¡Salud!: La Feria

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SR. LÓPEZ

En aquellos tiempos de ese México ya ido, bendito sea el Dios en que cada quien crea, la poliomielitis era una enfermedad temible y muy contagiosa que atacaba principalmente a personas menores de edad (para no decir “niños y niñas”), y las dejaba paralíticas o lisiadas de por vida. Espantoso mal. Luego se inventó la vacuna y santo remedio (se repite lo de bendecir a Dios). En la familia materno-toluqueña hubo un caso, el del primo Erasmo que fue muy benigno (otra vez bendiga usted a Dios), y casi no lo afectó (apenas un poco flaca una pierna, pero caminaba bien). La mamá de Erasmo, tía Concha, tenía dos características muy notorias: era muy consentidora y tenía la inteligencia de un caracol de jardín. Ya se imaginará cómo trataba a su hijito, con algodones y todo le toleraba en nombre de “su enfermedad del pobrecito”. Para los 12 años, Erasmo seguía repitiendo tercero de Primaria y ya cotizaba sobradamente, para hospedarse en algún penal, en aislamiento riguroso: era terrible y muy berrinchudo. Pero tía Concha, lo miraba mimosa y todo le justificaba por lo que sufría su nene con “su tragedia” (Erasmo jugaba futbol en la calle). En cierta ocasión, tía Concha y su esposo, tío Ricardo (un señor que a todo efecto doméstico, estaba pintado en la pared), salieron con un grupo que organizó el cura párroco, a visitar Tierra Santa y Roma, viaje que les tomaría tres semanas, mismas en las que Erasmo quedó al cuidado de la Comandante Yolanda, Jefa de Administración y Disciplina del campo de entrenamiento en que fue domado este menda, texto servidor de usted. Fueron a su viaje, regresaron de su viaje, recogieron a Erasmo y a los pocos días, tía Concha visitó a la Comandante Yolanda para preguntarle qué le había hecho a su hijito, que ahora se levantaba a buena hora para ir a la escuela, dejaba la cama tendida, se boleaba los zapatos todas las noches, hacía la tarea y preparaba su uniforme antes de acostarse. La Comandante Yolanda respondió (no es cita literal): -Le dije que si volvía reprobar año o a portarse mal, te pedía que me lo mandaras otras tres semanas… ya no lo consientas, Concha, no está enfermo, ni sufre ni nada, es un cantamañanas gracias a ti, lo estás echando a perder –se dejaron de hablar años, pero Erasmo no volvió a  reprobar, nunca. Ni loco.

El martes pasado nuestro Presidente comentó en su mañanera conferencia acerca de la necesidad de tratar terapéuticamente a los corruptos, porque son enfermos. Para no enredar, lea como lo reportó Televisa:

“La corrupción es una enfermedad y quienes la padecen deben ser atendidos con terapia para ser reincorporados, apuntó Andrés Manuel López Obrador en la conferencia de prensa matutina.

“Hago un llamado a todos para que se vea así, es una enfermedad y hacer terapias para reincorporar a mucha gente. Hay que crear una asociación para recuperarlos a muchos, hacerles ver que el dinero no es la vida, que sólo siendo buenos podemos ser felices”, dijo.

El presidente también justificó que haya molestia en contra de su gobierno, debido a la corrupción que dijo percibir.

“Cuando decía que no tenían llenadera, no imaginé hasta dónde había llegado esta enfermedad de la corrupción. El Gobierno era de ellos, había pulpos en todas las secretarías metidos, haciendo negocios al amparo del poder público. Entiendo que haya molestia. Hay incluso, los que están mero arriba, los machuchones, nomás que ellos no salen a manifestarse, pero no les gusta”, enfatizó”. (Fin de la cita).

Nota: o sea que los que salieron a manifestarse también están enfermitos de corrupción y están molestos porque ya se combate su mal… ¡de qué cosas se viene uno a enterar! A ver si entienden que el dinero no es la vida, es tan solo vanidad.

Si en el Congreso de la Unión, al menos los pertenecientes al movimiento Morena (que ya será partido político algún día), en lugar de estar chacoteando y discutiendo detallitos menores sobre asuntos insulsos, como la desreforma educativa, pusieran atención y obraran en consecuencia, ya deberían estar terminando de preparar la iniciativa con proyecto de decreto para despenalizar la corrupción que padecen algunos, no tantos pero no tan pocos, funcionarios públicos tenochcas, que han cargado con esa enfermedad sin comprensión ni tratamiento, sufriendo persecución y castigo, llevando su mal como decía San Álvaro Carrillo: como se lleva un lunar/, todos podemos una mancha llevar/, en este mundo tan profano/, quien muere limpio, no ha sido humano…

Sí, qué bien está esto. Ya basta de estigmatizar a esos pobrecillos enfermos que creen que el dinero da la felicidad (no la da, dice el gran Raúl, pero deja a una cuadra), padeciendo encima de su mal, el desprecio y a veces la cárcel (ratitos, no tanto, ayer fue exonerado de toda culpa Granier, exgobernador de Tabasco, quien resultó inocente de todos los cargos… ¡pobre hombre!, fue a la cárcel casi seis años y ni siquiera padecía esa patología de la corrupción; bueno, ya quedó rico y libre).

Durante algunos años, al menos doce, nuestro actual Presidente prometió luchar contra y acabar con la corrupción. No sabíamos (uno es de banqueta), que hablaba de una campaña de salud, de crear una asociación para que se recuperen (algo así como “Corruptos Anónimos”, con sesiones diarias: “Me llamo Manuel soy corrupto…” y contarán su historia y todos los demás presentes, le aplaudirán, asegurándole que si logra no robar un día, sin pensar en los años que le resten de vida –solo un día sin robar-, conseguirá mantenerse sobrio de corruptelas y negocios fétidos; y cuando recaiga, le aplaudirán cuando regrese a su grupo; ellos, todos enfermos del mismo mal si lo comprenderán y con cariño y comprensión, se recuperarán). Bonito.

Urge también que se aplique el Secretario de Salud (sí hay, se llama Jorge Alcocer), para establecer claramente la sintomatología y tratamiento de esa enfermedad que tanto ha dañado a nuestro risueño país.

Uno criticando y resulta que están enfermitos. Disculpen, no se vuelve a repetir… y ¡salud!

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