Sin máscaras: La Feria

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SR. LÓPEZ

Tío Anselmo, era de la familia materna de este menda y por eso, católico de espantar a Pío X. Allá por los años 40 del siglo pasado, contrajo nupcias con una estupenda joven veracruzana que según los viejos de la familia, no se podía describir con palabras socialmente aceptadas. El tío no era del tipo jaranero que acostumbraba tratar ella (la llevaba diario a misa de seis y rezaban juntos el santo rosario antes de acostarse), y la efervescente joven, se aburría, mucho. Él estaba ciego de amor (los viejos decían otra cosa, una vulgaridad), pero como notaba el hastío de su bullanguera esposa, estuvo de acuerdo en que un fin de semana al mes fuera a visitar a su familia en el Puerto, luego una semana, después quince días… hasta la vez que ya no regresó, nunca. ¿Cómo dice la canción?… “cooomenzó por un dedito y la mano agarró”…

No falta quien de repente, en una epifanía intelectual, piensa que la democracia es débil, que si no se cuida con primor, se evapora. Parece cierto pero también parece que al decir democracia se refieren al régimen legal y no tanto a la forma de gobierno cimentada en la doctrina de la soberanía del pueblo delegada en quienes elige libremente.

Ni la democracia ni ninguna forma de gobierno son esencialmente débiles. Todo gobierno cuenta con el monopolio del uso de la fuerza precisamente para evitar desafueros. Y a la par, cualquier forma de gobierno se pervierte, se corrompe, si viola o tuerce las leyes a las que debe sujetarse y peor si para ello usa la fuerza.

Los sucesos recientes en los EUA no prueban la supuesta debilidad de la democracia, sino los desafueros a que da lugar ceder en lo poco, tolerar el abuso verbal, transigir en el manipuleo de las leyes, admitir la mentira como forma de gobierno, hasta  llegar -de nimiedad en nimiedad-, a lo grave, lo disruptivo que a veces da paso a la tragedia.

La catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, los horrores de los campos de concentración, el inenarrable sufrimiento causado a millones y el inimaginable precio pagado por el pueblo alemán, no fueron resultado de un acomodo planetario de circunstancias que fatalmente condujeron al mundo a ese rosario de desgracias, no, todo resultó de una suma de debilidades en cosas aparentemente pequeñas:

A Hitler en 1924 lo encarcelaron nueve meses por el golpe de Estado que intentó en noviembre de 1923. La Constitución de Alemania mandaba cadena perpetua por ese crimen, una blandengue amnistía lo liberó y dio paso a la peor guerra que ha sufrido la humanidad.

Después, el 28 de febrero de 1933, ya siendo Hitler el Canciller de Alemania, bajo la autoridad del Presidente del Estado y sin mayoría parlamentaria para hacer su voluntad, sus amedrentados opositores le aprobaron algo en apariencia inocuo, el ‘Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y del Estado’, dirigido disque a ‘proteger los documentos culturales alemanes’, limitando los artículos de la Constitución relativos a la libertad de prensa, de expresión, de inviolabilidad de la correspondencia, de las conversaciones telefónicas y del domicilio, barbaridades que toleraron pensando que no era tan grave, a fin de cuentas, Hitler se había comprometido a estar solo cuatro años en el poder… sí cómo no.

A la fecha discuten los estudiosos si Hitler provocó 40 ó 100 millones de muertes… y pensar que legalmente, sin abusar de la norma, debía haber estado preso… y pensar que nada hubiera pasado si el Parlamento no le aprueba ese decreto.

De regreso al asalto al Capitolio de los EUA de antier: la unánime aprobación sin ningún regateo, de la reacción de las fuerzas del orden; la acción inmediata de los representantes y senadores, validando el mismo día de los acontecimientos la elección presidencial de Joe Biden; la renuencia del actual vicepresidente a someterse a las órdenes de Trump; el abierto repudio de republicanos y demócratas, a todo lo que viole su orden constitucional; todo eso muestra la fortaleza de ese régimen, de sus leyes. El Trump pagará el precio.

Ayer, por fin, supimos en México de qué va eso de la 4T. El Presidente anunció que prepara una iniciativa de ley para desaparecer a los órganos autónomos y que sus funciones las desempeñe su gobierno. Ya hace tiempo los ataca y acusa de corruptos, opacos e irresponsables; ahora aduce que es para ahorrar hasta 20 mil millones al año: el 0.33% de un presupuesto de 6 billones… eso no justifica, es como escupir junto al Niágara.  

Los órganos autónomos están dispuestos en la Constitución para no estar adscritos a los poderes del Estado; entre otros, son el INE, el Banco de México, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI); la Comisión Federal de Competencia Económica; el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT),  la Fiscalía General de la República; la CNDH; los tribunales de lo Contencioso Administrativo.

Son órganos de equilibrio constitucional y político, para preservar el orden constitucional. La Suprema Corte definió que deben contar con autonomía e independencia funcional y financiera para atender funciones primarias u originarias del Estado para beneficio de la sociedad. Y por su lado, el Consejo de la Judicatura estableció que los órganos autónomos se crearon por la necesidad de limitar los excesos de los poderes tradicionales y los factores del poder.

En otras palabras, son el freno de la autoridad. Para eso se inventaron, por eso su actuación es independiente del Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Por lo que dijo el Presidente no va por todos, lo que no atenúa la intención: que no haya contrapeso ni instancia que frene sus actos de gobierno. Se apruebe o no esa iniciativa, queda clara la intención autoritaria. A quien respeta la ley no le estorban en absoluto los órganos autónomos.

Para esta reforma requiere de mayorías calificadas, en estricto rigor no debería conseguir su aprobación. Si el Congreso de la Unión le concede esto, ya sabemos para dónde vamos, sin máscaras.

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