¡Qué paquete!: La Feria

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Sr. López

Tía Amelia, como bien sabe usted, era bravísima, viuda con 12 hijos varones muy traviesos que acabó con voz de sargento y con varias trancas que rompió en los lomos de sus muchachos. Pero ya vieja y con todos casados, era un dulce y ¡cómo no!, si cada uno le pasaba su gasto completo cada mes y como ella explicaba: -Los problemas ahora los tienen mis doce nueras –pues sí.
Imaginemos un país sin ningún problema, un país en el que todo discurra por la grata vereda de la paz, el progreso, la seguridad y lo que se le ocurra… ¿cuánto poder tendría el gobierno de ese Edén?, muy poco, no lo necesitaría nadie para resolver problemas que no habría. Y en ese imposible nirvana, los funcionarios públicos serían solo los indispensables para las relaciones internacionales, el cuerpo de bomberos y poco más; y los impuestos serían casi nada. Lo dicho, el paraíso.
Lo contrario, un país lleno de problemas de todo tipo, de inseguridad, salud, educación, pobreza, corrupción y todo mal, tendrá un gobierno fuerte que acapare facultades pues los problemas justifican su intervención, así sea arbitraria, en la vida de la gente común, la organización política, la economía, etc.; y será un gobierno que fortalecerá sus fuerzas policiacas y ejércitos.
Revise a algunos países africanos o a Haití, cuyo despelote perpetuo hace que de vez en cuando lo ocupen fuerzas extranjeras que a palos imponen algo similar al orden, con nulos resultados, como prueba el retorno al caos, en cuanto los invasores se retiran. Y no tan dramáticamente, en buena parte de América Latina es lo mismo: problemas recurrentes, crónicos y gobiernos con amplios poderes, a veces casi ilimitados cuando no, abiertamente dictatoriales, autoritarios. ¡Ah!… y muy corruptos, eso sí, claro.
Un primer indicio de que las cosas no van por buen camino en un país, en cualquier país, es que sus fuerzas armadas intervengan directamente en la vida cotidiana de la población y sean un factor de estabilidad política. Las funciones de los ejércitos son otras en todo el mundo civilizado. Mal asunto cuando para conservar el orden y al Estado, son necesarios los militares.
Por cierto, el 16 de agosto de 2023, en su gustado (es un decir), programa matutino de variedades, el señor Presidente Andrés Manuel López Obrador (por 73 larguísimos días más), declaró muy orondo: “(Son) tanto la Secretaría de la Defensa, como la Secretaría de Marina, fundamentales. Son dos pilares que sostienen al Estado nacional (…)”. Y tan ancho se quedó sin reparar en su gravísima declaración: las fuerzas armadas sostienen al Estado mexicano… ¡oremos!
Pedagógico como es, el señor de Palacio, explicó las cinco misiones que en su gobierno desempeñan las fuerzas armadas:
La primera, dijo, “es garantizar la soberanía nacional y lograr la defensa de nuestro territorio, para así garantizar nuestra independencia (…) esa misión se ha cumplido, cabalmente, ahora más que nunca”. ¡Áchis!, y uno sin saber que nuestros aguerridos aguiluchos han defendido la soberanía y la independencia, nos había de contar, que no sea díscolo; aunque eso de la defensa de nuestro territorio tiene sus asegunes, si voltea uno a la frontera sur del país, controlada por exmilitares -kaibiles- guatemaltecos y la delincuencia organizada nacional (y en la frontera norte, así como que mucha defensa, tampoco, seamos sinceros).
La segunda misión, según el matutino orador cotidiano, es la seguridad al interior de nuestro país y tiene su mérito que lo haya dicho sin que le ganara la risa, digo, la inseguridad campea por sus fueros en algo así como el 75% del territorio y según las agencias de seguridad de los EUA, al menos en el 30% del territorio no hay gobierno y el crimen organizado lo controla, cobra impuestos, fija precios y mata a quien le pega la gana.
La tercera, explicó con paciencia de maestro rural, es su contribución al desarrollo social… sí lo dijo (se solicita información).
La cuarta misión es su contribución al desarrollo del país… ¿en serio?… según él, eso es porque construyen aeropuertos, vías férreas, sucursales de bancos, distritos de riego… ¡vaya!, esos profundos hoyos de sobrecostos hilarantes y de desenfrenada corrupción, ahora resulta que desarrollan al país. Acabáramos.
La quinta misión dijo el ya próximo residente en Palenque, es el auxilio a la población en casos de desastre… pues sí, como siempre pero ahora no muy bien (caso de estudio: huracán Otis en Acapulco).
Si toma uno en cuenta la real situación de inseguridad nacional, sería de esperar un poquito de pudor de parte tanto del gobierno como de las fuerzas armadas a cuyo cargo está el asunto, dado su control absoluto de la policía federal, hoy llamada Guardia Nacional.
Según el Global Peace Index (Índice Global de Paz), que elabora el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), junto con la unidad de inteligencia de The Economist (no, no son un grupo de chismosos ni metiches, son muy respetados en el mundo y nuestro gobierno los reconoce), en su informe 2024, ubica a México de entre 163 países evaluados, en el lugar 138, dos lugares abajo del 2023 y peor que como estaba en 2018, claro.
Los expertos del IEP para elaborar sus evaluaciones consideran 23 indicadores sobre el nivel de violencia, homicidios y garantías de seguridad para los ciudadanos. México este año quedó entre las naciones más violentas e inseguras del mundo, debajo de Camerún y por cierto, en su informe del 2023, cuarto párrafo del Resumen Ejecutivo, dice: “México es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser político (el país tiene) uno de los números más altos del mundo de asesinatos por motivos políticos (…) la violencia política ha aumentado sustancialmente en los últimos tres años”.
No es de creerse que todos los encargados de la seguridad en México, sean de capacidades diferentes, no, no babean. Entonces y dado el desaforado apetito de poder de este Presidente, entra la duda de si se está administrando el problema.
Pobre mujer la próxima Presidenta, ¡qué paquete!

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