién era responsable de alguna tropelía, parejo. Democrática la tía.
Es de común aceptación la bondad de la democracia. En el mismo sentido, la generalidad considera que los regímenes democráticos, son el mejor sistema de gobierno. Y como premisa fundamental de la democracia, está el dogma de las elecciones libres, para elegir gobierno por el voto de la mayoría. ¿De veras?
Calificar a un gobierno como democrático, supone mucho más que la participación de la ciudadanía en procesos electorales, pues por encima de los comicios y sobre quién gobernará y quiénes legislarán, debe prevalecer, quede quien quede, el continuo respeto a las leyes y la igualdad de todos ante ellas, como mínimo (que es muchísimo).
Pero eso de votar, para tomar decisiones como decida la mayoría, no es un método que garantice acierto, de ninguna manera, siendo solo una manera (ya se encontrará otra), de evitar la imposición del más fuerte.
También importa tener presente que decidir así, con sufragio y sus variantes de referéndum, plebiscito o consulta popular, aparte de que no pocas veces significa decidir mal, suele ser un espejismo, una ilusión, salvo unos pocos países poco poblados y muy desarrollados.
Que el electorado a veces mete la pata, lo ilustra bien el caso del referéndum con que el 51.9% de los británicos decidieron la salida del Reino Unido en 2016, de la Unión Europea, con catastróficas consecuencias económicas y una inestabilidad política que ha propiciado la caída de cinco primeros ministros (acaba de tomar posesión, Keir Starmer, el sexto). El principal promotor del Brexit (“British exit”), Nigel Farage, un populista de derechas, después de conseguido su propósito admitió que mintió al electorado y luego, en 2023, tan fresco, reconoció “el Brexit ha fallado”. Sí y ahora las encuestas indican que el 65% del electorado quisiera regresar a la Unión Europea. Lástima.
Si le parece muy lejano de México el ejemplo anterior, nada más acuérdese que después de la proeza de echar del poder al PRI en el año 2000, que celebró el país entero, con todo mundo harto hasta la coronilla del partidazo… lo regresaron al poder en 2012, Peña Nieto mediante, quien, por cierto, nos dejó a López Obrador en la presidencia de la república, porque sin don Quique Copete, el actual huésped de Palacio jamás hubiera llegado, no se le olvide que Peña Peñita Pena, por frívolo y cobardón, lo llevó en andas al poder y entre otras ayudaditas, reventó la candidatura de Ricardo Anaya, otro pájaro, pero él no hubiera dado mañaneras (y nomás con eso sería bastante, digo); pero que nunca se le olvide, el gallardo electorado nacional decidió mal (las dos veces), pero decidió.
Que las decisiones por mayoría de votos son un espejismo, una ilusión, tiene dos consideraciones, primera: cuando el acto de votar y que se cuenten los votos, es impecable, perfectamente legal, pero, segunda: que sea ilegítimo por no haber sido justo, cuando el proceso no fue ético, cuando se manipuló al electorado (caso de estudio, nuestras elecciones del pasado 2 de junio: perfectamente legales pero ilegítimas con el Presidente de la república y el aparato de gobierno, interviniendo y con cataratas de dinero desviado del erario a las campañas de los cuatroteros).
Y también es una ilusión que la mayoría manda, cuando se hacen unas simples cuentas (la aritmética es implacable). Resulta que somos casi 98.5 millones de electores, registrados ante el INE y armados de credencial de elector; por doña Sheinbaum votaron poquito menos de 36 millones, lo que es una enormidad, sí, pero NO votaron por ella 62.5 millones de tenochcas. Esto es: legalito la señora asumirá la presidencia de la república con el voto del 36.5% del electorado porque el 63.5% no votó por ella. Eso es minoría. Punto.
Por otro lado, la coalición triunfante de doña Sheinbaum, en apego a la ley electoral y a la Constitución (dejémonos de cuentos con eso de que es trampa la sobrerrepresentación, no lo es y el tribunal electoral federal ha emitido resoluciones que ratifican que la cuenta de plurinominales se hace por partido, de veras, dejémonos de cuentos), Morena & asociados, alcanzarán unos 373 diputados federales y 83 senadores. Legal aunque no guste.
Pero la aprobación en septiembre, de las reformas a la Constitución del Plan C del señor de Macuspana, la harán esos 373 diputados, que son el 0.00038% del electorado; claro que esos diputados fueron votados por millones y los representan, por supuesto que sí, pero eso no se traduce en que la mayoría manda, son una minúscula porción del total del electorado. Lo demás es música de viento.
Y para que vea que este menda es parejo. Si por un prodigio del Buen Dios, Morena & Cía., no consiguen en el Senado los dos votos que le faltan para ratificar la aprobación del Plan C de los diputados, resultaría que dos tenochcas con curul, detendrían el asunto: dos personas de 98 millones y medio. No es parejo tampoco.
Habrá quien diga que estas cuentas son absurdas porque la ciudadanía delega su soberanía en sus representantes que legítimamente toman decisiones en su nombre. Es cierto. Lo lamentable es que los legisladores, bajo el calcañar del señor de Palacio (para no decir que los tiene bajo la pata, se oye feo), no legislan, no debaten, no corrigen, no presentan argumentos, no deliberan, que es para lo que fueron elegidos, no para ser obedientes servidores del Presidente, como largamente fueron muchos (no todos), en la larga noche del priismo imperial, al que estamos de regreso.
Electorado equivocado y ahora el país enfrenta que su futuro es el pasado.

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