Sr. López
Tía Lupita era monja de las de antes y licenciada en Filosofía, doctora en Teología y largo tiempo, Superiora General de su Orden en Roma. Regresó a México y poco después, corrió como lumbre en la familia toluqueña, que había contratado a Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, gandalla ‘cum laude’, como maestro de matemáticas en un internado de señoritas de su Orden y cuando tíos y tías, la advirtieron a coro sobre las prendas morales de Pepe, ella explicó que por eso lo necesitaba: -En ese colegio pasan cosas que yo no sé bien qué son ni cómo pasan, pero si él es la mitad de lo que se cuenta, seguro lo averigua –y sí, en cosa de días, Pepe la informó a detalle, sin darle detalle de cómo lo supo, eso no.
Hija decente de familia decente. Licenciada en Derecho con Mención Honorífica, por la UNAM; Maestra en Derecho por la Universidad de California en Berkeley, EUA. Diputada federal de Movimiento Ciudadano en 2012. Secretaria de Trabajo en 2018. Desde el 19 de junio, la señorita Luisa María Alcalde Luján a sus 35 años, es Secretaria de Gobernación nombrada por el Presidente de la república. Bueno.
En su cortísima carrera política, nada la ha preparado para semejante responsabilidad. Pondrá sin duda todos sus talentos en la encomienda, pero resulta difícil creer que en lo que resta de esta administración (un año y cuatro meses escasos), le alcance el tiempo para enterarse bien a bien, qué aceptó.
La Secretaría de Gobernación, Segob, tiene según señala el Artículo 27 de la ley Orgánica de la Administración Pública Federal, 43 diferentes funciones, algunas verdaderamente muy seriecitas, como la XII, que habla de garantizar la seguridad pública de la nación y sus habitantes; proponer al Ejecutivo federal la política criminal; coadyuvar a la prevención del delito; ejercer el mando sobre la fuerza pública; preservar el orden y la paz públicos (no es cita, es demasiado texto).
Mucha gente se fija más en que la Segob cuida de la política interior del país, dejando de lado que eso implica cosas difíciles de tragar e imposibles de confesar.
No se le desea mal. No. Pero a primera vista parece una audacia el nombramiento y aceptarlo. Toca más al Presidente la responsabilidad de darle tal responsabilidad a una Maestra en Derecho con tan corta experiencia en política (y en la vida), y nulo contacto con el albañal de la gobernanza de a de veras, en la que se deben dejar hacer y dejar pasar, cosas que no se pueden aceptar ni decir en público, por el interés del Estado. Y eso incluye decisiones terribles. Por eso la Segob es la devoradora de secretarios: en los últimos 30 años han pasado por el despacho de Bucareli, 18 diferentes titulares (sin contarla a ella).
Tampoco se trata de hacer comparaciones disparatadas, recordando que por ese despacho han pasado Benito Juárez, Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada y Abraham González (también Victoriano Huerta pero no lo ande diciendo). Y ya después de la guerra civil que llamamos Revolución, fueron secretarios de Gobernación algunos otros como Lázaro Cárdenas, Díaz Ordaz, Echeverría, Jesús Reyes Heroles y Fernando Gutiérrez Barrios (también Manuel Bartlett, sí, el actual amiguísimo del Presidente, pero ni lo mencione, es de mal gusto durante este gobierno).
Durante los primeros cuatro años y casi siete meses de la presente administración, el país ha tenido Secretario de Gobernación solo un año y casi 10 meses (del 26 de agosto de 2021 al 16 de junio de 2023), cuando despachó en Bucareli Adán Augusto López Hernández, porque el tiempo en que Olga Sánchez Cordero calentó ese sillón, todo fue menos titular del cargo y la política interior del país la manejaban el Presidente y Julio Scherer, su consejero Jurídico, cosa que resultó mal y ambos, el Scherer y la Sánchez, renunciaron a sus cargos, quedando muy disgustados por cosas que no sabe uno si son ciertas y que implicaron al fiscal General, Gertz Manero. Ni modo.
El tradicional órgano de espionaje del gobierno federal era el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), dependiente de la Segob con varios nombres pero las mismas funciones: espiar, espiar a políticos y en general a aquellos que pudieran representar alguna amenaza al gobierno, nacionales y extranjeros; y el Cisen no se andaba con chiquitas que algunas desapariciones, detenciones ilegales y torturas se le achacaban. Este Presidente lo desapareció o más bien, le cambió el nombre a Centro Nacional de Inteligencia (CNI), y lo sacó de la Segob, adscribiéndolo a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, como agencia de inteligencia; sí, de espionaje.
Sin embargo, con y sin aparecer en la estructura orgánica de la administración federal, hay otros órganos dedicados a lo mismo, a espiar, tanto en la Defensa Nacional, la Marina Armada, como en los gobiernos estatales. Y la Segob no puede ser la excepción. Más nos vale.
No hay ningún gobierno democrático, dictatorial o monárquico en el mundo que pueda darse el lujo de no espiar. El tío Sam, por poner un ejemplo, acepta tener al menos 24 agencias de espionaje. Otra cosa es que usen bien o mal la función, que se metan en lo que no les importa ni tenga relación con la seguridad de Estado, del país; pero de que hacen cosas mucho muy incorrectas a la vista de la gente normal, las hacen. Ni modo.
El primer reto en ese cargo, para la señorita Luisa María Alcalde, es conseguir que todos sus subalternos la informen de verdad sobre lo que hacen, de todo lo que hacen y cómo lo hacen. Y la pregunta es: ¿qué va a hacer ella cuando se entere de cosas necesarias pero ilegales?; ¿cómo piensa controlar el gasto en espías?, porque la Segob los tiene y usted comprenderá que no están en ninguna nómina (Concepto: espionaje), ni firman recibos de sueldo. Y muchísimo más grave: ¿qué va a hacer cuándo se entere -si la enteran-, de que un informante se murió por suicidio a cachetadas? No justifica uno nada. Es la realidad dura de la gobernanza.
Señorita, hay que saber decir no.