Sr. López
En la sección femenino-toluqueña de la familia de este menda, la campeona de la tontería era tía Beatriz (Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, le decía con una palabra que rima con ‘deja’). Para que tenga idea: una vez contó que ya había resuelto “lo de sus hijas” (una punta de güilas mis primitas esas y ni guapas eran), pues le firmaron una carta-compromiso en la que se obligaban, uno: a llegar a la casa siempre a “buena” hora; dos: a nunca más permitir “libertades” a los amigos, novios, conocidos y en general a ningún miembro del sexo masculino, conocido o por conocer (previsora la tía); y tres: a contestar con la verdad a sus preguntas. El documento (que sí le firmaron), no cambió los hábitos de las nenas, pero la tía dormía ya a pierna suelta. Tontita… no, Pepe tenía razón.
Ayer saltó a los medios de información de medio mundo, la noticia de que diez grupos armados ilegales comenzaron un cese al fuego unilateral en Colombia, entre ellos bandas de narcotraficantes, disidencias de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y el Clan del Golfo, el grupo armado ‘narcoparamilitar’ más numeroso, peligroso y mejor organizado en ese país (controla al menos a 500 redes criminales y opera en más de 200 municipios).
Es la respuesta al plan del presidente Gustavo Petro, izquierdista y también exguerrillero del M-19, quien asumió el poder en Colombia apenas el 7 de agosto de 2022, envuelto a lo largo de su carrera política, en escándalos de primera magnitud que no vienen al caso.
El plan aspira a la pacificación de Colombia, en donde hay una violencia endémica desde el año de 1958 que acumula 450 mil muertes en estos 64 años de guerra definida de ‘baja intensidad’, en la que los principales actores han sido carteles del narcotráfico, bandas criminales misceláneas, grupos paramilitares de extrema derecha, guerrillas de extrema izquierda y diversos grupos armados organizados. Un amasijo de problemas, una madeja de tragedias que no se ha podido resolver en Colombia. Si usted se está preguntando qué nos importa en México tal asunto, le pido paciencia, ya lo verá.
Entre las causas de esa situación, los especialistas señalan la debilidad del Estado colombiano; la falta efectiva de gobierno en amplias regiones; desigualdad social por carencia de servicios de seguridad, salud, educación e infraestructura física; y la aparición y consolidación de la industria del narcotráfico con su capacidad de financiamiento de movimientos guerrilleros que les dan protección.
El plan del señor Petro no es nada nuevo en Colombia. Ya en el periodo 1958-1962 se intentó un fallido ‘plan de rehabilitación’; luego, de 1962 a 1966, el entonces presidente Guillermo León Valencia buscó la “pacificación total” con su propio plan, fracasó; por su parte de 1966 a 1970, otro presidente -Carlos Lleras Restrepo- procuró la paz mediante una reforma agraria y legalizó a los grupos paramilitares (vigente hasta 1989), falló; en 1978 le buscaron por otro lado y se decretó el ‘Estatuto de Seguridad’, que en realidad fue imponer la ley marcial con limitaciones a la libertad de expresión, el ‘habeas corpus’ (amparo), con las consecuentes violaciones a los derechos humanos, de nada valió.
Y siguió la mata dando: en noviembre de 1982 otro presidente, el caballeroso Belisario Betancur, obtuvo del Congreso una Ley de Amnistía que liberó a centenares de guerrilleros presos, le correspondieron arreciando la violencia y don Beli mejor declaró el estado de sitio y firmó el tratado de extradición con los EUA; en 1989 el gobierno inició conversaciones paz con grupos guerrilleros, fue una época de violencia sin control; entre 1990 y 1994, el presidente Gaviria, reinició las negociaciones con los guerrilleros y consiguió la desmovilización de parte del M-19 ofreciéndoles reincorporarlos como actores políticos (y aparecieron en su Congreso, ya peinaditos y con fuero), pero la delincuencia y la matadera, continuaron; entre 1994 y 1998 instalaron la Comisión de Conciliación Nacional, otro fracaso.
Como ya lo aburrí con tanta fecha, solo agrego que en Colombia son las fuerzas armadas las que estelarmente se encargan de la seguridad pública y el combate a la violencia. Para que le calcule, han llegado a tener el 40% del presupuesto nacional. Y nada de que entran en varas delincuentes ni violentos, pero, eso sí, como buenos latinos ya establecieron el 9 de abril como el “Día de la Memoria Histórica y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado”… no, pues muy bien.
También es interesante anotar que en el 2017, se decidió desarrollar a los 170 municipios más dañados por la violencia con programas de 15 años de plazo, reconociendo que Colombia tiene conflicto con el narcotráfico en el 36% de su territorio. Ahora don Petro salió con su idea del cese al fuego “unilateral, bilateral y multilateral” (cuánto ingenio) de parte de los criminales, paramilitares y guerrilleros para poder pacificar al país llegando a “un acuerdo de paz o de sometimiento a la justicia”; y ha dicho que no descarta conseguirlo en seis meses para que entonces hagan lo mismo las fuerzas armadas del país. No es uno ave de mal agüero, pero el plan de don Petro va a terminar como todos los anteriores, en nada: con delincuentes no se negocia y con militares no se consigue la seguridad pública. Nunca.
Todo lo hasta aquí mencionado es para ver si alguien va a decirle a nuestro Presidente que se vea en ese espejo y que tome en cuenta que las bravísimas fuerzas armadas de Colombia no han terminado con la tragedia.
También para que usted, estimado lector, entre en escala: Colombia en 64 años va en 450 mil muertos (siete mil por año más o menos, en promedio); acá, nosotros, en los últimos 16 años ya vamos en cerca de 380 mil homicidios dolosos (23,750 por año en promedio), que es el triple que en Colombia. Queda usted en libertad de imaginar a dónde vamos a parar. De ese tamaño es el inmenso problema… y no se va a resolver con simplezas.