Sin recompensa

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LA FERIA/Sr. López


Enviudó tía Cata, de las de Autlán, allá por los años 30 del siglo pasado. Su marido había sido el mandón indiscutible en su casa, sus ranchos y la región. El mismo día del entierro, junto a la tumba, tía Cata dijo a sus hijos varones, siete garrudos gigantones: -Ahí está el muerto, ahora mando yo… -y así fue el resto de su larga vida.

Algo tiene que andar muy mal como para que la Presidenta de México haya declarado el viernes pasado: “Estados Unidos no va a venir a México con los militares, no va a haber invasión”.

Sin bordar sobre su manifiesta inexperiencia política, que no tiene por qué tener, que lo suyo es la física y ser una siempre obediente empleada, como fue en su carrera burocrática que no política, porque trabajar en el gobierno no es ser político ni se aprende ahí a hacer política, si acaso, grilla.

Su manifiesta inexperiencia política, no es una afirmación al desgaire. Un político, ante la pregunta en su mañanera del viernes, sobre los alcances de la supuesta orden ejecutiva que -según el New York Times-, el tal Trump firmó en secreto para usar su fuerza militar contra los cárteles de la droga, respondió eso, que no habrá invasión, pudiendo decir: -Me parece muy bien que los EUA sigan la estrategia mexicana de incorporar a sus fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado… -y ya.

Peor. A renglón seguido, agregó la señora del bastón de juguete: “Vamos a ver cómo está la orden ejecutiva (…)”. ¡Dioses, señora!, si existe esa orden se supone que es secreta, ¿piensa pedir copia?

En la misma mañanera del viernes, salió el asunto de la recompensa que los EUA ofrece por información que lleve al arresto de Nicolás Maduro presidente a las chuecas, de Venezuela -ofrecen el doble de lo que daban por Osama Bin Laden, 50 millones de dólares, por si le interesa, anímese-, sobre lo que la fiscal General Pam Bondi, el día anterior -jueves- en la red social X, dijo que era porque el infame patán Maduro es cómplice entre otros, del Cártel de Sinaloa, el mexicano.

Y ahí vino el otro traspié presidencial. La dama de Palacio ¡pidió pruebas!… no, señora, no, eso es lo que dicen los acusados, no usted, Jefa de Estado, Jefa de Gobierno, Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas (comandante es genérico, por amor de Dios no diga comandanta). Usted es la Presidenta de México, la recompensa de otro país por un criminal es un asunto muy menor para su investidura, muy lejano a sus responsabilidades. En fin, como si hicieran caso.

Además lo dijo muy mal, va la cita para no poner ni quitar: “Es la primera vez que oímos ese tema. No hay ninguna, por parte de México, ninguna investigación que tenga que ver con eso (…). Como siempre decimos, si tienen una prueba que la muestren, nosotros no tenemos ninguna prueba relacionada con ello”.

De veras, la maestra de obras del segundo piso, necesita un asesor (o dejar de dar conferencia diaria de prensa). Sobre algo así, una respuesta simple, era decir que no tiene nada que comentar sobre decisiones policiacas de otro país. Y punto. Pero pedir pruebas es asumir un argumento propio de un acusado o de sus abogados defensores… ¡ah!… ya… eso… con razón.

Lo que sea que decidan hacer los EUA para combatir el crimen organizado y la entrada de fentanilo a su país, no pasa por tomar opinión a nuestro gobierno. Pero tampoco se crea nadie que son enchiladas echar misiles a territorio mexicano o mandar tropas. De ninguna manera.

México no es Granada, la diminuta isla de las Antillas que invadieron en 1983; ni somos Panamá, a donde se metieron a sangre y fuego en 1989 para llevarse a la cárcel al presidente Manuel Noriega (por narco).

Tampoco han invadido a Venezuela y con todo respeto, ahora sí que no somos iguales, México tiene mucho más importancia internacional (y prestigio, hay que decirlo), y mucho más peso dentro de los EUA, tanto por estar casados con México por lo civil (el T-MEC, que ya ronda los 800 mil millones de dólares anuales), como por nuestros recursos naturales que les interesan tanto, por ejemplo, el litio. Si tiene un rato, busque el libro, ‘La carrera por lo que queda: la lucha mundial por los últimos recursos del mundo’, de un tal Michael Klare, que no es un pelagatos, es muy reconocido en el mundo académico.

Aparte de todo eso: tenemos 3,142 kilómetros de frontera con los EUA y si se arma la marimorena entre México y los EUA, quiebra la economía del sur de los EUA, al menos de las ciudades que viven de los tenochcas que allá hacen el súper. Por todo eso, no va a pasar, no nos van a invadir y no por mérito cuatrotero. Así son las cosas hace mucho y además, los gobiernos de los EUA ya se resignaron a su vecino, nosotros.

Ahora bien: eso no significa que le podamos tronar los dedos al tío Sam. Para nada. Y tampoco, que vayan a tolerar el fentanilo que manda a su tierra el crimen organizado de acá, porque para ellos es un escándalo con consecuencias sociales y políticas que no pueden amortizar. Ese precio no lo paga ningún político yanqui.

Podemos dar por descontado que el acuerdo sobre seguridad del que habla y habla la señora Sheinbaum, se va a firmar. Y jure que nunca conoceremos sus alcances (lo de las cláusulas secretas se estila mucho en acuerdos y hasta tratados), pero los yanquis van a poder hacer muchas cosas en México, delo por hecho.

No se resigne, dé gracias al Buen Dios, porque en caso de apuro los EUA no se tientan el corazón y tienen muchas mañas. Le recomiendo del mismo autor anterior y Peter Kornbluh (analista senior del Archivo de Seguridad Nacional, de allá), el libro ‘Guerra de baja intensidad: cómo Estados Unidos libra guerras sin declararlas’; y además, con su enorme poderío tecnológico y de comunicaciones, a veces les da por nada más aniquilar la fuerza política del que les cae gordo.

Doña Sheinbaum, tarde o temprano, debe asumir el mando total y tendrá que entregar cabezas de arriba, de muy arriba, eso o la obsequian con un cartel con otros 50 millones pero por su mero padre y… hasta sin recompensa.

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